domingo, 28 de enero de 2024

EL PROBLEMA DE GENIA



Genia no dice su edad, pero creo que ya suma como diría Joaquín Sabina 50 + 10, pero en todo caso no importa, pues cuando se pone sus vestidos ceñidos los autos se detienen y le llueven piropos encendidos que ella no responde e ignora. 

 

- Eugenia es mi nombre, pero me dicen Genia, porque lo soy. El hombre que me conoce no me olvida - dice con firmeza mirando mis ojos detenidamente - pero no soy perfecta, soy demasiado confiada.


Y yo la escucho atentamente intentando no apartar mis ojos de su mirada. Es embarazoso mirar su cuerpo cuando ella me conversa y que se dé cuenta. 

 

- Cariño, lo interesante está en mis ojos. Lo que veas allí es sincero. El envase se acaba, el buen olor perdura.


Y  me río avergonzado de haber sido pillado admirando sus voluptuosas formas femeninas. Una mujer madura atrapada en un cuerpo de 35 años, pienso y no lo digo 

 

- Perdona el atrevimiento - digo 

- No te preocupes - me dice coqueta y no puedo evitar sonrojarme.

- Yo sé que te gusto - dice riendo

 

Que difícil no sentirme atraído por su personalidad exuberante.

 

- Loca - respondo incómodo.

 

Pero hay días en que Genia no tiene todo a su favor. Esos días en los que pareciera que la adversidad se empeña en demostrar que a pesar de todo se debe de aprender a manejar los momentos grises.

 

Una mañana ella salió a la farmacia apurada, se iba al gimnasio y no le gusta llegar tarde. Compra hormonas, además de sus vitaminas. El encargado le dice el precio, ella saca su tarjeta de crédito, va a pagar pero recuerda que no tiene cambio y solo un billete de 100 soles, prefiere pagar en efectivo. Guarda la tarjeta en el bolsillo de la camiseta y sale. Camina rápido, llega a la parada del bus, este llega rápido, sube, está vacío. Detrás de ella sube una mujer de extraña apariencia, tropieza con ella y se disculpa. Luego se sienta frente a ella. 

 

Genia se siente observada, siempre dice que percibe la vibración de las personas, y está vez algo la incomoda. Pasan los tres paraderos rápido y se pone de pie para bajar en la esquina de la Av. Brasil y Av. Bolívar.  La mujer se levanta de su asiento y a prisa la atropella para bajar primero - ¿Por qué me choca si está todo vacío? -  piensa Genia, pero descarta el pensamiento rápido cuando  va a cruzar la avenida para entrar al gimnasio. 


Así transcurrió el día, luego del gimnasio, se ducha, ya lista para retirarse, baja las escaleras y se encuentra con el abogado que una vez más la invita a tomar desayuno. 

 

- Genia, vamos por un jugo y unas tostadas - dice el hombre con coquetería - te quiero mostrar mi nuevo auto que acabo de comprar. 

- Ay doctor, no tengo tiempo - responde ella cortésmente - tengo un almuerzo con unas amigas en Surco pero antes voy a la peluquería. 

- Genia, preciosa mujer, quiero salir contigo, no te hagas de rogar - insiste el hombre que la mira con lascivia.

- Doctor - le dice ella - salgo con una persona y aunque no me ofrezca, por ahora,  nada más que amor. Quiero seguir así. No se ofenda. Quizás si se acaba o me deja, usted tenga una oportunidad. 

- Genia mi amor, un desayuno no es engañar

- Voy apurada, adiós doctor - se despide ella con un beso volado que el hombre atrapa.

 

Y él se queda observando su caminar, mientras ella continúa bajando las escaleras, deseándola e imaginando tenerla entre sus brazos.

 

Después de unas horas Genia, mientras arregla su bolso encuentra el celular que  sonó varias veces anunciando la entrada de mensajes.

 

“ ¡ Alerta tu tarjeta Oh, ha hecho un consumo de ocho mil soles en el….”

 

Genia sorprendida no escucha lo que hablan sus amigas. No presta atención a las palabras.

 

“ ¡ Alerta tu tarjeta Oh, ha hecho un consumo de dos mil soles en el….”

 

Dice otro mensaje de texto. Genia lo comenta en la mesa, sus amigas comprenden lo que sucede. Le aconsejan que llame a la financiera, eso hace.

 

“ Bienvenido a la financiera…si usted llama por su tarje …marqué uno. Si llama por …marque dos, marque tres…”

 

Y así estuvo intentando comunicarse por varios minutos. La dejaban en espera.

