martes, 27 de febrero de 2018

En realidad...no es difícil...


En realidad no es difícil
cuando sabes a dónde quieres ir...
cuando a tu ilusión le acompañas  experiencias..
buenas o malas igual sumarán…
en realidad no es difícil…decidir  partir,
estar lejos de todos…
estarás contigo mismo…
aprendiendo de ti y ese conocimiento
ayudará en el presente y futuro...confiaras de nuevo en ti mismo…
respirarás el aire puro y podrás abrir tus brazos
y sentirás la libertad
en el fresco viento que acaricia tu rostro….

En realidad no es difícil….
cargar con tu equipaje...si desechas lo que solo hace peso…
y abandonas lo que nada ayuda...y solo te distrae...
ni trae lo bueno que te mereces…
En la soledad descubrirás el coraje que guardas
la paz estará allí y la confianza será una sonrisa silenciosa…
y sentirás la fuerza fluir...porque eres tú y nadie más…
dependes de ti...ya no esperas nada...todo lo conquistarás

En realidad no es difícil…
sobran motivos para reír….
para abrazar...para besar…
para decir, te quiero...sin esperar respuestas…
para ofrendar...para sentirse humano…
la vida es como desees mirarla…
como desees caminarla…
aún en los grises días...en las nubladas mañanas…
hay motivos dulces y pensamientos nuevos...si los quieres tener…
no hay más alternativa que seguir el camino hacia adelante...

En realidad no es difícil…
alejarse, tomar la mochila y partir...es cuestión de vencer el temor natural….
de dar un paso primero...un paso de fe…
y luego otro...aunque no veas la meta…
la vida es el camino...las experiencias…el día vacío…
la noche oscura...el abrazo de despedida…
la sonrisa lejana...el saludo distante…
todo te va dejando lecciones...si sabes leerlas…
y tu corazón aprende a sentirse uno...con la razón que guardas…
y los motivos...se convierten en sueños posibles..



En realidad no es difícil...hacer todo a pulmón…
solo respira profundo...y lleva contigo a todos los que amas…
y ese amor será tu alimento…
y tu faro será aquella mirada con la que sueñas...e imaginas al despertar
no estás lejos, son ellos los que siguen allá…
tú estás buscando un camino...siguiendo el destino…
que haces en cada paso que das….

Y eso...No es difícil…

Ellos no sabrán jamás lo que encontraste.. lo que conociste...lo que aprendiste…
lo que eres hoy...lo que sientes hoy…
y  de que se llena tu pecho….
nadie sabrá que percibes cuando cierras el puño...
y miras hacia un lugar…
solo tu percibes la tristeza y la valentía...juntas
tomadas de la mano...porque nada detiene un latido de tu corazón…
aprendiste que la razón de vivir eres tú…
y nadie tendrá más valor que el que quieras darle…

Es tu vida...son tus manos...son tus quejas…
es tu pensamiento...son tus temores…
tu coraje...eres tú...tu felicidad...tus sentimientos …y nadie más….

En realidad no es difícil…
no es igual agradecer por lo poco material que tienes…
que agradecer por lo que llevas dentro, ahora que sabes a dónde quieres ir….
se fiel en lo poco…
y humilde en la bonanza…

En realidad no es difícil...pero nunca será fácil...No lo  olvides…

TE AMO….







jueves, 15 de febrero de 2018

Mi amigo Ñoño...



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Le decíamos Ñoño, como el personaje del Chavo del 8. Era blanco como un marshmelo, de cabello castaño, gordito y pecoso, sumamente ingenioso para bromear y jugar con los compañeros del aula. Caminaba con los muslos pegados, como aguantando las ganas de orinar, y cuando corría, hacía un esfuerzo físico o se molestaba, ponía la lengua a un costado. Ese era el aviso para correr cuando quería pegarnos, si Ñoño te alcanzaba fastidiado, lo más seguro era que cobraras una buena paliza.  

