Me sucede siempre y seguro que a muchos también, decir "no me gusta" sin conocer el contenido, el sabor, de qué trata, de qué está hecho. Así me ha sucedido siempre. Me he perdido de cosas por ese absurdo concepto de negar lo desconocido, que en buena cuenta es mucho de inseguridad y poca confianza.
Durante años en casa quisieron que probara y comiera un plato de frejoles con seco de cordero, y durante años me negué. “Prueba el choclo con queso, con aji de casa” me decían, respondía lo mismo. “Vamos al sur, a la playa” , dijeron un día mis amigos, “me aburre la arena”, contesté. “ A esa chica le gustas”, “tiene piernas flacas y pelos en los brazos”, respondí un par de veces. “Vamos de viaje a Japón” dijo mi padre hace mucho tiempo, “yo quiero a mi patria” le dije altanero (tremenda tontería). “Toma te regalo esta novela, lee Madame Bovary”, me invitó mi abuelo, “es un poco aburrido” contesté ignorante.
Cada quien, estoy seguro, tiene sus razones para negarse a ciertas cosas nuevas. En mi caso muchas veces era el temor a lo desagradable, el poco dinero, la falta de coraje para la aventura, el temor a lo desconocido, la pereza y el aburrimiento y un sin número de pretextos de alguien poco proclive a abandonar su espacio de confort. Sin embargo lo que no se aprende en un momento de la vida, ella misma te lo vuelve a enseñar y a veces de maneras graciosas o poco amables, según sea el caso. “La vida, el amor y sus esmeros” como cantaba la "Negra Sosa", siempre extendió su mano y me enseñó cosas a través de las personas.
Como sea con casi dieciséis años, un día fui invitado al Coliseo de gallos “Sandia” no sabía qué era ese lugar, cerca a la plaza Dos de Mayo, cuando llegamos mis amigos del colegio pararon en una carretilla que vendía choclos con queso con ají de huacatay. Yo los miraba estupefacto y con cierto asco. Comían con placer y gusto todos ellos."El Ñoño” bañado de sudor en la frente y alrededor de sus labios me increpó.
Chino,¿ por qué no comes cuñao?
Seguro no tiene plata - dijo "El gusano”
No me gusta, cuñao- dije con gesto agrio.
Señora sirvale a este sonso que nunca ha probado. Yo te invito huevonazo - y todos se rieron - ojalá tu mamá no se entere y te castigue - para ese entonces sufría de “mamitis dependencia'', si ya era una hazaña estar allí con ellos, comer con ellos era otra cosa.
Pero esa tarde experimenté lo que significa comer un choclo con queso en el Perú, algo inexplicable en palabras, en ningún lado encontrarás algo tan delicioso y tan nuestro. Para mí fue un descubrimiento esa explosión de sabores en mi paladar del ají, el queso y el choclo. Es lo que más extrañaba cuando estuve fuera. Mi sobrina Paola cuando vino de España fue lo primero que me pidió comer, un choclo con queso, y luego se quiso quedar aquí en el Perú.
Otro día mientras caminábamos por Lima, buscando repuestos para auto, llegamos a la plaza Manco Capac, la misma del monumento del Inca donado donado por la colonia japonesa, esa tarde comimos los famosos “pan con suela con harta cebolla” del distrito de La Victoria, no podía creer que existiera algo tan delicioso, pero tenía que ir acompañado con su Chicha Morada como afirmaba "La Rata”, quien invitó sabiendo que no lo había probado hasta ese momento, hasta hoy cuando lo recordamos no sabemos de qué estaba hecho.. Aquella vez comímos parados al costado de una carretilla, mientras les hacíamos ojitos a las damas de la noche que ya salían a trabajar a la plaza. Para quien no salía de Pueblo Libre era todo alucinante.
Así fue como (pienso) poco a poco fui venciendo mi natural resistencia hacia lo nuevo y extraño. Rompiendo temores, tabúes, ideas, “mamitis dependencias” muy personales. Paradigmas les digo yo, algo así como creencias inculcadas y adquiridas con los años que solo limitaban mi camino.
Un domingo probé por fin los frejoles con seco de cordero de mi abuela, me gustaron tanto que repetí el plato dos veces y besé las manos de mi Luca, se rió tanto que casi se orina parada en la cocina.
Un buen día me fui de campamento con mis amigos al sur y contemplé un atardecer en silencio, alejado de todos, medio borracho y con el mar mojando mis pies. Otro día invité a la chica de piernas flacas y vellos en los brazos al cine y luego a tomar helados y realmente disfruté tener una amiga, dejando mi natural timidez. Me aficioné a caminar por Lima y a veces regresaba del Rímac, donde vivía Rosita, la primera chica de la que me enamoré, caminando por horas hasta Pueblo Libre, cuando se podía caminar sin ser asaltado.
