Algunos domingos es pesado levantarse después de haber secado casi una botella de pisco durante la noche mientras escucho las conversaciones de quienes asisten a las celebraciones futbolísticas de mi casero, el gran Toni Montana, esas voces conversan en el patio bajo mi ventana. Las bombardas, los cohetes bulliciosos, compiten con la voz estridente del inefable taxista que habla de grandezas y de las muchas ciudades que ha conocido, supongo que es su manera de lograr ser una persona interesante y dejar de ser el anónimo individuo tras un volante que es todos los días de su vida.
Desde que me he mudado a este lado de Pueblo Libre, las anécdotas no dejan de ser singulares, algunas causan risa y otras no tanto. Sin embargo parafraseando al maestro Nicolás Yerovi, “en nuestro país la puedes pasar mal, pero nunca dejarás de reír y no te aburrirás” lo mismo pasa en estas calles que me vieron crecer y a las que retorné después de dar una gran vuelta por la vida.
Los que vivimos por aquí, nunca nos aburrimos.
Si no es una pelea en la madrugada por intentar levantarse a la esposa del encargado de la tienda, es una bombarda que estalla a las cuatro am cerca del balcón del cantante del barrio, el mismo que durante la pandemia hacía conciertos desde ese mismo balcón. El chisme y la diversión es parte del ADN del lugar, dicen algunos por allí. Hay quienes se quejan diciendo de que esta zona es residencial pero también hay quienes defienden su derecho a convertir este tranquilo lado de Pueblo Libre en un anexo del barrio más picante del Callao o la Victoria, afirman que esta calle es un pequeño Matute, donde imperará la ley del más fuerte o del que más ademanes matonescos haga. Como sea estar aquí suena más a terquedad de mi parte que a sentido común. Si fuera coherente con mi búsqueda de paz, debería haberme ido hace tiempo.
Pero alguna razón encuentro siempre para quedarme y gozar con las anécdotas que no faltan, las que pueden ir desde los singulares hechos ya descritos hasta los más extremos o peculiares, siendo imparcial debería llamarlos surrealistas.
Salir una mañana y encontrar tirado al borde de la acera, cerca de un basurero en el parque, a un conocido personaje de estas calles, es algo usual para quienes consideran convertir este apacible lugar en un barrio sin ley y orden, insisto en ello aunque suene cansado.
Ese hecho no solo sería sorprendente y cómico si no fuera por la reacción del individuo que durmió en la calle, y al que intentó ayudar un samaritano por el deprimente estado en que se encontraba, el alcoholizado personaje se negó a recibir ayuda y terminó insultando a quien deseaba ayudarlo.
- No me toques negro de mierda - dicen que dijo.
- Oe, te quiero ayudar - respondió el samaritano.
- Si quieres ayudarme, compra un ron y siéntate conmigo - dicen que reclamó y exigió con desparpajo.
Y allí lo dejó tirado, fastidiado por la respuesta recibida.
Algunos sospechan que el samaritano no lo era tanto. Si no que pretendía robarle el celular.
Cuentan además, que luego el “bello durmiente” apareció en otro distrito, mientras su hermano despreocupado se terminaba la décima botella de cerveza a las dos de la tarde reclamando las tierras que su viejo le heredó en la Sierra de Huaraz - Nosotros somos arios y somos de alta alcurnia, casi de sangre azul - vociferaba en la puerta de la tienda de Don Porfirio, perturbando a los vecinos. Nunca salió a buscar a su hermano y se afirma que respondió al samaritano, que no lo era tanto, de la misma manera que su hermano, cuando este le reclamó por el insulto que había recibido.
- Para qué te metes negro de mierda - le enrostró.
Es gracioso escuchar los audios o leer los chats del grupo “Gente linda de Pueblo Libre” cuando hablan de fútbol, la mitad son cremas o gallinas, y la otra mitad son grones o cagones. Los insultos y los adjetivos que el chat aguanta en tiempos de campeonato, son de fuerte calibre e irreproducibles. Si las palabras fueran balas más de uno moriría acribillado por las afrentas dichas en ese chat grupal, le quitan presión a las frases hirientes diciendo luego que todo es joda. Sin embargo cuando es cumpleaños de uno de los integrantes, la ironía es desbordante por decirlo de alguna manera, los “te quiero hermano”, “eres lo máximo”, “hermanito disfruta tu día” abundan y amenazan con derretir de ternura las pantallas de mi celular. Me río con las hipocresías que calman las injurias expresadas, las mismas que esconden comentarios misóginos y endulzan los machismos más extremos. La joda, como le llaman, da licencia para los insultos más bajos entre quienes se conocen desde niños, sacar los “trapitos al aire” es patrimonio de los que en persona siempre demostraron sentirse menos importantes. creo que el whatsapp les otorgó poder a los que siempre fueron “nadie” cuando éramos muchachos y jugábamos por estas calles. Por supuesto algunos insisten que ello es parte de la vivencia de nuestro barrio y quien se queje será señalado de soplón o maricón. Los códigos deben respetarse, sentencian los que se sienten con autoridad para exigir el respeto que ellos no dan.
Y yo me río de ello.
