miércoles, 26 de octubre de 2022

LA MADRE DE MI HIJO (FELIZ CUMPLEAÑOS)





 Tenía 18 años cuando la conocí. La vi a lo lejos cuando caminaba a la parroquia para dejar una solicitud que Carolina, mi hermana, había llenado para animarme a asistir a un EPJ (léase: Encuentro de promoción juvenil). Ella, pensaba que al ser un jovenzuelo en busca de respuestas podría allí, quizá, encontrar alguna.  Aunque al final no encontré respuestas y con el tiempo me hice muchas más preguntas, es justo reconocer que tropecé con algo más preciado para mi.

Cuando iba por la Avenida, meditaba en si quería realmente ir a ese fin de semana del que mi hermana, me hablaba. En 1983, mis intereses estaban más cercanos a disfrutar de mi juventud que a buscar apartarme del mundo para reflexionar sobre mi vida. Fue luego de cruzar de una acera a otra que pude ver a lo lejos a esa chica, que caminaba como a unos cien metros de donde estaba yo. Debo ser honesto, llamó mi atención su pantalón blanco apretado, la camiseta de rayas azul, rojo y blanco que usaba, muy ceñida. Ella, apuraba el paso en unos zapatos rojos de taco alto que me recordaron a los de Minnie Mouse. Sus formas esbeltas y voluptuosas, me sorprendieron; sus innegables encantos me animaron a tratar de alcanzarla. Advertí entonces, que algunos autos detenían la velocidad para piropear su gallarda figura y por los gestos de sus manos, adiviné que algo les decía ella, con evidente fastidio. Aunque caminé aprisa, no la alcancé, ella dobló la esquina y la perdí de vista. Cuando llegué a ese punto, no encontré su rastro.

Seguí entonces mi ruta hacia la parroquia, a unas pocas calles de donde estaba. Al llegar, según las referencias, encontré una construcción atípica, distinta a la idea que tenía sobre una iglesia; parecía más una casa y pasaría inadvertida de no ser por el letrero del frontis: "Parroquia de Nuestra Señora de la Caridad".  Curioso, entré, pregunté y luego dejé la solicitud para el retiro espiritual, con una señorita muy amable. En ese instante, escuché una voz que entonaba una canción. que nunca había escuchado. Pregunté, ¿Quién canta?  y un señor muy serio, que parecía sacerdote, me dijo: "Es la misa, puedes entrar si deseas, acaba de empezar".  La voz que escuchaba, llamó mi atención como el canto de las sirenas lo hicieron con los compañeros de Ulises, en su regreso a Ítaca. Era una voz de mujer, melodiosa, rítmica, potente, hermosa, subyugante. Para un joven acostumbrado a disfrutar de los amigos en una esquina, de la cerveza antes de una fiesta, asiduo a las peleas tontas del "porque me miró feo", una voz como aquella despertó mi curiosidad. Además, la letra de la canción que escuché con atención, me convenció de que debía entrar al templo;  el mensaje que traía, cuestionó lo que pensaba hasta ese momento: 

"Yo creo que hay un Dios

y le pregunto porque los niños,

se quedan sin pan

y siento que hay un Dios, que me responde

te di las manos y tus manos no les dan

Pregunto si hay amor entre los hombres

que luchan por su propia destrucción

y Dios, mirando un rifle me responde

A LAS ARMAS NO LES PUSE CORAZÓN"

(Después conocería que la canción se llama "Yo creo que hay un Dios y le pregunto" y que fue escrita por Augusto Polo Campos)

Siguiendo el impulso de mi curiosidad ingresé al templo, temeroso de ser incinerado en el acto pues hacía mucho tiempo que no entraba a uno. Debo decir que, en ese entonces, aceptaba la existencia del dios omnipresente al que se referían mi abuela y mi madre, continuamente, cuando decían "dios te va a castigar" cada vez que no les hacía caso. Creía pues en un dios severo, que castigaba con lepra y fuego a los pecadores, el que prometía proteger a sus fieles, pero había  creado el infierno para los que no le seguían. El poderoso hacedor de todo, que se transformaba en un verdugo, si no vivían según sus mandamientos y no lo obedecían. El mismo dios que ordenó  sacrificar al hijo de Abraham sólo para probar la lealtad de él y que más tarde, se mostraría débil, al no evitar su propia muerte.

