Salgo a la calle, tengo sueño otra vez tuve insomnio. Subo a la Custer
"Brasil, Brasil" grita el hombrecillo colgado del estribo, "¿Vas?"
me dice. Hago un gesto con la mano y subo justo cuando avanza la unidad, la
gente grita porque me caigo hacia dentro. "Cuidado papá, ya despierte"
me dice el hombrecillo mientras me empuja. Yo solo alcanzo a mirarlo preocupado
de no perder la compostura. (Le tomo la placa).
Me ceden el asiento, y me niego cortésmente “solo tengo 53” pienso
preocupado. Voy hacia atrás alguien, se para y me siento. Miro la calle, el tráfico,
los gritos, la radio trae reggaetón, paradas, sobresaltos, gritos, silbatos, sube
y bajan personas, ruido ensordecedor de claxon estridentes. Pienso en mi
poemario, en mi siguiente libro también, en mi hijo, en ella y me olvido de donde
estoy.
-
Pasajes, pasajes –
dice el hombrecillo, de camisa sucia,
cabello grasiento apelmazado, manos sucias y uñas negras.
Regreso de mi isla mental, saco una moneda y espero se acerque. Solo
quiero llegar a mi destino, es un día tranquilo.
-
¿A dónde vas? – pregunta
sin educación, insolente.
-
A una reunión con
una señorita que es poeta y quiere reunirse conmigo – digo mirándole seriamente,
con respeto.
Risa general de los que nos rodean y el hombrecillo con cara de no
entender.
-
¿A dónde vas? –
pregunta otra vez, pero con fastidio.
-
Ya te dije a una
reunión con una….- continuo educado.
-
¿A dónde vas? – me corta
- ¿En dónde bajas, tio? Ba–jas, ba-jas – dice deletreando en voz alta como si
yo fuera sordo (es verdad, mi oído derecho no funciona)
-
Voy donde una
señorita, que quiere conocerme en la Av.
La Marina …
-
Tres soles – dice sin
escucharme y sin mirarme estira la mano
-
¿Cómo? – digo –
siempre pago dos soles – y le entrego el importe.
-
Tres soles, viejo –
me dice insolente.
-
¿Qué dices?
El hombrecillo, que ya perdió todo rasgo de amabilidad (que nunca tuvo)
me dice agresivo.
-
El sol más es por
hacerte el payaso.
-
¿?
Entonces me paro cual extensa es mi humanidad (que no es mucha) y le
miro hacia abajo, y con mi más esforzada cara de malo (ósea con poco esfuerzo) le digo.
-
¿Qué te pasa? ¿Quieres
bajar por la ventana?
-
No señor, me mira
hacia arriba – y luego recomponiendo el ánimo, agrega
-
Usted empezó pues.
Y la gente alrededor que se ríe. Mientras el hombrecillo me entrega un
boleto y va hacia adelante.
Vuelvo a mis pensamientos que son interrumpidos por la bulla, los 15
venezolanos profesionales ellos (dicen) que subieron a disculparse, a vender golosinas y regalar
billetes de su país, (no sé porque me acuerdo de Fausto, mi amigo), 5 peruanos
que ruegan les compren y un peruano que dijo ser venezolano al comienzo y luego
dejando el dejo se confesó peruano, para que le compren.
La Custer que hace carrera con otra nos trae con sobresaltos, frenadas
secas, que llevan a las personas hacia adelante y aceleradas bruscas que hacen
que las personas se sujeten de sus asientos sin decir nada. Como si todo ello
fuera normal (O quizás soy yo el extraterrestre que no se adapta).
Sube una chica embarazada con un niño en brazos, nadie le cede el
asiento. El preferencial lo ocupa una chica de aspecto quinceañero que teclea
un celular moviendo los dedos con
rapidez, cedo mi asiento y le digo a la chica. “Estas en asiento preferencial”
y ella me contesta con mirada de odio “y
usted es hombre”. Guardo silencio (Ya para que contestar). Mis pensamientos se tornan
grises, creo que mi amigo el “chinchano” me contagió su melancolía a través del
chat.
Llego a mi destino, me acerco a la puerta, solicito bajar en el siguiente
paradero de la avenida en un centro comercial. Antes de llegar al mismo, como a
unos veinte metros, en segundo carril la
Custer se detiene y me abre la puerta, en medio del cruce de dos avenidas.
-
En el paradero por
favor – le digo al chofer
-
Aquí me “abro” y voy de frente – contesta sin mirar
-
Es peligroso aquí y
no es el paradero - le reclamo
El cobrador, el hombrecillo sucio, ve la oportunidad de vengarse “Baje aquí viejo”, dice sonriendo con malicia.
-
Déjeme en el
paradero por favor – ya fastidiado digo.
-
Por un sol, quieres
que te lleve a tu casa, viejo – me contesta el hombrecillo sucio, envalentonado
por la cercanía del chofer.
No sé….
Yo no soy viejo, solo tengo 53 años.
Vi colores, cerré el puño y “a cobrar.”
Un recto a la cara del hombrecillo sucio, que rueda por el pasadizo de la Custer. El chofer que
gira y se encuentra con mi famosa patada derecha en el rostro (la misma que
vengó el robo de mi celular), gritos a mi espalda, la de un universitario que
dice “vamos tío, duro”, la quinceañera que me grita “viejo abusivo”, una señora
que gritando me sujeta el brazo cuando iba por el segundo con el hombrecillo
sucio caído en el pasadizo, las demás personas miran con rostros de asombro,
miedo y censura. El chofer que salta a mi espalda y sujeta mi cuello (como la
hormiga al elefante) me levanto y lo cargo a él (creo que Hulk me atrapo, estoy transformado) un
señor de traje que ruega calma frente a mí con las manos en oración. El
hombrecillo que se escuda detrás de la señora. Ensayo un codazo hacia atrás y
el chofer que cae de espaldas, miro a todos como loco, sudando, con mil
palpitaciones en el pecho. Todos me miran con ojos desorbitados llenos de
espanto, asustados, el universitario haciéndome la V de la victoria. La señora embarazada que chilla y su hijo en brazos mucho más. Los autos detenidos en la avenida, tocan el claxon, todo es una
locura. El hombre de traje que me toca el codo suavemente y me implora “baje
señor, baje” y grito.
-
Sarta de huevones,
nadie dice nada, solo callan y se dejan “mangonear” por estos… - y me bajo
gritando a voz en cuello. Cruzo hacia la acera y sigo gritando.
-
Estamos hasta las
huevas, todos hacen lo que quieren y nadie hace nada, por eso estamos así, porque
callamos y dejamos hacer, no nos importa….
Desde la Custer, me miran como si fuera un loco. ¿Acaso lo soy? Todos me
miran en la calle y se alejan de mí, quedo solo al centro de todo, desnudo,
invalido en mi locura. Reacciono, guardo silencio. Siento vergüenza. Me escabullo como puedo, ingreso al centro
comercial. Solo quería llegar a ver a mi
amiga.
Extraño Pauranga, el silencio, las nubes, el cielo azul.
Ya no pertenezco aquí. Lima me
sofocas.
¿De dónde soy?
Por la tarde. Camino de retorno a
casa.