Pero siempre fue un buen amigo, leal, solidario, humilde, de buenos sentimientos. Era muy raro que se molestara, siempre estaba sonriendo y contando chistes, haciéndonos reír. Ñoño, era parte del grupo, como nosotros llamábamos a nuestra pequeña pandilla de amigos del colegio. Nos protegíamos y cuidábamos durante el tiempo que fuimos escolares y luego adolescentes y ahora maduros, nos frecuentamos y seguimos siendo amigos. Sin embargo como los buenos amigos, había veces que se nos pasaba la mano en las bromas.

Era una mañana de primeros de  Abril de 1,980, recién  habían terminado las vacaciones de verano, todos regresamos a las aulas, comenzábamos el 4° de secundaria, el ambiente era  expectante, todos queríamos saber cómo estaban los amigos, si habíamos cambiado, que novedades traíamos, las risas, los abrazos y bromas estaban a la orden del día…. “oye, mira el gusano ha crecido”, “el chino, tiene casaca nueva, de Japón seguro, pero los zapatos del año pasado”, “la rata y su corte de pelo, parece Ultraman”, “el Cholo José, ya tiene enamorada”, “el Loco, sigue chato”….si alguno se molestaba perdía, pues sería incordiado  por largo tiempo. “Mira llegó el Ñoño, con su pantalón cuete, como torero y es de gabardina”. Y las bromas no cesaban hasta que entraba el tutor del aula, el buen profesor “Mitzuo”.

Nadie sabe quién empezó con el juego, pero fue en el recreo.  Alguno colgaba detrás del pantalón de alguien un pedazo de hoja o papel arrancado de algún cuaderno, luego otro encendía dicho papel asustando a la víctima. Esa inocente broma se trasladó del patio de recreo al aula.

El profesor aún  no entraba al aula, todos seguían alborotados,  el Ñoño conversaba con alguien, absorto y distraído. Detrás se sentaba el Chino quien, sin que se diera cuenta el Ñoño, había colgado un pedazo de papel en el pantalón de él. Cuando acercó el encendedor, el papel se cayó, sin embargo el Chino, creyó que era buena idea acercar la llama directamente al fondillo del pantalón del inocente  Ñoño, craso error.  El pantalón de gabardina, se encendió ante la sorpresa de todos. El Ñoño sintiendo el calor, saltó sorprendido, todos se reían y el pobre saltaba sin comprender porque se quemaba su pantalón. Las llamas que salieron fueron creciendo y la risa se apagó dando lugar al temor. Alguien golpeó con su cuaderno el trasero encendido del pantalón y el Ñoño se arrastró por el suelo sofocando así el fuego. Nadie decía nada.

Finalmente  el Ñoño se incorporó, ante el silencio de  todos, con la lengua al costado. “te jodiste, ya verás a la salida”… A la salida del colegio, frente a todos, el Chino cobró  una gran cachetada y la vergüenza de que todos supieran cual había sido tu torpeza. Al día siguiente, luego de una gran reprimenda en casa, el Ñoño apareció con el mismo pantalón, pero con un gran parche, que hizo reír a todos. Solo el Chino no se rió por temor  y vergüenza. Todo el año fastiaron al Ñoño por su pantalón quemado y parchado.

A la semana, el incidente quedó  olvidado y todos  siguieron siendo los mismos amigos de siempre.
Todos terminaron la secundaria. Luego cada uno se preparó para su ingreso a la universidad, alguno eligió ser abogado, algún otro decidió ser economista, otros,  médicos, contadores, etc.etc. El Ñoño, que no se caracterizaba por ser muy aplicado y concentrado en los estudios, decidió ser ingeniero civil, “¿pero si sufrías con las matemáticas?...” “Me gusta” dijo colocando la lengua al costado. Nadie dijo más…

Después de tres intentos el Ñoño ingresó a la universidad, a estudiar Ingeniería Civil, por aquellos años, ya jóvenes universitarios, nuestras reuniones eran los fines de semana, fiestas, juergas y todo lo que caracteriza los años de juventud, nos acompañaron por largo tiempo. Pero a veces alguno del grupo desertaba porque tenía examen en la universidad, compromisos con la enamorada o debía trabajar al día siguiente, pero el Ñoño era infaltable los fines de semana. Su conocimiento del mundo, de la vida, de la noche fue creciendo, distrayéndolo del camino universitario. Era nuestro experto bohemio. Sabía de la última fiesta y de  los mejores lugares para conocer chicas.