Como sea, venciendo mis temores, entré al templo con cautela, siguiendo la voz que llenaba todo. No fui incinerado, por cierto, pero grande fue mi sorpresa cuando descubrí quién cantaba. 

A un costado del sacerdote que oficiaba la ceremonia eucarística, estaba la misma chica de pantalón blanco, con camiseta como los colores de la bandera de Francia y los zapatos rojos de Minnie Mouse.  Sin pensarlo, me senté en una banca a escucharla, fascinado con su voz y su presencia. Cuando terminó la canción cuya letra me cuestionó, muy profundamente, se sucedieron otras, en tono más religioso. La celebración se pasó volando. Desde mi ubicación, sólo tenía ojos para ella. 

En realidad esa tarde para mí,  dios sólo fue un pretexto.

Entonces, la misa llegó a su fin y la chica de la hermosa voz terminó de cantar, todos los presentes salieron, en silencio. Desde mi lugar, seguí  observándola, sin salir. Ella, se quedó conversando con algunas chicas voluminosas y menos agraciadas, que la habían acompañado en los coros de las canciones. Después de unos minutos, se despidió de ellas y se dirigió a la salida, pasó por mi lado sin mirarme y no la vi más, mi corazón se hizo pequeño

Iré a ese retiro, me dije, ya fuera de toda duda.

Pasados unos días, hice el EPJ -todo un fin de semana- en una casa de retiro alejada del bullicio de la ciudad. Esos días, cambiarían mi vida y la visión que tenía de Dios.  Quien estaba más feliz era mi hermana Carolina, ya que pasábamos horas conversando sobre la experiencia y sonreía radiante cuando le decía: “Dios es amor” y la abrazaba. Ella, siempre preocupada por mi crecimiento personal, reía contenta, a carcajadas. Pasaron dos meses y me invitaron a un grupo juvenil que se reunía todos los domingos, lo que acepté jubiloso. Mis amigos del barrio y del colegio, se preguntaban, qué me había pasado.  

Una tarde de domingo, luego de una reunión, bajamos como era costumbre a misa dominical y allí estaba ella, cantando en el coro junto a otras chicas, pero su voz y presencia destacaban.  Esa tarde, no escuché al sacerdote, no escuché la homilía y nada de lo que sucedía a mi alrededor…cuando pasó por mi lado la saludé y ella me contestó con una gran sonrisa. En ese instante, me sentí como el jorobado Hefesto ante la presencia de Afrodita, lo demás, es otra historia.

Así fue como conocí a Jeannette Risso Voysest, a quien sus amigos llaman cariñosamente “La diva”, y quien sería después, mi enamorada, luego mi esposa y madre de mi único hijo, Mauricio.

Contar cómo nos enamoramos, o cómo la conquisté, merecería un capítulo aparte. Narrar nuestra vida matrimonial y nuestra posterior separación, sería una historia de la que muchos tienen diferentes versiones y no pretendo cambiar ninguna de ellas.

Lo cierto es que, después de doce años de vida matrimonial, un día cometí el tremendo error de no ser un hombre honesto, un esposo responsable y un buen padre. De pronto, causé daño, mucho dolor y una gran decepción a mi familia, engañando a personas inocentes y a mí mismo. Nada puedo decir a mi favor, nada tengo para justificar mis actos y nada hay por reclamar ante lo evidente de mi proceder.

Esa historia sólo podría resumirse parafraseando una frase que escuché en una película hace tiempo “fuiste medido, pesado, evaluado y no diste la talla”. Nada más.  

