Salí ese día presuroso al trabajo, eso de trabajar por un sueldo mínimo como que ya no va con mi ánimo, solo es por la necesidad y eso lo saben quiénes me emplean y quizás por eso se aprovechan, creo, y es por eso que mi ánimo no es el mismo que mantenía hace algunos años, me cuesta cada día inventarme una actitud nueva, me pesa encontrar ánimos y motivos. Salí, decía, presuroso con la angustia de no llegar tarde, pensando y concentrado en mi agenda mental, esa que llevas en orden y la que no te falla. Tenia en agenda una reunión y diversas visitas, pero preferí caminar esta vez. Tengo por costumbre, buena o mala, caminar mirando siempre hacia adelante, tratando de tener una visión panorámica de lo que sucede a mi alrededor, desde que escuche a los dieciséis años “Fabula de los tres hermanos” de Silvio Rodríguez, elegí caminar mirando hacia lo que viene, nunca hacia abajo enterrado o nervioso hacia lo que puede pasar. Quizás por eso siempre veo y me encuentro con situaciones que ha otros se les escapa, guardando así ideas para mis historias. Por ello muy pocas veces miro hacia abajo o camino con la precaución de encontrar obstáculos, confío en mis reacciones y asumo que las veredas son planas o se encuentran en buen estado. No me gusta llevar prisas, no camino apresurado, angustiado. Me gusta salir siempre con tiempo de sobra y procuro así disfrutar de mí caminar por estas calles limeñas.
Pero esta mañana no fue así, me demoré mucho intentando encontrar motivaciones para decidirme a buscar el día y ahora estaba apurado. Cavilaba sobre mi presencia en esta ciudad y el futuro que intento…pensaba en mis planes futuros, cuando de pronto sentí que mi pie izquierdo pisa en falso doblándose de lado, hacia la izquierda, empujando y soportando todo mi cuerpo sobre mi pie doblado bajo mi peso (que no es poco) perdiendo el equilibrio y siendo cual látigo súbitamente jalado hacia abajo, y así caigo estrepitosamente buscando donde apoyarme. Es en esa fracción de segundos que mis manos buscan en el vacío y son las primeras en tocar el asfalto, sintiendo mucho dolor en ellas, mi tobillo percibe entonces un dolor intenso, como si un cuchillo cortara mis carnes y alguien aplicara un leño encendido sobre ellas. Me doblo de dolor, grito, creo, mis papeles quedan esparcidos por el suelo y yo, literalmente desparramado en medio del estacionamiento de un centro comercial con los ojos cerrados, escucho las risas de algunos jóvenes que me observan, supongo desde lejos. Aquel dolor intenso llena de lágrimas mis ojos. Alguien, no sé quién me ayuda a incorporarme, le agradezco el gesto y rengueando me siento al borde de una vereda por no sé cuánto tiempo, frotando mi tobillo magullado
Transcurridos lo que supongo fueron un par de horas y ya con algunas monedas sobre mis papeles, que algunas personas caritativas al verme doblado de dolor dejaron a mi lado, creo que conmovidos por mis aullidos de dolor y mis profusas lágrimas de pena. Estando sentado allí... suena mi celular, contesto intrigado, es mi esposa ....” Cariño, me muero, tengo un dolor intenso en los riñones, no puedo pasar nada de saliva…y tengo fiebre…” Me incorporo de un salto ignorando el dolor que siento en mi pie izquierdo y arrastrando mi tobillo hinchado como pelota de béisbol subo a un bus. Al cabo de dos horas llego a Surquillo en donde ella trabaja. Solicito verla y me permiten la entrada hasta la cafetería en donde trabaja de cajera.
- ¿Qué tienes?... – pregunto cuando la veo..
- Estoy mal, pero no puedo salir del trabajo…no hay quien me reemplace – y yo hago una mueca de dolor por mi tobillo, que ella mal interpreta.
- No te molestes…- intenta decir otra cosa, pero entre lágrimas me dice de pronto sudorosa por la fiebre, casi desfalleciendo - me muero cariño.
Y tomo a mi mujer de la mano y la saco casi a rastras, ante la sorpresa de Fabiola, la administradora, a quien solo le digo antes de salir:
- ¿Así son ustedes con el personal?....
Ya en el taxi, ella se retuerce de dolor, mientras el taxista enfila por la vía expresa de Lima encontrándose con un tráfico infernal, pienso de pronto, que solo tengo unas monedas en el bolsillo, las que me dejaron los transeúntes y le pregunto a mi esposa.
- ¿Tienes para el taxi? – esforzándome en parecer natural…y ocultando mi temor a su reacción.
- Vienes a recogerme de urgencia y sin nada…humm malo – dice regañándome y empujándome con su pie, golpea mi tobillo y me escuece hasta el alma. Guardo silencio, sudando copiosamente, mientras en la ciudad cae una persistente llovizna.
Estamos detenidos ya veinticinco minutos y ningún auto avanza...Y allí estoy yo, contemplando a mi esposa con su dolor en el taxi, que tiene una luna rota, por donde entra el viento frío, con un taxista que come una mandarina con una mano y que con la otra toma el volante en medio del atasco descomunal de la vía expresa, avanzando y deteniéndose según sea el caso, embistiendo y ganando el espacio en medio de aquel tráfico… en la radio suena una cumbia que alborota mis sentidos y hace que parezca que mi cabeza estallará. Veo con sorpresa entonces que el hombre ahora escupe por la ventana lo que supongo son unas pepas…de lo que ahora come... una sandía.