Con los años algunos nos casamos, otros concluyeron la universidad, casi todos encontraron trabajo. Pero el Ñoño, seguía siendo universitario. Alguna vez comentó que eso le fastidiaba, al punto que a veces nos evitaba. Para ayudarse  económicamente, comenzó a hacer taxi.

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Una mañana de sábado se despertó de una borrachera, tanta era su resaca que le dolía fuertemente la cabeza. Sonó el teléfono, y a lo lejos escuchó la voz de su padre, que le llamaba. Contestó y su compañero de universidad, Virgilio, le anuncia que el lunes es el último día para presentar un trabajo. Si desaprobaba ese curso sería la cuarta vez que lo llevaría.  El Ñoño, aquella mañana decidió dejar de lado todo y se sentó a estudiar, a preparar el trabajo y la exposición del mismo. Aprobó y con la mejor nota.

Desde aquel fin de semana, se produjo un cambio en él, dejó de salir y frecuentarnos, estudiaba y hacia taxi, le buscábamos o llamábamos para reunirnos. Pero el Ñoño, se excusaba cortésmente que ya tenía compromisos o debía quedarse en casa a estudiar. Nadie le creía, a veces tocábamos su puerta y salía con la lengua al costado, todos entendíamos. “Ya se molestó, corre…”

Por largo tiempo le extrañamos en las reuniones. Y así llegó Agosto del 96, el Ñoño, salió de casa con traje y corbata, en un maletín de cuero su tesis, en las manos algunos planos. Paró un taxi, llegó a la universidad, ingresó a la sala de grados y tras de él se cerró la puerta. Por espacio de dos horas sustentó su tesis (algunos lo imaginamos con su lengua al costado), luego de un breve tiempo, le anunciaron que ya era ingeniero civil.

Cuando salía del claustro estudiantil, su corazón estaba exultante y rebosante de una mezcla de orgullo y satisfacción. Pero de pronto, una duda ensombreció esa alegría. “Nunca he practicado y trabajado como ingeniero”, “Ahora que haré”, “Cómo y por donde empiezo”….y así caminó toda la avenida, cargando esos temores y dudas sobre él.

Llegó a San Isidro, no recuerda como, solo camino sin rumbo. De pronto levantó la mirada y esta encuentra una placa que dice “Aspillaga Ingenieros Contratistas S.A.” y una idea le vino a la cabeza. Sin dudarlo entró en el edificio, preguntó, séptimo piso. Tomó el ascensor, ingresó a la recepción y preguntó por el ingeniero Aspillaga.

-          ¿Tiene cita, caballero? - preguntó la secretaria.
-          En realidad, no - dijo el Ñoño.
-          Veré si puede atenderlo, tomé asiento - y lo anunció por el anexo telefónico.

Y allí estaba él. En el living de una empresa de construcción con su maletín y sus planos, esperando al ingeniero Aspillaga. Le temblaban las manos. La secretaria le anunció que lo recibirían y que podía pasar al despacho. Así lo hizo.

-          Buenas tardes, Ingeniero Aspillaga, soy…. – se presentó el Ñoño.
-          Buenas tardes joven, en que puedo servirlo – dijo el adusto ingeniero consultando su reloj.
-          Sabe ingeniero, he terminado la universidad, hoy por la mañana he sustentado mi tesis, y se me ha otorgado el título de Ingeniero Civil. Pero le confesaré ingeniero Aspillaga, que nunca he practicado, ni trabajado en algo que tenga que ver con mi carrera profesional. Sinceramente no sé cómo empezar o donde ir. Vi la placa y sin pensar que iba a decirle. Entré y lo busqué. Estoy aquí con mis planos y mi tesis en el maletín….
-          Y qué puedo hacer yo por usted… -  le interrumpió el ingeniero.
-          Quiero trabajar o practicar señor – dijo el Ñoño, resueltamente, pero con mucha humildad y convicción – haré lo que me digan, iré donde me envíen, quiero aprender en la práctica todo lo que he estudiado.
-          Humm – murmuró el adulto ingeniero -  está bien, me gusta esa actitud. Me recuerda a mi cuando empecé hace años. Venir aquí y presentarse de esa manera habla mucho de usted. Venga mañana, practicará con nosotros ¿Sabe metrar?
-          Si señor – dijo el Ñoño sonriendo.