 

Genia se desespera, deja un billete de cincuenta soles sobre la mesa, se despide, sale a prisa del lugar, para un taxi y se dirige a las oficinas de la financiera. 


Cuando llega la atiende un hombre uniformado, le explica al de seguridad con prisa lo que sucede. Este le dice que espere y aguarde su turno. Genia angustiada intenta ser educada y guarda silencio. Se sienta y observa. Transcurren quince minutos cuando recién la atienden. Cuando saca el celular nota que hay nuevos mensajes de texto con advertencias de consumo por dos mil y luego por novecientos soles más. Genia se desespera. Su corazón corre a cien por hora. Y comienza a llorar.

 

- ¿Su tarjeta señora? - le pregunta la señorita que la atiende.

- Está en mi casa - contesta ella - yo vengo de un almuerzo. 

- Bueno, ya está bloqueada, en quince días recibirá una comunicación de nosotros, con el resultado de la investigación….

 

Genia está aturdida, confusa, 12,900 soles es el total del consumo que han hecho. Trata de pensar, revisa su monedero, revisa sus tarjetas, no está la tarjeta Oh, piensa, ¿Dónde la dejé?, piensa y recuerda a la extraña mujer que tropezó con ella dos veces. Vuelve a llorar. Ahora comprende lo que pasó. Se siente una tonta.


Al día siguiente sentada en un café al frente del gimnasio escucha apesadumbrada, 

 

- Genia termina ese jugo y nos dirigimos a la comisaría, colocas la denuncia y vamos a la financiera - dice el abogado

- Gracias doctor es usted muy amable

- No te preocupes preciosa - responde coqueto el hombre, colocando su mano sobre la de ella.

- Estoy preocupada doctor - dice ella

- Yo estoy aquí para todo querida - le dice meloso el doctor. Mientras la devora con la mirada, deseándola - Te invito a mi casa, allí almorzamos. Yo cocino.

- Doctor no se moleste. Tengo que trabajar, le agradezco - responde Genia cortésmente. 

- No es molestia Eugenia - la llama por su nombre el abogado intentando parecer seductor.

 

Cuando llega a casa está abrumada por el acoso del hombre que se ofreció a ayudarla, preocupada por la tarjeta de crédito, angustiada por el trabajo que tiene, no deja de pensar.

 

Yo estoy en casa, preparando la entrega de unos ejemplares de mi libro “Días de perros”, suena el celular, el identificador me dice que es Genia.

 

- Amiga ¿Cómo estás? - contesto

- Ay amigo, volando bajo, nunca vencida, ¿Quieres una historia? - me dice 

- Cuéntame Genia - le respondo intrigado

- Caminemos por el malecón y te cuento poeta - dice dulcemente y se escucha bonito.

- Te veo en un rato, cuando esté cerca te timbro - le respondo con entusiasmo.

- Gracias amigo, eres un amor - dice y comienzo a derretirme allí mismo.


Cuelgo y salgo a la calle pensando en qué nueva historia me contará Genia, la mujer que despierta pasiones en quienes la conocen.


Ella nunca se siente derrotada.

 






 

martes, 23 de enero de 2024

CAROLINA: UN SUEÑO



Tenía su pasaje y los contactos hechos para ir a  Rotterdam, Amberes y Londres, sería  un viaje largamente deseado, en sus días de angustia deseo muchas veces dejar todo y salir de viaje. Esta vez no era un abandonar y correr, esta vez lo planificó -  merezco lo bueno que me pueda suceder - se dijo una mañana antes de entrar a la agencia de viajes. La noche anterior después de secar sus lágrimas había decidido soltar todos los recuerdos que cargaba desde hacía mucho tiempo. Quería romper con todo lo que le impedía abrazar la vida con real libertad, deseaba dejar atrás la relación que le había dejado heridas que mantenía abiertas por años, quería desprenderse de la melancolía que la lejanía de su tierra le producía, la tristeza que anidaba en su alma por la soledad en la que vivía lejos de sus seres queridos debía de esfumarse. No sabía si había conocido el amor, si aquello que sentía podía llamarse así o solo era una emoción que la ligaba a una persona. Mantenía una relación rota por costumbre o como el único rezago de una vida en la que intentó ser feliz al lado de alguien totalmente diferente, como sea su empeño por no pensar en ello era más fuerte. Tengo que soltar todo, se dijo o lo pensó en voz alta, una vez más. 

