viernes, 5 de octubre de 2018

Viaje en una Custer


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Salgo a la calle, tengo sueño otra vez tuve insomnio. Subo a la Custer "Brasil, Brasil" grita el hombrecillo colgado del estribo, "¿Vas?" me dice. Hago un gesto con la mano y subo justo cuando avanza la unidad, la gente grita porque me caigo hacia dentro. "Cuidado papá, ya despierte" me dice el hombrecillo mientras me empuja. Yo solo alcanzo a mirarlo preocupado de no perder la compostura. (Le tomo la placa).

Me ceden el asiento, y me niego cortésmente “solo tengo 53” pienso preocupado. Voy hacia atrás alguien, se para y me siento. Miro la calle, el tráfico, los gritos, la radio trae reggaetón, paradas, sobresaltos, gritos, silbatos, sube y bajan personas, ruido ensordecedor de claxon estridentes. Pienso en mi poemario, en mi siguiente libro también, en mi hijo, en ella y me olvido de donde estoy.

-         Pasajes, pasajes – dice el hombrecillo,  de camisa sucia, cabello grasiento apelmazado, manos sucias y uñas negras.

Regreso de mi isla mental, saco una moneda y espero se acerque. Solo quiero llegar a mi destino, es un día tranquilo.

-         ¿A dónde vas? – pregunta sin educación, insolente.
-         A una reunión con una señorita que es poeta y quiere reunirse conmigo – digo mirándole seriamente, con respeto.

Risa general de los que nos rodean y el hombrecillo con cara de no entender.

-         ¿A dónde vas? – pregunta otra vez, pero con fastidio.
-         Ya te dije a una reunión con una….- continuo educado.
-         ¿A dónde vas? – me corta - ¿En dónde bajas, tio? Ba–jas, ba-jas – dice deletreando en voz alta como si yo fuera sordo (es verdad, mi oído derecho no funciona)
-         Voy donde una señorita,  que quiere conocerme en la Av. La Marina …
-         Tres soles – dice sin escucharme y sin mirarme estira la mano
-         ¿Cómo? – digo – siempre pago dos soles – y le entrego el importe.
-         Tres soles, viejo – me dice insolente.
-         ¿Qué dices?

El hombrecillo, que ya perdió todo rasgo de amabilidad (que nunca tuvo) me dice agresivo.

-         El sol más es por hacerte el payaso.
-         ¿?

Entonces me paro cual extensa es mi humanidad (que no es mucha) y le miro hacia abajo, y con mi más esforzada cara de malo (ósea  con poco esfuerzo) le digo.

-         ¿Qué te pasa? ¿Quieres bajar por la ventana?
-         No señor, me mira hacia arriba – y luego recomponiendo el ánimo, agrega
-         Usted empezó pues.

Y la gente alrededor que se ríe. Mientras el hombrecillo me entrega un boleto y va hacia adelante.

Vuelvo a mis pensamientos que son interrumpidos por la bulla, los 15 venezolanos profesionales ellos (dicen) que subieron  a disculparse, a vender golosinas y regalar billetes de su país, (no sé porque me acuerdo de Fausto, mi amigo), 5 peruanos que ruegan les compren y un peruano que dijo ser venezolano al comienzo y luego dejando el dejo se confesó peruano, para que le compren.

La Custer que hace carrera con otra nos trae con sobresaltos, frenadas secas, que llevan a las personas hacia adelante y aceleradas bruscas que hacen que las personas se sujeten de sus asientos sin decir nada. Como si todo ello fuera normal (O quizás soy yo el extraterrestre que no se adapta).

Sube una chica embarazada con un niño en brazos, nadie le cede el asiento. El preferencial lo ocupa una chica de aspecto quinceañero que teclea un celular moviendo  los dedos con rapidez, cedo mi asiento y le digo a la chica. “Estas en asiento preferencial” y ella me contesta  con mirada de odio “y usted es hombre”. Guardo silencio (Ya para que contestar). Mis pensamientos se tornan grises, creo que mi amigo el “chinchano” me contagió su melancolía a través del chat.

Llego a mi destino, me acerco a la puerta, solicito bajar en el siguiente paradero de la avenida en un centro comercial. Antes de llegar al mismo, como a unos veinte metros, en segundo carril  la Custer se detiene y me abre la puerta, en medio del cruce de dos avenidas.

-         En el paradero por favor – le digo al chofer
-         Aquí me “abro”  y voy de frente – contesta sin mirar
-         Es peligroso aquí y no es el paradero -   le reclamo

El cobrador, el hombrecillo sucio, ve la oportunidad de vengarse  “Baje aquí viejo”, dice sonriendo con malicia.

-         Déjeme en el paradero por favor – ya fastidiado digo.
-         Por un sol, quieres que te lleve a tu casa, viejo – me contesta el hombrecillo sucio, envalentonado por la cercanía del chofer.

No sé….


Yo no soy viejo, solo tengo 53 años.

Vi colores, cerré el puño y “a cobrar.”

Un recto a la cara del hombrecillo sucio, que  rueda  por el pasadizo de la Custer. El chofer que gira y se encuentra con mi famosa patada derecha en el rostro (la misma que vengó el robo de mi celular), gritos a mi espalda, la de un universitario que dice “vamos tío, duro”, la quinceañera que me grita “viejo abusivo”, una señora que gritando me sujeta el brazo cuando iba por el segundo con el hombrecillo sucio caído en el pasadizo, las demás personas miran con rostros de asombro, miedo y censura. El chofer que salta a mi espalda y sujeta mi cuello (como la hormiga al elefante) me levanto y lo cargo a él (creo que Hulk me atrapo, estoy transformado) un señor de traje que ruega calma frente a mí con las manos en oración. El hombrecillo que se escuda detrás de la señora. Ensayo un codazo hacia atrás y el chofer que cae de espaldas, miro a todos como loco, sudando, con mil palpitaciones en el pecho. Todos me miran con ojos desorbitados llenos de espanto, asustados, el universitario haciéndome la V de la victoria.  La señora embarazada que chilla y su hijo en brazos mucho más. Los autos detenidos en la avenida, tocan el claxon, todo es una locura. El hombre de traje que me toca el codo suavemente y me implora “baje señor, baje” y grito.

-         Sarta de huevones, nadie dice nada, solo callan y se dejan “mangonear” por estos… - y me bajo gritando a voz en cuello. Cruzo hacia la acera y sigo gritando.
-         Estamos hasta las huevas, todos hacen lo que quieren y nadie hace nada, por eso estamos así, porque callamos y dejamos hacer, no nos importa….

Desde la Custer, me miran como si fuera un loco. ¿Acaso lo soy? Todos me miran en la calle y se alejan de mí, quedo solo al centro de todo, desnudo, invalido en mi locura. Reacciono, guardo silencio. Siento vergüenza.  Me escabullo como puedo, ingreso al centro comercial.  Solo quería llegar a ver a mi amiga.                    

Extraño Pauranga, el silencio, las nubes, el cielo azul.

Ya no pertenezco aquí.  Lima me sofocas.

¿De dónde soy?

Por la tarde. Camino de retorno a  casa.