La vida siguió su curso, mi hijo creció, crucé el océano, regresé y seguí caminando hasta hoy.  A través de todos los años que han transcurrido, Jeannette no ha dejado de ser mi amiga y aunque estoy seguro que no ha sido fácil para ella volver a confiar en mí, siempre me dio la oportunidad de no dejar de ser un padre para Mauricio, nuestro hijo. Cuando él le preguntaba por qué a pesar de mi falta, me permitía visitarlos, ella respondía: “Porque Dios es amor, es perdón y él es tu padre”. 

Y en su día, Mauricio, siguiendo el ejemplo de su madre, también me perdonó.

Con el tiempo, me he convencido de que Dios es amor y es perdón, que existe y que está fuera de los conceptos que aprendí en mi etapa parroquial. Más allá de todas esas personas que dijeron ser amigos míos y sólo se mostraron como jueces de la fe, cuando fallé. Recuerdo una vez que regresaba a mi casa, después de ver a Mauricio. Eran los días en que estaba enfermo, muy delgado, demacrado y sin trabajo. Pasó un auto y reconocí a varias personas que iban adentro, eran antiguas amistades que alguna vez frecuentaron mi hogar. Ellos, me reconocieron, y voltearon su rostro. Luego, regresaron por la misma calle para verme, y así lo hicieron tres veces más, para constatar el estado en que me encontraba. En la última pasada, se rieron con burla, al parecer satisfechas  de verme así. A muchos de esos buenos cristianos los veo ahora en misas virtuales o haciendo cadenas de oración en las redes. Siempre comprometidos con la paz del mundo, predicando el amor entre los hombres y la fe verdadera a su manera”. No los juzgo, sólo no les creo.

La fe está por encima de todas esas personas que dicen ser amigos  y luego condenan como los fariseos condenaron a Jesús. Lo hicieron conmigo y con otros amigos, nos dieron la espalda. Por eso no creo en el dios de los hombres que se dicen católicos, me doy cuenta de que ellos, han convertido a la iglesia de Dios en una fábrica de dogmas y preceptos que nadie debe cuestionar, son los hombres como ellos, los que la han transformado en una iglesia que ha subastado indulgencias a través de los siglos, convirtiendo la doctrina de amor en una mentira donde todo huele a incienso, donde la manipulación apesta a palo santo y se enseña que sin donación no hay salvación, es por eso que en las misas primero pasan la limosna… y después dan la comunión.

Hoy ya no creo en ese dios fabricado y manipulado por hombres, para encajar en la medida y conveniencia de quienes lo predican, adecuado a los intereses de quienes utilizan su nombre para beneficio propio, los he visto y conozco a muchos de ellos. Dejé de creer en el dios de los sahumerios y procesiones, de los “por mi culpa, por mi culpa y gran culpa”, de los interminables rosarios y buenos deseos, que adormecen la conciencia de quienes conocen sus propias manías. 

Creo en el Dios que Jeannette predica y testimonia con sus actos. Creo en el  Dios en el que ella cree, ese que bendice cada día a la familia que hemos  formado con mi hijo, a pesar de todo. Creo en el Dios de la amistad que mantengo con ella, a través de los años.  

Creo en el Dios que perdona al pecador, al hombre arrepentido.

Jeannette y mi hijo me perdonaron, y sólo eso cuenta.

El dios de los que condenan y alejan, imagino que sigue clavado aún en alguna pared oscura, esperando por los que hasta hoy, me siguen juzgando y tratando como un pecador que no merece una oportunidad, sin importarles que Jeannette y Mauricio me reciben con afecto y cariño, como familia. En realidad, poco importa lo que esas personas opinen o hagan, ellos serán siempre “los Inmaculados” con reserva especial a la derecha de dios. Ellos ya están “salvados” ¡Aleluya!

Jeannette a mis ojos, es modelo de confianza y fe, de palabra cierta; ella es el ejemplo real de lo que significa perdonar y tener caridad con actos de bondad y una sonrisa que todo ilumina. Ella, me ha recibido cuando a veces necesitaba sólo de una palabra amiga y mucha solidaridad, me escuchó cuando otras puertas se cerraban. Jeannette, mi amiga, estuvo allí extendiendo su mano siempre otorgándome la posibilidad de mejorar, a pesar del dolor que le cause. Ese gesto la ennoblece totalmente.