Le ilusionaba el viaje que haría pero antes debía de pasar por el hospital para recoger los resultados de sus pruebas médicas. Esa tos no cedía desde hace mucho tiempo y cada vez eran más agudos los accesos de tos.
 
Llegó al hospital, encontró un sitio adecuado para estacionar, aparcó sin problemas y se dirigió a la consulta sin apuro, cavilando sobre las cosas pendientes que tenía que guardar en sus maletas para su viaje. Pensar en ello la emocionaba, sentía que el vigor regresaba a su cuerpo cuando con ilusión imaginaba su llegada a ciudades que quería conocer, encontrarse con amigos y conocer personas - por qué esperé tanto para animarme a viajar -  se preguntaba, y la respuesta era simple. Aún no era el momento, viajar antes hubiera sido solo un escape, un engañarse porque sus preguntas e insatisfacciones hubieran viajado al lugar que fuera. Decidir soltar había abierto una puerta que no conocía, ese destello de libertad iba inundando su pensamiento. Seguía triste, pero la esperanza se abría paso, cada vez más. No sabía que encontraría más allá, pero viajar era un aprendizaje, las experiencias llegarían de la mano de la aventura, de eso estaba segura.

Salió del ascensor, se dirigió por un largo pasadizo pulcramente limpio, llegó a la puerta y sin que tocará esta se abrió. La enfermera que se encontró con ella le sonrió al reconocerla, le rogó que esperara, ella sonriendo le dijo que lo haría y tomó asiento en los asientos que estaban en el amplio hall del cuarto piso.  Desde allí pudo contemplar todos los consultorios que estaban alrededor. La enfermera regresó luego de unos minutos y antes de entrar la llamó. Ella agradecida se acercó.
 
- Hola querida - saludó la doctora - ¿Cómo te sientes?
- Hola Elisa, me siento bien, bueno en realidad estoy ansiosa, me voy de viaje mañana a Holanda, Bélgica e Inglaterra, regresaré en un mes y medio ¿Sabes?. Aún me falta preparar el equipaje. Pero antes quería recoger los resultados. Lo iba a hacer a mi regreso pero creo que es mejor saber por qué esta tos no cede.
- Oh chiquilla - le dijo la doctora, su rostro dibujaba una expresión dramática que no podía ocultar -  no puedes viajar, tienes que internarte hoy mismo, lo lamento.
- ¿Qué sucede Elisa, me asustas?
- Querida perdona si soy tosca, pero no hay otra forma de decirlo - dijo la doctora  con voz quebrada, le dolía porque conocía a mi hermana desde que llegó a Italia.
- Dímelo de frente, Elisa - dijo Carolina.
- Tienes Cáncer, cariño, lo lamento. Debes internarte hoy mismo, debemos revisar tus pulmones y saber en qué estado  están.
 
Carolina no viajó.
 
Conversé con ella en las semanas siguientes, estaba tranquila, serena, decidida a dar la batalla y vaya que lo hizo, luchó unos años hasta que no pudo más. 
 
No pude abrazarla, se la llevó la pandemia. 
 
Ayer me visitó en sueños, te extraño mucho Carito, me haces mucha falta.




 

 



jueves, 18 de enero de 2024

MAX

                             


A Max lo conocí cuando estaba enamorado de Fátima, el pobre sufría de amor por alguien que sólo lo buscaba cuando algo de compañía deseaba. Veleidosa ella lo llamaba cuando la soledad asfixiaba sus tranquilos días y luego, cuando su humor cambiaba, lo rechazaba sin importarle el dolor que causaba y la tristeza que ocasionaba.

 

Fátima podía pasar horas bajo el sol retozando despreocupada mientras Max aguardaba pendiente que ella se dignara mirarle y cuando eso sucedía Max solicito accedía a todo lo que su amor, su musa se antojara.

 

Fátima era una perra, sin duda “chukara”, decía su dueño.

 

Max dejó de comer, bajó de peso, su semblante cambió, esa alegría que hacía que lo quisieran se apagó. Sufrir por ese instinto canino que lo hacía confundir interés con afecto, lo consumía 

 

El tiempo pasó y Fátima se fue, allí donde van los canes cuando los años y sus males los alcanzan.

 

Max aulló por varias semanas inconsolable, nadie que lo conociera entendía lo que él guardaba. 