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El Ñoño practicó sin sueldo por tres meses, luego le pagaron 50 soles semanales y así poco a poco fue haciendo lo que le gustaba y aprendiendo a ser ingeniero. Ahora después de 24 años tiene su propia empresa.

Han pasado muchos años de  aquel día. Una tarde estábamos en la sala de la casa de La Rata compartiendo unas cervezas, nuestros hijos ya jóvenes reunidos en el dormitorio de uno de los hijos del anfitrión. Conversábamos de nuestras vidas y como habíamos cambiado, cuanto habíamos vivido.

-          Ñoño…  - dice el gusano – ¿y tú pantalón te lo pagó el Chino? – pregunta riendo.
-          Nunca hermano – contestó el Ñoño y todos se rieron a carcajadas.
-          Dice que contará mi historia, ahora que regresó del extranjero y se cree escritor  - agrega entre las risas de los amigos.
-          Y serás famoso Ingeniero Ñoño – contestó el aludido.

Todos nos miramos, sabiendo que el Ñoño es un ejemplo de tesón, de terca voluntad y valor para llegar a cumplir un sueño. Tomó una decisión y mantuvo su palabra hasta lograrlo. Se apartó de todos y de todo lo que lo distraía de mejorar su vida. Se encomendó a Dios, dice el mismo, y procuró ser mejor persona. Decidió ser ingeniero y lo logró en base a esfuerzo, constancia y mucho sacrificio. Es una inspiración para todos los que conocemos aquella historia. Lo mejor es que sigue siendo el mismo personaje que conocí a los 9 años, leal, solidario, humilde, amigo. No se ha nublado por el éxito, ni trata a los demás por encima del hombro, es un hombre que tiene el respeto de quienes le conocen. Defectos debe tener, yo le conozco algunos, sobre todo cuando pone su lengua  al costado. Aún salimos disparados, cuando hace eso.

Es el ingeniero, pero para nosotros es el Ñoño, nuestro amigo.

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viernes, 2 de febrero de 2018

Querido lector...




 A los 7 años mi abuelo Antonio me contaba la historia del Perú sentado en sus rodillas como un cuento, por eso mis héroes no fueron los Tres Chanchitos o Peter Pan, Superman o Batman. Mis primeros héroes fueron  Ollantay y su fortaleza, Cahuide y la defensa de la torre, Manco Inca y su rebelión inca, Bolognesi y el morro de Arica, Grau, el caballero de los mares y el Huascar, Leoncio Prado y su vida aventurera y así de otros  personajes de nuestra historia. Recuerdo que los primeros  libros  que leí con mi abuelo Antonio, fueron las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma y los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega, fue allí que nació  mi afición por la lectura. Por ello, me gusta hasta hoy la historia del Perú,  la historia de cada país del mundo, la historia universal y todo libro que tenga una buena narrativa. A los 12 años había leído la biblia como una forma de entender la historia de Israel, pero no como la palabra de Dios. Mi padre cuando tenía 13 años, dejó olvidado en la sala dos libros. Uno de poesías de Pablo Neruda y “Papillon” de Henry Charriere. Ellos marcaron mi vida. Neruda y su poema XX y las aventuras del fugitivo francés, Papillon. A partir de ese momento fueron horas y horas de interminables lecturas con toda clase de libros que llegaban a mis manos. Toda la colección de la enciclopedia Ariel Juvenil, y todo libro que mi padre y abuelo me alcanzaban. Alguna vez mi hermana Carolina preguntó…

-          ¿Por qué lees tanto?...
-          No lo sé…así conozco sitios y viajo sin viajar – respondí
-          ¿Y eso te servirá de algo? - volvió a preguntar
-          No lo sé    volví a responder – ya veremos

Y seguía leyendo….Cuantas noches de insomnio. Cuantas noches en el baño o cualquier lugar privado e íntimo, para leer en paz y tranquilidad. Viajando y conociendo de muchos lugares.