La vida se llevó a mi padrino Andrés, a mi hermana Carolina, a mi padre pero me dejó la presencia de Jeannette, una mujer a la que no supe valorar en su real trascendencia en mi vida. Gracias a ella, a nuestras conversaciones, al amor que ambos guardamos por nuestro hijo, puedo decir que comprendo lo que significa saberse perdonado y acogido.

Ella es como su Dios y yo creo en el Dios que ella predica.

Pues una tarde a la luz de mi experiencia y motivado por los consejos de Jeannette, pude perdonar mis propios actos y encontrar paz en ello.

Cada día es una aventura nueva para mí, cada mañana cuando agradezco por la vida, le sumo un agradecimiento especial por ella. Su perdón y amistad me salvó del vacío que construí a mi alrededor cuando me vi solo en esta ciudad, que no entiendo. Su presencia, su afecto, su respeto, su forma de mirarme directo a los ojos para decirme “eres el padre de mi hijo, mi amigo, Dios no te quiere quieto, sigue caminando”, me ayudó mucho a no perder la cordura en medio del dolor. Su amistad y cariño, me hacen una mejor persona.

Mañana será su cumpleaños.  

Hoy, querida Jeannette, te deseo lo mejor.

¡Felicidades! Espero te mantengas siempre bella, inteligente, valiente, encantadora y seas siempre la gran amiga que no merezco, pero que cuento como una de mis mayores fortunas. En la parroquia no encontré respuestas, pero me encontré contigo.

Eres el gran tesoro que la vida me trajo.

Gracias por el hijo que me regalaste, que siempre será el vínculo que nos una.

Gracias por tu caridad, por tu misericordia. 

Gracias por tu amistad.

Gracias por salvarme.

Espero tengas un hermoso 27 de Octubre.

Feliz cumpleaños. Que Dios te bendiga. 

martes, 11 de octubre de 2022

GRIETAS

 




Todavía hay una grieta 

cruzando el centro de mis emociones,

todavía tengo el ego clavado en la pared

el lamento no es un verso

suena a fatalidad

soy un Adán sin Eva

en esta ciudad que de paraíso, nada tiene


Todavía espero que las  efigies me hablen,

las sombras jamás serán luceros

si viven la vida de otros fingiendo felicidad,

todavía presiento el vuelo de Venus 

esperando que roce mis manos 


Todavía en la penumbra despierto 

rodeado de vientos que gritan un nombre

miro la noche, intento una oración 

y solo un maullido triste brota

 

Soy un gato sin dueño

enamorado de la luna distante


Todavía retengo el aliento de una musa

en el meandro inconcluso de una historia

que no voy contar

 

Todavía hay una grieta

atravesando mis razones

que suenan a ironías

 

No es vida, solo es un transcurrir 

 

Todavía hay una grieta

que debería empedrar 

con treinta monedas

y algo de dignidad 











lunes, 10 de octubre de 2022

FELIZ DÍA DE LA MARINA




Estábamos en plena pandemia en octubre del año 2020, mi padre estaba confinado en la casa donde rentaba un cuarto. Fui a visitarlo. Cuando me recibió se alegró muchísimo de verme.


- Salúdame hijo, hoy es el día de la Marina de Guerra del Perú.


Me causó gracia su reclamo, así que lo saludé


- Feliz día de la Marina de Guerra, feliz día viejo lobo de mar, ¿una mujer en cada puerto papá? 

- No en todos, hijo. Eso no aprendiste, a ser frío con los sentimientos.


Don Tito, ya estaba en modo Steven Seagal.


- Por qué si no te gustaba el uniforme, por qué ese orgullo de pertenecer a la marina, no lo entiendo, explícame. 

- Soy un marino - dijo.