Cuando hace un tiempo visité la casa de sus dueños, me contaron que ya no era el mismo, no salió a recibirme entre ladridos estruendosos y molestos. Desde lo alto de la escalera solo me miró indiferente sin reconocerme, cuando me acerqué y acaricié su cabeza solo movió la cola o eso me pareció.


Su dueño me dijo preocupado

 

- Creo que terminará dejándonos 

- Dale tiempo, nadie se muere por tan poco - recuerdo que dije.

 

Después de mucho tiempo regresé a la casa de Max y me sorprendí apenas toqué el timbre. 

 

Un animalito de color castaño claro, de cabeza pequeña, patas cortas y musculoso cuerpo me ladraba con voz aguda junto a greñudo perro gris un poco más grande. Saludé a los dos canes que no se callaban, sonriendo.


Entré a la casa, saludé y luego frente a un opíparo desayuno me contaron lo que había pasado. 

 

- Cuando Fátima se marchó, Max se quedó muy mal, estuve a punto de sacrificarlo para evitar su pena, pero me miró con tanta ternura y tristeza que no pude hacerlo y dejé la jeringa a un lado.

- Tanto así se puso - pregunté

- Sí y luego dejó de comer, no sabía qué hacer. Pero un día a mí consulta llegó un hombre con una perrita - la que te ha recibido ladrando - y me pidió sacrificarla porque se iba de viaje y no tenía con quién dejarla. O la abandonaba en la calle o la “dormía”.

- Que barbaridad - dije fastidiado

- Lo convencí de que me la regalara y aceptó. Traje a Quinua a la casa entonces. 

- ¿Quinua?

- Si, ese era su nombre - dijo sonriendo y siguió hablando…

 

Quinua entró en la casa y vio a Max recostado sobre su tapete y movió la cola, se acercó para olerlo y él ni se inmutó tenía los ojos cerrados. Quinua lo olió largo rato por todo el cuerpo. Max despertó y la miró con curiosidad. Mostró un poco los dientes y se apartó. Quinua fue detrás de él moviendo la cola. Max se refugió en su cama y ella le ladró coqueta. Max inmutable se echó. Ella encontró cuando exploraba su nuevo hogar un muñeco de esos que venden en los petshop. Lo recogió con los dientes y fue donde Max. Se lo ofreció dejándolo a un costado de su hocico. Max la miró y mostró los dientes. Ella se echó sobre sus patas sin dejar de mirarlo.

 

Y así estuvieron por unos días, ella tratando de acercarse y él sin hacerle caso, alejándola cuando se ponía insistente.

 

Pero un día Max se levantó cuando ella comía, nadie entiende por qué de pronto se acercó o qué hizo que sin más quisiera olerla. Quinua comía de espaldas a Max cuando él olisqueaba debajo de su cola. Quinua reaccionó de manera furiosa, supongo que fue el instinto de proteger su comida, como sea Max retrocedió asustado y luego se defendió pero con lo débil que estaba tuvo que retroceder. 


Al día siguiente Quinua le acercó como lo había hecho otros días el muñeco de juegos y está vez Max decidió aceptar la invitación a jugar. 

 

- Mira allí viene Max a saludarte con su familia - dijo mi primo riendo.


Y allí estaba Max ladrando como siempre en la ventana, moviendo la cola, saltando hacia mi. A su lado estaba Quinua alegre y detrás de ellos tres cachorros parecidos a Max, peludos y desordenados en su apariencia Javi, Alfredo y Leticia. Todos alegres y contentos. 

 

- Parece que Max decidió darse una oportunidad - dije yo 

- Y está vez formó su familia - contestó mi primo - ahora a cuidarlos a todos.

 

Sonreí con ellos feliz de ver a Max contento.












sábado, 13 de enero de 2024

DETRÁS DEL ZAGUÁN

 



Y quizás en la infancia una mirada me dijo mucho,

como es probable que una palabra se grabara 

allí donde guardamos aquello que ignoramos

pero sabemos que llevamos


Y quizás aprendí a leer olvidando una vocal, 

será por eso que a veces no se leer 

algún gesto de quien no dice nada 

y grita todo


Y quizás sería fácil

culpar al amor de todo

de nada o por si acaso

después de todo 

emocionarse es fácil 

como razonar se hace tan difícil 


Sin querer disparamos con el índice 

sobre sueños ajenos 


Y quizás 

mis “quizás” no existirían 

si lograra abrazar al niño que olvidé 

entre curvas y hierbas espirituosas

en madrugadas sedientas


Y quizás es urgente sanar

para no arder entre culpas ajenas


Y quizás irme en silencio

a escribir versos detrás del zaguán 

donde atesoro las esperanzas


Sería el mejor de los "quizás"




















