Una mañana fría en una de las esquinas de la Plaza Constitución, como se llama la plaza de armas de Huancayo, ciudad de la sierra peruana. Estaban en animada conversación, junto a la hermosa catedral, dos señoras desafiando el frío serrano e inconscientes de las molestias que causaban a quienes por allí transitaban…
- Fíjate que el pobre Porfirio, puntualito él, a las nueve en punto aparecía por la casa en donde todas las mañanas reposaba Candelaria…
- ¡¡No te creo…!! - respondía con sorpresa la otra.
- Así como te cuento, él llegaba se contemplaban largamente, y luego despacito se encontraban en las rejas, se miraban a los ojos, juntaban sus narices y parecía que sonreían…
- ¡Ayy! que tiernos – intervenía la otra – ¿todo eso veías desde tu ventana? – preguntaba intrigada, con la ansiedad propia de quien quiere saber más, pero no se anima a indagar.
- Si hija, pero no vayas a pensar que soy chismosa – decía en actitud seria.
- A veces tenía que estirar el cuello para verles. Pero te diré que eran felices, que lindo que se les veía juntos, jugaban y se divertían, luego descansaban agotados a la sombra – agregaba, tan seria como el luto que vestía.
- ¿Pero? ¿acaso él se metía por entre los barrotes? – indaga ansiosa la otra, la pequeña y pecosa.
- Siii…- afirmaba con impaciencia - no te lo he dicho, él se metía no sé cómo entre las barras y pasaban toda la mañana juntos. A las tres en punto se retiraba. Mientras ella le miraba con dulzura y un “pelín” de dolor.
- ¿No te creo? - decía emocionada la pequeña y pecosa.
- Si hija, como te lo cuento...
Y así continuaban la charla, emocionadas sin importarles que estorbaban al barrendero de la plaza, al policía que su ronda hacía mirándoles con gesto adusto y a las personas que con prisa se dirigían trabajar.
El cura Venancio que de lejos las observaba, se acercó y muy serio les dijo mirando al barrendero:
- Señoras por favor un poco más allá con su parloteo, que no dejan a las personas hacer su trabajo.
Ellas se movieron unos pasos ignorando al sacerdote, quien moviendo la cabeza y murmurado algunas lamentaciones se retiró, visiblemente fastidiado.
- Gregorio es feo, tosco y un matón, se peleó…¡¡Nooo!! - exageró la mujer - ¡¡abusó!!...e hizo correr al bueno de Porfirio – dijo dramatizando los ademanes y las expresiones la mujer de luto.
- ¿De quién hablan? – preguntó una tercera dama que se detuvo al escuchar al vuelo que hablaban de pelea y abuso.
Ambas, la pequeña y pecosa y la señora de luto la miraron y sin contestarle continuaron en su chisme.
- Pobrecito el Porfirio – dijo una
- Si, desde ese día solo miraba desde la esquina sin acercarse – dijo la que contaba
- ¡¡¡Que abusivo el Gregorio!!! – afirmó la recién llegada, como si le conociera.
- Y eso no es todo…- siguió, ignorando el comentario - como haría, pero logró entrar por entre las barras y sin dudarlo violó violentamente a la pobre Candelaria – dijo alzando las manos de forma grandilocuente.
- ¡¡¡Noooo que barbaridad!!! – dijeron al unísono las otras dos cubriéndose el rostro espantadas, cerrando los ojos como imaginando aquella escena.
- Y no fue una sola vez - agregó la mujer de negro – lo hizo cuando se le vino en gana y la pobre Candelaria solo se quejaba y lloraba, pero nadie hacía nada.
- Nooo…pobrecita…
- Y todo eso sucedía mientras el pobre Porfirio escuchaba y miraba desde la esquina sin poder hacer nada.
- ¡¡¡Pero que cobarde!!!…- dijo la advenediza a quien ambas miraron en silencio con reprobación.
- Lo difícil fue que la pobre Candelaria, tuvo a los meses ocho cachorritos y….
- ¿¿¿Cómo??? ¿¿Cachorritos???...¡Ocho!... – cortó sorprendida la intrusa.
- ¿De que están hablando? …¿Están locas? – agregó indignada
Las dos amigas la miraron seriamente con reprobación y cruzando ambas los brazos sobre el pecho…le dijeron casi gritando…
- ¡¡De la perrita de mi hermano y del perro de mi cuñado…!! – y agregaron seriamente.
- ¡¡¡ Serás chismosa!!!...Que feo…
Y se giraron dejando a la sorprendida mujer con la boca abierta.
(Mi agradecimiento a Hiroko...)