- Estuviste papá, fuiste un marino y hoy ya no lo  eres. Por qué sigues celebrando el "Combate de Angamos". Por qué celebramos este día 

- Hijo, un marino lo es toda la vida. Soy y sigo siendo un marino, he crecido bajo la estela del Almirante Grau, serví en la armada casi 20 años y luego fui oficial de la marina mercante 25 años más, allí tengo muchos compañeros de armas, que no son solo amigos, son hermanos, templados en momentos de dificultad, experiencias que marcan el carácter, tu crees que esas situaciones han sido un juego de niños. Te cuento…

- ¿Ya vas a empezar, papá? - dije aburrido - ya dale, cuéntame


Está vez no lo calle, quien iba a pensar que sería el último 8 de Octubre que celebraría vivo su orgullosa investidura de marino.


Entonces volvió a contarme la historia de cuando se quedó varado toda una noche con dos compañeros en un peñón en el mar del norte, frente a Tumbes, por que el bote se quebró. 


- Rodeados de tiburones, por qué son aguas cálidas ¿Sabes?, nos sacaron por helicóptero. Muertos de frío. Con una soga. Tu crees que el flaco Mendoza, el que iba a la casa no se hizo mi amigo, mi hermano después de esa noche que pasamos mojados agarrados de las rocas.

- Comprendo papá - afirmé mirando sus ojos cansados 


Y volvió a contarme otra vez el día  que cruzó el desierto de Sechura, cargando dos balones de oxígeno, uno en cada hombro para un faro, al que no podían acceder por mar por lo peligroso que era. Entonces eran enviados con solo con dos manzanas, dos naranjas y una cantimplora llena de agua. Caminaban por horas para cambiar los balones y abastecer el faro.


- ¿Mucho calor papá?

- De 40 grados para arriba, tu no aguantabas. Tu generación es de cristal, se hubieran desmayado

- Recuerda papá que trabajé en construcción en España - dije algo ofendido 

- Esa vez Bianchini se quebró el dedo del pie por no bajar bien el balón y …

- Y ya sé, lo ayudaste y lo cargaste al hombro todo el regreso. Y los balones vacíos se quedaron y tuviste que volver por ellos - me adelante a sus palabras algo resentido.

- Ten paciencia con este viejo pues Iván. 

- Si papá y qué más….


Y siguió luego con la historia de la patrullera que persiguió a las anchoveteras chilenas que cruzaron a pescar del lado peruano. Esa historia si me gustaba escuchar y siempre le hacía preguntas para atraparlo en alguna contradicción y caer en la mentira. Pero siempre repetía la misma versión…


- Los chilenos no hicieron caso de la orden de  ¡Alto! que les dábamos por radio y megáfono. Las bolicheras aceleraron en dirección  a la línea de frontera y nuestro "comaaante" ...

 

Siempre lo decía así y nunca entendí por qué esa forma de decir comandante…


- Ordenó disparar sobre la línea de flotación, fue hermoso verlos arrojarse a la cubierta a los "rotos"  asustados. No sé de dónde apareció un avión y picaba sobre nosotros. 

- ¿Y qué avión era ? - pregunté para ver si cambiaba la versión 

- Esos de instrucción creo que un T 30.

- ¿Si? Y qué más - le preguntaba

- Cuando picaba hacia abajo en vuelo rasante sobre nosotros- decía haciendo ademán con su mano en caída - por la radio nos decía, el piloto, "voy disparar peruano conchetumare", pero no lo hizo. Ya habíamos abordado.

- Buenas historias papá. Salud don Tito, traje un vino para celebrar el día.

- Salud hijo. Si pues, pero nunca escribes sobre mí, no perdonas lo mal padre que fui contigo.

- No papá, no es por eso. Solo somos diferentes. Tú tenías un plan para mí y yo tenía otro. Además tu orgullo siempre fue para mis hermanas. Yo soy solo un escritor sin trabajo, sin mujer, y con mi hijo lejos.

- Yo siempre te pongo un like y comento Iván, en tu facebook.

- Lo sé papá gracias.

- Y la verdad reconozco que has crecido como persona. Estoy orgulloso de tí.