jueves, 11 de enero de 2024

NOSOTROS LOS ADRIANZÉN




Jose Luis, decidió renunciar al trabajo en el Ministerio de Marina, lo suyo no eran los horarios de oficina,  aguantar un jefe, tener un seguro y vivir al ritmo de otros. Decidió además no irse a vivir al país del norte a pesar de tener la ansiada residencia. Él quería cumplir un sueño, ser actor. 
Renunció y se inscribió en la Escuela Nacional de Arte Dramático (ENSAD). Todos en la familia Adrianzén, se escandalizaron, lo llamaron loco, irresponsable. Se convirtió en la oveja negra. Mi padre, su hermano,  se molestó con él, pero Pepelucho, así le decimos, sólo sonreía y con buen humor respondía tocando el hombro de “Steven Seagal”, mi padre,  

- No te preocupes hermanito, me irá bien, seguiré mis sueños - y mi padre se  inquietaba en su silla moviendo la cabeza de lado a lado. 

En esos momentos critiqué como todos su decisión, sin embargo siempre seguí su trayectoria como integrante de la agrupación “Pucca Soncco” y lo fui a ver varias veces al teatro, mi afecto para él no varió con el tiempo.  

Sólo cuando las circunstancias de mi camino personal exigieron que tomara una decisión que cambiaría mi destino, comprendí lo que él había vivido. Entonces mi admiración por  Pepelucho, Jose Luis Adrianzén Novoa, se acrecentó. 

Tiempo después dejé el trabajo que sustentaba mis necesidades básicas, cansado de realizar el sueño de otros, entonces los más cercanos - como a él -  me tildaron de loco, de irresponsable y más aún, cuando quebré los cimientos de mi familia con un post que llamé “Mi familia disfuncional” declarando que perseguiría mi sueño de publicar lo que escribía me convertí en la oveja negra. Steven Seagal, cuando me encontró solo movió la cabeza de lado a lado y mi madre molesta exigió que borrará el texto. Pepelucho fue de los pocos que me escribió respaldando mi decisión e invitándome a persistir en ello.  

Unos años antes Pepelucho había viajado a España para recibir un premio en el festival de cine de  Huelva, por la película ”La Casa Rosada” de la cual es  protagonista. Luego se fue tras el amor a Cajamarca, se casó, ahora es docente, sigue con la actuación y vive feliz.  

Unos años después publiqué mi poemario “ El lento caer a la vida” y luego mi primer libro de cuentos “Días de Perros”. Persigo mis sueños y no dependo de nadie para realizarlos. Sigo escribiendo. 

El camino de nosotros los Adrianzén,  ha sido largo no hay duda. Pero aquí estamos. 

Ayer después de mucho tiempo tuve el honor de encontrarme con él y su bella esposa Carmen, profesora y escritora. 

Lo que escriba o agregue desde aquí, ya no tiene importancia. Estoy seguro, amable lector, que lo entenderás. 

La vida tiene extrañas formas de mostrarnos el camino. Dios escribe sobre líneas, que para algunos son torcidas y coloca a las personas indicadas cerca de quien persigue un sueño. 

Viejo estarías orgulloso.














sábado, 6 de enero de 2024

UNA HISTORIA SINGULAR: RATER, "HIGHWAY TO HELL"



Rater se recuperó pronto de sus heridas y en las semanas siguientes se compró un Chevrolet Printmaster descapotable de 1946 que reparó a su gusto, le puso ruedas nuevas y cambió la faja de distribución. En el auto se paseaban junto con él tres amigos más, al parecer contagiados de la misma locura por hacer cosas singulares. Después de haber agotado todos los lugares en Pueblo Libre por donde pasear e ir a tomar, además de visitar a todas las chicas que conocían y subirlas en el descapotable, una tarde de jueves se vieron aburridos todos ellos. Luego de deliberar decidieron viajar a Huaraz en el Chevrolet.  A Rater la aventura le seducía, más aún cuando la vez anterior no había llegado a Huaraz.

 

Salieron muy temprano en dirección a Huaraz, entusiasmados y contentos, alguno se quejó de la hora pues aún estaba oscuro. A nadie le importó, ya estaban en la carretera al norte cuando comenzó a amanecer.  En la cassetera sonaba a todo volumen “Highway to hell”, Rater conducía lleno de adrenalina.

