Así recuerdo que contaba mi abuelo Antonio después de regalarme dos chocolates cua-cua y una bolsa de caramelos de perita. Sentado en sus piernas con cinco o seis años.
Algunas tardes escuchaba hipnotizado sus historias, que luego descubriría que eran parte de la historia del Perú. Mi primer superhéroe fue Cahuide, el del torreón en el Cuzco y Manco Inca, fue el primer luchador que se rebeló contra la tiranía y la conquista, repetía mi abuelo, de Tupac Amaru, decía orgulloso, es una leyenda e inspiración para nuestro pueblo.
Cuando en el colegio yo hablaba de esas historias mis compañeros se reían, pues nadie podía superar a Ultra 7, o al Avispón Verde y ellos, niños iguales que yo, se burlaban de mí hasta que le partía un labio al más cargoso.
Y todo por culpa de mi abuelo Antonio Sandoval Honorio y sus historias, se quejaba mi mamá, cuando regresaba del colegio.
Y volvía a contarme las historias de su natal Otuzco, de la Virgen de la Puerta, del padre Máximo, el sacerdote de la catedral de Otuzco, del Taita Cáceres y su resistencia, de la batalla de Huamachuco, de cuando le dieron un fusil y disparó al bulto en la oscuridad de la noche en la revolución del 32 en Trujillo, de su escape a pie hasta la sierra, de los fusilamientos en Chan Chan. De Sánchez Cerro y de cómo murió y de un sin fin de historias, que voy recordando poco a poco, cada vez que lo recuerdo.
Mi abuelo Antonio, dejó el colegio muy joven porque tenía que trabajar, él solo hizo la primaria pero no dejó de leer jamás. A él le encantaba la historia y ese fue su mejor regalo para mí, su primer nieto varón.
Cuando escribo o cuento alguna historia, imagino que está a mi lado susurrando en mi oído para que la recuerde.
Él nació un 11 de Mayo 1911, en Otuzco, ciudad que llegué a conocer solo para sentirme más ligado a su recuerdo.
En donde estés abuelo Antonio, gracias por tus historias.
Sigues vivo en cada una de ellas.