Así es como recuerdo la última tarde que mi padre celebró el día de Grau y el combate de Angamos. El orgulloso marino que dio la vuelta al mundo varias veces y conoció lugares impensados. Don Tito, "Steven Seagal"; para nosotros era un tipo con mucho mundo, lleno de una mezcla de arrogancia por su experiencia y humildad para no parecer presumido.


Había qué preguntarle dónde no estuvo, él conoció ciudades como Calcuta, en la India, donde embargaron la nave y tuvieron que vivir tres meses de la ayuda de otros marinos. Llegó a Australia y Nueva Zelanda, se trajo una mantequilla deliciosa que aún recuerdo. Estuvo también en San Petersburgo, en Rusia, llegó por el río Amarillo hasta Zhengzhou en China. Navegó toda la costa este y oeste de los EEUU, hasta Canadá.  A Japón iba dos veces al año, y de allí a Corea del Sur, Europa la conocía como si fuera su casa. De Sudamérica solo le faltó Bolivia, que no tiene mar. Le encantaba Valparaíso y Argentina.


Siempre terminaba siendo el centro de las conversaciones cuando arrancaba a hablar o le preguntaban por sus viajes. Después de Alan García, Steven Seagal para encantar con las palabras.

Fue una tarde amena, conversamos con Mauricio por videollamada y la pasamos muy bien. No le di un abrazo por precaución. Seguimos viéndonos cada vez que le visitaba.


Después de algunos meses mi padre iba a arriar la bandera por el covi19 como tantos peruanos. Murió solo en un pabellón del hospital naval. Y solo me dieron sus cenizas. Por caprichos ajenos no pudimos (mi hijo y yo) cumplir su deseo de esparcirlas en el mar de Grau. Sus cenizas descansan en un país lejano y a él le gustaba su Perú, siempre volvía aquí. 


Ese era mi padre, un hombre de aventuras y muchas historias. Siempre distante a mi y poco inclinado a darme la razón. Exigente con sus hijos en cuanto a lo que seríamos. Don Tito era de esos padres que no dejaban que veas sus debilidades y  guardaba las lágrimas para cuando estaba solo. No lo vi llorar cuando llegó al Callao después de meses y se enteró que mi abuelita ya no estaba. No lo vi llorar cuando Carolina nos dejó. Pero sé que le dolió mucho. Siempre fue cariñoso con sus nietos y solidario con sus amigos.


Ahora que ya no está me doy cuenta de dónde me viene esa inclinación por contar historias, de dónde aparece esa elocuencia en el hablar que dicen a veces tengo. 


Toda la vida rebelde intenté no parecerme a "Steven Seagal"; y resulta que cuando veo el espejo, me encuentro con mi padre. Cuando hablo me dicen, hablas como tú viejo. Antes me fastidiaba. Ahora ya no, solo guardo silencio y lo recuerdo.


Cuando he conocido y escuchado todo lo que se dice de él, cómo lo recuerdan las personas, los amigos, el afecto que prodigó, los consejos que regaló, la ayuda que brindó a muchas personas. Cuando voy conociendo al hombre que era mi padre, me digo en voz baja,


Soy un Adrianzén, hijo de Juan Eduardo Adrianzén Novoa. Soy hijo de un marino.  Mi apellido viene de Piura, de la tierra del Almirante Grau. 


Papá en la dimensión que te encuentres quiero que sepas que estamos en paz.


Y me siento orgulloso de ser tu hijo.


Feliz 8 de Octubre, Steven Seagal. 


Feliz día de la Marina de Guerra del Perú.


Te extraño




                                            

viernes, 7 de octubre de 2022

El taladro

                



Despierto en la  oscura  madrugada por los gritos de un inconsciente que taladra su pared sin importarle quebrar el silencio y el sueño de quienes vivimos cerca. Digo gritos, porque el mismo imbécil contesta de manera desaforada el reclamo de una vecina del piso de abajo. Hasta los gatos corrieron y las palomas se apartaron con el ruido y los reclamos. Miro el reloj son las cinco, no debería estar taladrando una pared,  recién va a amanecer. 