No conocí Japón ( y eso que me gané en un sorteo, un pasaje ida y vuelta que no usé, mis amigos aún me insultan y regañan por eso) pero sí viajé a España, luego a Chile y luego a Argentina y Ecuador. Cuando entendí que mi espíritu no se conformaba con vivir una vida rutinaria, apagada, complaciendo a otros en sus egoísmos..
Las experiencias se fueron acumulando en la medida que mi pensamiento se expandía y me rodeaba de personas positivas, lúdicas, abiertas. Sin ideas limitantes, dispuestas a conocer y aprender. Pero sobre todo cuando esa voz en mi interior, la misma que escucho en el silencio, fue haciéndose más importante y fui conociendo más de mí, de mis fortalezas y debilidades. Sobre todo cuando solté el pasado.
Caminando por una feria de libros una tarde, mi mirada se encontró con Gustave Flaubert que me invitaba a leer su Madame Bovary. El mismo libro que mi abuelo me regaló y dejé en alguna mudanza, allí estaba encima de todos los demás invitándome a descubrirlo.
Como dije, tuve el libro por muchos años y jamás lo llegué a leer por parecerme aburrido, tedioso, nunca pasaba de la cuarta página. Hace unos meses mi maestro, (que no desea ser nombrado, para no perder prestigio con tan mal alumno) me dijo, "debes leer Madame Bovary de Flaubert". Y como imaginas lo primero que dije fue, " es aburrido"...
No es aburrido, tu eres un imbécil - dijo con su característica dulzura, creo - solo lees best seller y eso no enseña nada.
¿Y qué tiene de malo? - respondí, controlando mi deseo de patear su bastón.
Recuerda que he leído "Un mundo para Julius" de Brice Echenique, y eso me hace importante - argumenté burlón sabiendo que se fastidiaba.
Léelo ignorante y no hablemos más. Madame Bovary es lo mejor que se ha escrito - sentenció levantando el bastón.
Recordé ese diálogo cuando el libro me encontró y sin pensarlo mucho lo compré.
Hace unas semanas, lo saqué de la mochila sentado en un bus y me forcé a pasar de la cuarta página y como siempre me sucedió, comencé a disfrutar de la experiencia.
Cosas buenas han pasado cuando he vencido mi naturaleza negativa, Pude descubrir que Emma Bovary tiene mucho de mí y de todos. Le aburre el tedio, la rutina asfixiante, la vida sin sentido, esa de dormir, comer, cagar y repetirla diariamente. A ella, Emma Bovary, una mujer culta para su época, una dama instruida, no le acentaba el papel de mueble o adorno y eso de estar predestinada a un simple rol de ser ama de casa, el ser considerada como personaje de segundo plano mataba sus sueños. Ella solo deseaba emoción en su vida y un sentido más allá del aburrido destino que para unos ya está escrito.
Descubrí a Emma Bovary de Gustav Flaubert, y reconocí a la Francia que me mostró Dumas. Es tan descriptivo que volví a viajar por Europa mientras cruzaba una Lima caótica, agresiva, cuando me concentraba en el libro estando en el transporte público de aquí, podía escapar del ruido limeño y pasear por la campiña, imaginar un pueblo francés con sus banderas tricolor y el verde intenso de los campos europeos. Leer sobre el concepto de Dios en la pluma de Flaubert, causó una verdadera revolución en mis anquilosados conceptos y creencias construidas.
Aún no termino el libro, y no quisiera que la trama llegué al final. Emma me tiene atrapado con sus suspiros, no deseo soltar sus manos, ni dejar de acompañarla en sus pensamientos.
Sonrío entonces cuando entiendo una vez más que los límites siempre los he puesto yo en mi vida y las decisiones que he tomado. Ya viajé en moto al sur con el buen Rater, pronto me iré más allá en pos de mí sino. Aún hay mucho que tengo que hacer, aprender y conocer.
Una de ellas es entender que la tierra gira alrededor del sol y no gira alrededor mío, (eso afirma mi maestro). Es que la experiencia propia es un "Lento caer a la vida" * y yo, sigo cayendo con buenas y malas experiencias. Al final la felicidad es un conjunto de buenos recuerdos, tan efímeros que a veces no descubrimos que ya somos felices, con simples cosas.
La vida siempre nos muestra lo que necesitamos.
Recuérdalo.