Estudié derecho porque me convenció mi
padre, o no supé decidir correctamente, él decía que había nacido para
ello, pero no terminé la carrera profesional y quizás por eso es que no soy su
orgullo y prefiere la distancia conmigo. En mi vida he hecho de todo, he sido
jefe de créditos y cobranzas, administrador de restaurantes, vendedor de
abarrotes y productos de primera necesidad, peón de construcción, cajero,
jefe de logística, pintor de brocha gorda, taxista, sanguchero, jardinero,
vendedor y todo lo que me invitaron a hacer y de todo lo que aprendí, he
ahorrado dinero y lo he malgastado.
Pero lo único que seguí haciendo a través
de los años con terquedad y tenacidad, fue la poesía sin rimas y las historias
sin finales apropiados. He leído y he escrito con pasión desde los 13
años. He vivido como quise y como pude una existencia que no intentó dañar a
nadie, pero mis decisiones no fueron siempre las mejores y dañé a quienes más
quería. He creído siempre que el amor era para toda la vida y toda la vida me
la pasé desengañando a mi corazón y sufriendo por amores que se acabaron.
El único amor que conozco, que guardo y acreciento, es el amor por mi
hijo lejano. Está en el extranjero conociéndose y conociendo de la vida, espero
que sea más listo y no repita algunos de mis pasos.
Para algunos que me conocen soy un
total fracaso, sin profesión y oficio conocido. Para alguna dama, soy un hombre
bueno, un soñador empedernido, que no está en condiciones de ofrecer nada a una
relación, quemé mis naves como los griegos, regresé a Perú, para no vivir
debajo del manto de mi madre adorada, y en ese retorno poco a poco, a medida
que perdía mis pocos bienes y el amor me abandonaba, fui conociendo
totalmente mi ego, mi yo interior y estabilidad es lo menos que puedo aportar a
una mujer que lo quiere todo. Algún conocido me dice vago o me insulta (cree)
diciéndome poeta misio, creyendo ofenderme y más de uno se pregunta (los
hombres de éxito, esclavos de un trabajo) ¿Qué hago rodeado de jóvenes que
podrían ser mis hijos o hijas?¿Qué hace un hombre de 53 años creyendo que
formar una editorial y escribir un libro de poesía, es un trabajo? ¿Cómo se
vive en la vida real construyendo un sueño, sin seguro social, fondo de
pensiones y otras seguridades que un hombre hecho y derecho debe tener? Las señoras
maduras, no me quieren cerca de sus hijas, mucho menos de sus nietos. Los papás
y esposos, me miran con recelo y si es a distancia, mejor.
Y allí está Karina, en medio de todos,
repitiendo siempre, eres un hombre culto, con experiencia de vida, has leído y
sabes que deseas y eres mi amigo, mi socio, “en ti confío”, dice.
Y yo, le creo. Miro sus ojos, contemplo
su sonrisa franca, me abraza. Y me rio de todos.
Pero en el silencio, en la habitación
que me acoge, (por el amor de mi padrino ausente) me lleno de miedo y el futuro
me asusta. Entonces, me siento frente a una hoja en blanco y me invento
historias, en las que encajo perfectamente, le hago versos a una musa distante
que desea seguridades en la vida. Y así espero otro día, otra oportunidad, otro
sueño, otro motivo para vestirme de escritor y editor y así cumplir mi sueño.
Sucede que perseguir un sueño, no
es fácil. Hacer lo que me gusta, escribir un libro, contar historias e intentar
vivir de ello es casi imposible en un país como el nuestro. Más aún cuando el
dinero lo es todo, en esta sociedad mercantilista.
Mauricio, mi hijo, en el aeropuerto me
dijo, antes de abordar “sigue tu camino, viejo” y eso intento. Seguir el
camino.
Por ello en la próxima quincena
(espero), si nuestro cliente no pone más observaciones a su trabajo y la
imprenta no demora. Espero decía, anunciar que nuestra editorial, “Ediciones
Marginales” de Karina y mío, ya tiene dos hijos. Y que el poemario
“Reminiscencias” de Miguel Cotrina y mi poemario “El lento caer a la vida”
están listos y que por fin ven la luz físicamente.
Ha sido
largo el proceso, larga la espera, pero nada importará cuando lo tenga en mis
manos y pueda ver mis versos plasmados en una hoja dentro de un libro.
Expectativas hay muchas, proyectos en marcha, situaciones ya
concretas. Sobre todo nunca faltan las ganas. De mi podrán decir muchas cosas y
quizás en algunas aciertan mucho, pero nadie (y eso lo dice mi hijo) podrá
decir que me quedo quieto esperando que la providencia toque mi puerta. Lo que
no tengo me lo invento; lo que me hace falta, lo busco; lo que no sé, lo
aprendo; lo que está lejos, lo alcanzo. Se aprende con los daños y no con los
años. Me deprimo menos, me levanto más rápido y aquí estoy, aún sin punto final.
No he llegado a ningún lado, solo he
arribado al comienzo de otra etapa en mi vida.
Mauricio hijo, sigo el
camino...nos encontraremos.