 

Desayunaron en Huaral y se quedaron comprando fruta un par de horas, luego retomaron el camino, sin detenerse hasta Barranca, en donde almorzaron, tomándose  unas cervezas. Después de descansar iniciaron la subida a la sierra.  Todo marcha bien, la carretera a la sierra de Huaraz es una de las pocas bien conservadas del Perú, se detenían a tomar fotos o tan solo a contemplar los hermosos paisajes que encontraban en el camino. Cuando pasaron Catac y se dirigían hacia Recuay, el auto se apagó, al parecer el relé que regula el paso de electricidad del auto se quemó. Revisaron la batería que estaba bien y nada más pudieron hacer.


Allí estaban los cuatro amigos en medio de la carretera hacia Huaraz, eran las cinco y treinta de la tarde   ya comenzaba a oscurecer y el frío se iba acentuando, de sus mochilas sacaron polos y casacas, se cubrieron las cabezas con  gorros y pasamontañas. Nadie paraba para auxiliarlos, los confundÍan con ladrones de caminos. Como sea, la noche cayó sobre ellos y el frío de la sierra los abrazó.

 

- Tengo frío - dijo uno - estoy con un buzo sobre el jeans, pero igual me congelo

- Acércate que yo estoy igual - dijo otro de ellos - abrázame para entrar en calor 

- Déjate de mariconadas - dijo el tercero

- Carajo si nos pegamos quizás el calor de nuestros cuerpos nos caliente - dijo lúcido Rater, recordando una clase de física del colegio.


Y eso hicieron, se sentaron los cuatro en el asiento de atrás.

 

- Corre aire, sigo con frío - dijo uno

- Es cierto - contestó el otro

- Abrázame más fuerte - afirmó el tercero

- ¡Carajo! Parecen mariquitas - reclamó otra vez Rater - saquemos el relleno del asiento y nos metemos allí, será mejor. 


Y así lo hicieron, cortaron el asiento y fueron sacando el relleno acumulando todo alrededor lo mejor que pudieron, fue una agradable sorpresa encontrar debajo del asiento una botella de pisco olvidada con la mitad del contenido. Se alegraron y procedieron a consumirla en la oscuridad de la carretera. El cielo que tenían sobre ellos estaba tapizado de estrellas lo que hacía de la experiencia algo que no olvidarÍan por mucho tiempo. Fumaron un cigarro tras otro. El auto descapotable no los abrigaba mucho.

 

- Rater - le dijo el tercero después de dos largos tragos de pisco.

- ¿Qué? - preguntó el aludido.

- Creo que te quiero amigo, abrázame fuerte por favor - contestó con melosa voz el tercero.

- ¡Calla mierda! - contestó secamente Rater.


Los cuatro rieron de la ocurrencia y se dispusieron a pasar la noche allí, juntándose uno al otro, abandonando todo perjuicio.


El amanecer los sorprendió a los cuatro abrazados y temblando por el frío que sentían, sin ganas de hacer bromas salieron del cubil improvisado que los protegió de la helada. Caminaron y corrieron como locos por el campo para entrar en calor. Ya de día pidieron ayuda a un camión que acertó pasar por allí y que está vez se detuvo. Luego de explicarle al chófer lo sucedido, este accedió a llevar a uno hasta la ciudad de Huaraz, fue el tercero el elegido para ir. Allí con la ayuda de otros amigos consiguió una grúa y luego de darles alcance a los varados remolcaron el Chevrolet Printmaster descapotable hasta la ciudad de Huaraz. Encontraron un mecánico que los ayudó. 

 

La aventura concluyó después de reparar el auto y regresar a Lima sin hacer escala. No querían más contratiempos 

 

A las dos semanas Rater vendió el auto y la moto Honda 125 y con el dinero obtenido viajó en compañía de su amigo Eduardo para Arica. Allí compró una Yamaha con la que regresaron a Lima haciendo ruta por Tacna, Arequipa, Ica hasta Lima.

 

Estaba contento pues luego de unos días vendió la Yamaha por un buen precio. Había descubierto que su afición por las motos también era el tipo de negocios que quería hacer en su vida. Estaba haciendo planes para comprar dos motos más, estaba entusiasmado.


Pero recibió una llamada que cambiaría su vida. 

 

- Justo ahora que todo va bien - dijo sujetando el crucifijo que colgaba de su cuello.

 

CONTINUARA...