Genia no dice su edad, pero creo que ya suma como diría Joaquín Sabina 50 + 10, pero en todo caso no importa, pues cuando se pone sus vestidos ceñidos los autos se detienen y le llueven piropos encendidos que ella no responde e ignora.
- Eugenia es mi nombre, pero me dicen Genia, porque lo soy. El hombre que me conoce no me olvida - dice con firmeza mirando mis ojos detenidamente - pero no soy perfecta, soy demasiado confiada.
Y yo la escucho atentamente intentando no apartar mis ojos de su mirada. Es embarazoso mirar su cuerpo cuando ella me conversa y que se dé cuenta.
- Cariño, lo interesante está en mis ojos. Lo que veas allí es sincero. El envase se acaba, el buen olor perdura.
Y me río avergonzado de haber sido pillado admirando sus voluptuosas formas femeninas. Una mujer madura atrapada en un cuerpo de 35 años, pienso y no lo digo
- Perdona el atrevimiento - digo
- No te preocupes - me dice coqueta y no puedo evitar sonrojarme.
- Yo sé que te gusto - dice riendo
Que difícil no sentirme atraído por su personalidad exuberante.
- Loca - respondo incómodo.
Pero hay días en que Genia no tiene todo a su favor. Esos días en los que pareciera que la adversidad se empeña en demostrar que a pesar de todo se debe de aprender a manejar los momentos grises.
Una mañana ella salió a la farmacia apurada, se iba al gimnasio y no le gusta llegar tarde. Compra hormonas, además de sus vitaminas. El encargado le dice el precio, ella saca su tarjeta de crédito, va a pagar pero recuerda que no tiene cambio y solo un billete de 100 soles, prefiere pagar en efectivo. Guarda la tarjeta en el bolsillo de la camiseta y sale. Camina rápido, llega a la parada del bus, este llega rápido, sube, está vacío. Detrás de ella sube una mujer de extraña apariencia, tropieza con ella y se disculpa. Luego se sienta frente a ella.
Genia se siente observada, siempre dice que percibe la vibración de las personas, y está vez algo la incomoda. Pasan los tres paraderos rápido y se pone de pie para bajar en la esquina de la Av. Brasil y Av. Bolívar. La mujer se levanta de su asiento y a prisa la atropella para bajar primero - ¿Por qué me choca si está todo vacío? - piensa Genia, pero descarta el pensamiento rápido cuando va a cruzar la avenida para entrar al gimnasio.
Así transcurrió el día, luego del gimnasio, se ducha, ya lista para retirarse, baja las escaleras y se encuentra con el abogado que una vez más la invita a tomar desayuno.
- Genia, vamos por un jugo y unas tostadas - dice el hombre con coquetería - te quiero mostrar mi nuevo auto que acabo de comprar.
- Ay doctor, no tengo tiempo - responde ella cortésmente - tengo un almuerzo con unas amigas en Surco pero antes voy a la peluquería.
- Genia, preciosa mujer, quiero salir contigo, no te hagas de rogar - insiste el hombre que la mira con lascivia.
- Doctor - le dice ella - salgo con una persona y aunque no me ofrezca, por ahora, nada más que amor. Quiero seguir así. No se ofenda. Quizás si se acaba o me deja, usted tenga una oportunidad.
- Genia mi amor, un desayuno no es engañar
- Voy apurada, adiós doctor - se despide ella con un beso volado que el hombre atrapa.
Y él se queda observando su caminar, mientras ella continúa bajando las escaleras, deseándola e imaginando tenerla entre sus brazos.
Después de unas horas Genia, mientras arregla su bolso encuentra el celular que sonó varias veces anunciando la entrada de mensajes.
“ ¡ Alerta tu tarjeta Oh, ha hecho un consumo de ocho mil soles en el….”
Genia sorprendida no escucha lo que hablan sus amigas. No presta atención a las palabras.
“ ¡ Alerta tu tarjeta Oh, ha hecho un consumo de dos mil soles en el….”
Dice otro mensaje de texto. Genia lo comenta en la mesa, sus amigas comprenden lo que sucede. Le aconsejan que llame a la financiera, eso hace.
“ Bienvenido a la financiera…si usted llama por su tarje …marqué uno. Si llama por …marque dos, marque tres…”
Y así estuvo intentando comunicarse por varios minutos. La dejaban en espera.
Genia se desespera, deja un billete de cincuenta soles sobre la mesa, se despide, sale a prisa del lugar, para un taxi y se dirige a las oficinas de la financiera.
Cuando llega la atiende un hombre uniformado, le explica al de seguridad con prisa lo que sucede. Este le dice que espere y aguarde su turno. Genia angustiada intenta ser educada y guarda silencio. Se sienta y observa. Transcurren quince minutos cuando recién la atienden. Cuando saca el celular nota que hay nuevos mensajes de texto con advertencias de consumo por dos mil y luego por novecientos soles más. Genia se desespera. Su corazón corre a cien por hora. Y comienza a llorar.
- ¿Su tarjeta señora? - le pregunta la señorita que la atiende.
- Está en mi casa - contesta ella - yo vengo de un almuerzo.
- Bueno, ya está bloqueada, en quince días recibirá una comunicación de nosotros, con el resultado de la investigación….
Genia está aturdida, confusa, 12,900 soles es el total del consumo que han hecho. Trata de pensar, revisa su monedero, revisa sus tarjetas, no está la tarjeta Oh, piensa, ¿Dónde la dejé?, piensa y recuerda a la extraña mujer que tropezó con ella dos veces. Vuelve a llorar. Ahora comprende lo que pasó. Se siente una tonta.
Al día siguiente sentada en un café al frente del gimnasio escucha apesadumbrada,
- Genia termina ese jugo y nos dirigimos a la comisaría, colocas la denuncia y vamos a la financiera - dice el abogado
- Gracias doctor es usted muy amable
- No te preocupes preciosa - responde coqueto el hombre, colocando su mano sobre la de ella.
- Estoy preocupada doctor - dice ella
- Yo estoy aquí para todo querida - le dice meloso el doctor. Mientras la devora con la mirada, deseándola - Te invito a mi casa, allí almorzamos. Yo cocino.
- Doctor no se moleste. Tengo que trabajar, le agradezco - responde Genia cortésmente.
- No es molestia Eugenia - la llama por su nombre el abogado intentando parecer seductor.
Cuando llega a casa está abrumada por el acoso del hombre que se ofreció a ayudarla, preocupada por la tarjeta de crédito, angustiada por el trabajo que tiene, no deja de pensar.
Yo estoy en casa, preparando la entrega de unos ejemplares de mi libro “Días de perros”, suena el celular, el identificador me dice que es Genia.
- Amiga ¿Cómo estás? - contesto
- Ay amigo, volando bajo, nunca vencida, ¿Quieres una historia? - me dice
- Cuéntame Genia - le respondo intrigado
- Caminemos por el malecón y te cuento poeta - dice dulcemente y se escucha bonito.
- Te veo en un rato, cuando esté cerca te timbro - le respondo con entusiasmo.
- Gracias amigo, eres un amor - dice y comienzo a derretirme allí mismo.
Cuelgo y salgo a la calle pensando en qué nueva historia me contará Genia, la mujer que despierta pasiones en quienes la conocen.
Ella nunca se siente derrotada.