Claro que otra cosa era la imagen que de mí se tenía. En la escuela y en el barrio, yo era  el Chino Iván, que con todos se peleaba, algo así como el matoncito del aula y de la esquina. Pero en casa por las noches, era  el empedernido lector, con la  inquietud de hacer historias propias y con ganas de hacer versos. Solo me frenaba la creencia popular absurda de que los “hombres machos” no desnudan sus sentimientos y escriben tristezas. 

Cuando cumplí los 16 años en junio del 81, una  noche  en mi habitación me senté en mi viejo escritorio. Creo que había peleado (cuando no), con mi enamorada, los sentimientos que me embargaban eran tan confusos, que no alcanzaba a explicarme porque la vida me presentaba esos trances. Existían sentimientos de rebeldía, amor, inconformidad con mi presente, todo aquello que pasa un adolescente y que se repite hasta hoy en cada joven que deja la pubertad.  Preguntas sobre el amor y el desamor. Eran tantas las cosas que no entendía de la vida  y que necesitaba expresar de alguna manera…me sentía diferente a los demás, no encajaba en nada, estaba cansado de ser el agresivo, que muchos veían. Cansado de que mis gustos personales fueran diferentes a los chicos de mi edad, yo quería los libros, los demás tenían otras aficiones. Mi forma de hablar difería con la de ellos. Creía todo lo que me decían, era sano, inocente y bastante crédulo. Por ello cuando se burlaban de esas características, lo resolvía a golpes. Aquella noche, mi necesidad de desahogarme era muy profunda. Cansado y agobiado de pronto se me ocurre una idea.

Frente a mí había un cuaderno  de espiral, gastado, con hojas cuadriculadas, que en su momento se usó para la teoría y las  tareas de trigonometría que mi buen maestro “Mitsuo” (ahora mi amigo), nos dejaba y que yo a regañadientes cumplía. Sin pensarlo mucho, arranqué, destrocé digo mejor, las hojas con la teorías trigonométricas y los ejercicios por resolver que allí estaban. Debo darte ahora mis disculpas querido “Mitsuo”, pues ahora sabes en que quedaron tus conocimientos, tan amablemente vertidos en este saco roto, que era mi cabeza a los 16 años.
Lo mío no eran los números, lo mío eran las historias, los versos, las letras. Aunque el buen profesor de literatura señor Torres  (que debe estar en el edén de los docentes) vaticinó que yo era un firme candidato a pandillero, delincuente y probable violador o psicópata sexual (todo porque se derramó pasta dental en mis pantalones muy cerca al cierre de la bragueta). Si me encontrara con mi profesor de Literatura y lengua ahora, le abrazaría y le agradecería su terca obsesión porque comprendiéramos, lo que era un símil, una metáfora, una rima, una epopeya, una elegía y demás conocimientos sobre las letras,  el castellano y la literatura. Que injustos fuimos con ellos, nuestros abnegados maestros, nos dieron lo mejor de sí y que poco correspondimos algunos.




Aunque debo decir, que  hubo un improbable aspirante a maestro, que estoy seguro, tiene el boleto reservado para el purgatorio de los maestros, por su calidad como persona y profesor que eran totalmente nulos. Un odontólogo sin vocación docente, enseñando historia, nunca aprendimos nada de él. En fin… 

Aquella noche, decía, volviendo al relato que traigo, la vieja radio a transistores que me había dado mi madre, traía emisiones de canciones románticas de los Bee Gees (Too much heaven),  Al Stewar (Year the cat), y los cantantes de moda de los 70´s y primeros años de los 80´s. Luego de arrancar las hojas y destrozar mi cuaderno de trigonometría. Comencé  sin mucha convicción, a plasmar los primeros versos que escribí en mi vida. Recuerdo que eran preguntas a la vida, recuerdo que eran preguntas al amor. Apasionados versos e inflamadas palabras que le cantaban toscamente a la enamorada juvenil, sobre mis sentimientos y los sueños, que ella me generaba.