Trato de adivinar dónde vive ese sujeto para esperarlo cuando salga a comprar el pan y decirle de manera cortés que se vaya a visitar a su señora madre, pero desisto cuando me muevo y siento el tirón en mis piernas, ese dolor que me recuerda la edad que tengo, la ciática es mi compañera más fiel en estos meses. Mi amigo de colegio hoy famoso traumatólogo dice que es temporal. Yo creo que es la falta de sexo y el estrés. Como sea ya estoy despierto. El taladro sigue sonando y las paredes retumban. 


No enciendo la lámpara absorto de las sombras que se dibujan en el techo por la luz que penetra la cortina entreabierta. Una de las sombras se parece al gordo de mi amigo que acaba de embarazar por séptima vez a su esposa estando sin trabajo, está preocupado, solo repite "dios proveerá" me dijo, y no supe qué decirle de bueno; los que tienen fe son asombrosos. "dios esperaba que te cuides idiota, allí es donde te provee" le digo con cariño aprovechando la confianza que nos tenemos. Otra de las sombras me recuerda al acomplejado individuo que despacha en la tienda de al frente y que siempre da el cambio contando en quechua de manera servil. Se ofendió cuando le dije que me hable en castellano. "Es nuestra lengua" dijo. "La tuya" le contesté, "nací en el Callao, crecí en Lima, ¿Te hablo en inglés o te insulto en italiano?" le pregunté. "Fascista" me dijo cuando salía de la bodega. Sigo mirando la pared intentando escoger entre las sombras a quién me puede recordar alguna de las sombras. El taladro sigue sonando inmisericorde, molesta.


Una de las sombras se parece a mi ex, la descarto inmediatamente por salud mental, no vaya a deprimirme de tanto pensar y tengo mucho que hacer hoy.


Han pasado 45 minutos, ahora que el día está aclarando, el taladro por fin guardó silencio. Las sombras se disiparon y mis pensamientos con ellas. 


Me levanto, pongo el hervidor y entro a la ducha, enciendo la therma. Cinco segundos después, un ruido seco me asusta, el agua se enfría de pronto y el hervidor se apagó. Olvidé que no puedo poner ambos a la vez. Termino de bañarme con agua fría. Salgo temblando, pero muy despejado.


Escucho gritos en la calle mientras me cambio de ropa. Hay una mujer que grita con voz chillona parece que no respira al hablar "¿Cómo se te ocurre taladrar a las cinco de la madrugada, inconsciente?" escucho decir cuando miro por la ventana. Hay un hombre  que está por subir a un auto, me doy cuenta que es el “imbécil del taladro” , sin mirar él solo levanta la mano y enseña el dedo medio a la mujer. Que cólera me da su prepotencia. Tengo ganas de bajar y enfrentarlo. Sigo observando mientras apuro en colocarme la ropa. 


Entonces de algún lado aparece un muchacho y le arroja un balde con agua al "imbécil del taladro" que sorprendido grita. Cuando reacciona persigue al joven y se encuentra con un hombre corpulento y grande, detrás de él se ha escudado el muchacho. El “imbécil del taladro” intenta agredir al joven y el hombre grande de un empujón lo arroja al piso. 


Desde la ventana soy un espectador privilegiado. Que satisfacción encuentro al ver mojado al que me despertó esta mañana con el taladro. El imbécil se para y dice algo, casi llora, está indignado. El hombre grande sonriendo lo mira. “No te quejes inconsciente”, le dice “le has levantado el dedo a mi esposa y le quieres pegar a mi hijo”.  De alguna ventana una señora aplaude, me uno a ella, y de otras ventanas otras personas aplauden. La mujer que reclamaba anima al justiciero. El imbécil levanta la mirada con furia y reconozco que es el tendero que habla quechua. Me río con ironía.. 


Suena el teléfono, contesto, es mi hijo desde Brasil.


    - Hola viejo, ¿Cómo estás? ¿Qué dice Lima?

    - Igual que siempre hijo, le contesto.