Hace unos días, en los que no había dormido bien por la fiesta reggaetonera que mi casero me impuso y tuve que aguantar. Muy temprano el chat nos espabiló del sueño con una noticia que sorprendió a todos, el gran Toni Montana anunció,
- Se murió Antenor - escribió escuetamente.
Y el chat se inundó de póstumas frases preocupadas y sentidas condolencias, ese día los insultos fueron postergados y la mayoría mostró su lado más sensible y humano, los improperios callaron o fueron guardados para otra ocasión. Todos recordaban al difunto por sus talentos y buenas acciones.
- Primer puesto en la UNI, era un cráneo el maldito - dijo uno
- Recontra buena gente, un buen amigo, siempre me saludaba - afirmó otro, de los que poco participa, pero esta vez escribió conmovido
Realmente se podía sentir que la repentina muerte había golpeado a todos o por lo menos a la mayoría,
- Ponía el trago cuando yo no tenía dinero y los “falsos” también. Me invitó varias veces - agregó algún agradecido con emoticón de tristeza
- Qué raro, si nunca tienes plata, camarón…- y un emoticón de camarón apareció.
- Los tiros, compare, nunca dejó de compartir - afirmó otro que puso emoticón con carita de llanto.
- Lo encontraron en su cuarto por allá por la barriada de Cueva, tieso con su saco de toda la vida y la nariz toda blanca - se atrevió a contar otro.
- Siempre me pregunté por qué escogió esa vida - dijo uno reflexivo - tan inteligente y tan malogrado.
- Tenemos que enviar un arreglo de flores a nombre del barrio - intervino otro que también poco hablaba en el chat.
- Pero que la “chancha” no la haga el negro, ese se queda con la plata. Menos el contador, ese se la toma…se cree profeta y todo lo convierte en cerveza.
- Oe seamos serios, ha muerto Antenor, una leyenda del barrio - dijo el gran Toni Montana.
- Un minuto de silencio -sugirieron y callaron todos.
Guardé silencio y no escribí nada en el chat. No sabía si reír o conmoverme por las muestras de aflicción y afecto de todos.
Y así transcurrió la mañana dominical en el chat, algunos, los pocos, se reunieron en “Don Porfirio” a brindar por el occiso buena gente, que ya no invitaría nada a los más sangrones.
Al promediar las cinco de la tarde algunos desafiando el calor se aprestaban a ir al velorio en cuanto supieran la dirección, habían desempolvado los trajes y las corbatas, se animaban tomando una cerveza para tener el valor de acompañar al amigo antes de que sea enterrado.
- Cremarlo es peligroso, tiene tanto alcohol y cloro en el cuerpo que puede estallar y hacer daño a los que vayan al velorio - explicó uno con seriedad y casi todos asintieron compungidos.
- No hay que acercarse mucho entonces - respondió otro temeroso.
En el chat las expresiones de amor y tristeza no paraban, la pena embargaba a todos. En el facebook, el muro de Antenor se llenó de mensajes dolidos y sentidas despedidas por el amigo que había partido de un momento a otro.
Cuando terminaban una caja de cerveza en Don Porfirio sobre las cinco y media, un nuevo mensaje anuncia lo impredecible y poco probable,
- Antenor no está muerto. está hospitalizado.
Sorprendiendo a todos, causando la risa de la mayoría.
Volaron los sacos y desaparecieron las corbatas.
- Salud carajo, Antenor está vivo - brindaban contentos.
- Este desgraciado estaba de parranda - exclamó uno.
- No, no, pero está hospitalizado - dijo el más cuerdo.
- Es igual no está muerto - confirmó alguno - no seas weón.
- Reventemos unos cohetes, esos que compramos cuando las gallinas nos ganaron el campeonato - sugirió el que pone su bandera a media asta cuando Alianza Lima pierde.
- Fuera idiota - le respondieron casi todos.
- Gastemos la “chancha” en trago - sugirieron y todos aprobaron.
El chat “Gente Linda de Pueblo Libre” reventaba con expresiones hilarantes y de júbilo, pero hubo un comentario que me causó especial atención por lo irónico y lo sincero de lo que decía,
- Por lo menos en tres o cuatro horas se habló bien de Antenor.
Y así había sido.
En esas escasas horas esta parte de Pueblo Libre dejó de lado su especial gusto por la autodestrucción y el desafío a las buenas costumbres y las normas de convivencia.
La juerga continuó luego hasta altas horas de la madrugada, la celebración por la resurrección del amigo debía de realizarse con todo, el bombo sonó con más fuerza, quebrando el silencio de las tres de la madrugada, el reggaeton no permitió que conciliara el sueño y la bombarda despertó otra vez al cantante del barrio a las cuatro, este salió en calzoncillos al balcón a enviar saludos a la madre de todos los celebrantes.
Como sea, amable lector, no vayas a creer que esta parte de Pueblo Libre es un tugurio, no es así, es tan solo un barrio residencial con sus anécdotas, que va camino a convertirse en una réplica de Matute o alguna calle del Callao, si el serenazgo no hace algo.
Porque los códigos lo exigen y la gente lo reclama, dicen.
No compartas este post si lo leen los de mi barrio, mi vida correrá peligro y desapareceré de las redes.