No recuerdo ciertamente si alcance a entregarle luego aquella hoja, o si los versos, se los leí. Recuerdo sí que terminó conmigo después. Y esa tristeza generó que escribiera luego más y más versos en aquel cuaderno. Encontré sí que escribir esos sentimientos, liberaban en mí muchas de las preguntas y cuestionaban muchas realidades que observaba. Era mi secreto, yo leía y escribía versos, luego vinieron las historias, y luego las aventuras, la vida buena y bonita, los sinsabores, las penas, los viajes y todo aquello  que trajo la vida. Esa afición la mantuve toda la vida, solo que durante mucho tiempo, solo escribía para mí. Algunos cercanos sabían de mi secreta afición, alguno de ellos me aceptaban así, otros demostraban fria atención y algún otro censuraba mi perdida de tiempo. Con los años la tecnología se desarrolló y esa es historia que supongo puedes deducir. Un día me animé a compartirlo contigo a través de las redes....

Ahora, con mis 52 años, después de tanto caminar, comienzo a hacer lo que realmente me agrada, escribir, plasmar versos y contar historias. Soy un anónimo aún, un humilde desconocido que juega a ser escritor, siempre digo eso cuando conozco a reconocidos poetas y escritores. Me encuentro personas con tanto talento a mi alrededor y tan llenas  de la ilusión de ser escritores, que transmiten y contagian esa pasión por las letras. Al lado de ellos yo me siento aún en el capullo, decidiendo si salgo y extendiendo las alas o continúo cómodamente instalado. Me pregunto entonces de qué forma puedo lograr transmitir aquello que mi pensamiento elabora, me pregunto además, si las cosas que hago me conducen hacia la realización de mi sueño, tantas veces postergado, publicar un libro. Divago en elucubraciones y  pensamientos tales, que parece un sueño lejos de alcanzar.

Sin embargo, una mañana desperté y decidí dar un paso, y luego de ese, dar otro, por eso quiero ahora dirigirme a ti…

Querido y apreciado lector, a ti que me conoces a través de estas líneas, a ti que eres mi cómplice en estas aventuras que nacen de mí, tú que acompañas las soledades, las nostalgias, las melancolías de mis versos, la bravura, el tesón y empeño por perseguir el sueño de convertirme en escritor y poeta, a ti que con paciencia lees mis letras…te quiero pedir algo.

Solo continua leyéndome…por que las cosas que escribo las comparto contigo, con nadie más…

Que lejos está aquella noche en la habitación, que diferente es el presente hoy. Con alegría te comparto que se han publicado algunos versos escritos por mí, en una revista literaria de nombre Poesis Abditus, Poesía Escondida, no es mucho para algunos. Para mí es un paso importante. Y te lo cuento, a ti, querido lector anónimo.

No es el final del camino, es el inicio de esta aventura. Por qué he aprendido que la vida, la vivo una sola vez y que los sueños están para realizarse. Que no hay límites para soñar y que soy y seré lo que piense. Por ello te invito a que me acompañes, si por allí vez por casualidad un libro de alguien llamado J. A. Iván Adrianzén Sandoval, solo léelo y luego obsequialo, mi libro como el de tantos otros escritores tendrá vida propia y seguirá su curso en la vida….

Después de todo, y en este momento que cierro mis ojos e imagino los tuyos, solo me queda agregar querido lector unas palabras para ti. Que espero lleguen a tu corazón.

Muchas gracias por estar cerca, que la energía o la fuerza o el Dios en quien tú creas te llene de bendiciones.

Ya tendrás noticias de mí. 

Hasta pronto.