- ¿Apéndice, no jefe…? Esa cara de dolor y esos quejidos deben ser por eso…a mi me pasó igual - pregunta mirando por el retrovisor, al momento que eructa y frena de golpe evitando una colisión.
- No, parece una infección a las amígdalas…- contesto sin mirar.
- Pero como se queja.... y le pateo ¿verdad? Debe de quererla mucho para aguantar eso. Porque yo la dejaba sola – dice inoportuno el hombre.
- Así es la morena…- sonrío en un intento de disimular mi bochorno y el dolor de mi tobillo hinchado.
- ¿Puede parar en un cajero por favor? – pregunto.
- Claro maestro, pero le costará más… - contesta mientras muerde esta vez una naranja.
Y asiento con la cabeza sin decir nada más…preocupado por mi mujer, angustiado por el tráfico que no avanza, observo que el taxista ahora se depila la barbilla con una pinza oxidada mientras espera que los autos avancen, en ese momento en la radio un niño de once años diserta sobre almas y apariciones…¿donde estoy? me digo cuando cruzamos la Victoria en hora punta, con el temor de ser asaltados por unos "bujieros" en el cruce de Isabel la Católica e Iquitos. Contemplando la surrealista escena…me repito varias veces ”este es un buen día....aún no termina… “..Al rato llegamos a emergencia del seguro social, bajamos, entro con mi mujer, me acerco a ventanilla y me responden que mi mujer no tiene cobertura médica …y ella que llora de dolor y que casi se me desmaya sobre un asiento de espera, y yo salgo a la calle en medio de la llovizna sin saber qué hacer, el dolor de mi tobillo se hace tan intenso que ya no lo soporto….decido marcharme y detengo otro taxi.
Luego de dejar a mi esposa en casa, ya más calmada y medicada gracias una farmacéutica, que aunque tiene imagen de zancudo desaliñado, acertó en lo que nos recetó. Salgo a visitar a uno de mis clientes, la cita ya estaba pactada y por suerte para mí aún estaba en hora. No había almorzado bien, tomé un "sanguche" de chicharrón que debía de ser de hace dos días y que nadie en casa quiso por eso de que están a dieta, lo puse al microondas y mordiéndolo salí en dirección a mi reunión.
Llegué y el conserje me recibió muy amable, me pidió que esperara, que la persona con quien me reuniría había tenido un retraso y había indicado que le espere. Confiado fui a sentarme arrastrando mi tobillo aún hinchado, aunque ya casi sin dolor por los analgésicos que había tomado. Saqué el celular, encendí mis datos…y mi estómago que hace un ruido extraño tan fuerte que el conserje me miró sorprendido. Sonreí nervioso y avergonzado, sin decir nada, mire hacia otro lado. Y el estómago que vuelve a sonar, esta vez más fuerte. Y yo que me paro e intento dirigirme a la puerta, retirándome a casa. Y entonces suena esta vez un eructo equivocado de camino. Y ese fuerte ruido viene con un anuncio líquido que percibo incómodo haciendo que el terror se apodere de mí. Decido irme a casa con urgencia y comunico aquello al conserje, pero ni bien llego a la puerta otro gas incómodo, se escapa. Esta vez el anuncio es peor.
- Amigo présteme su baño –digo tratando de disimular el pánico del que soy preso.
- Si señor pase está aquí a la vuelta, en el pasadizo. ¿se siente mal? – dice mientras me mira el rostro sudoroso.
- No, para nada – contesto mientras apuro el paso, ajustando el trasero, evitando así las contracciones que ahora son allí donde la espalda cambia de nombre…
Entro a los servicios casi corriendo, exigiendo a mi tobillo, que comienza otra vez a doler, entro y veo aterrorizado….no hay papel higiénico.
Corro a recepción, olvidando mi tobillo.
- Amigo - digo – no hay papel
- No señor, no lo hay - contesta el conserje, entre serio y divertido.
- Perdone amigo, pero me cago – digo abandonando toda compostura, toda educación y mis buenos modales – por favor dame uno – suplico, sudando copiosamente.
- Señor no tengo – dice señalando su armario.
- Cómprame uno – digo mientras le doy unas monedas.
- Señor no puedo dejar la recepción - dice controlando a duras penas una risa.
- !Me cago, me cago, me cago!!! – grito desesperado y corro al baño.
Llego al sanitario, entro con las justas…y sin papel…
Ya más aliviado pienso luego en cómo solucionar mi problema…y mi mirada baja hacia mis calcetines azules, los que mi esposa me regalo para mi cumpleaños…”…Lo siento cariño, tu comprenderás…” pienso para mí y actúo.
Cuando salgo sin calcetines me dirijo a la recepción, el conserje me mira sorprendido.
- No preguntes por favor – digo ya en control de mis emociones y del dolor de mi tobillo.
- Ok señor, ¿debo limpiar algo? – pregunta fingiendo seriedad. – aquí están sus monedas señor.
- No, no debes limpiar nada, amigo todo está como lo encontré, muchas gracias por su ayuda caballero – agradezco y le extiendo mi mano, la cual él rechaza cortésmente excusándose.
Llegó mi cliente y sostuvimos una buena reunión.
Camino a casa, ya casi sin dolor en el tobillo, camino como siempre mirando lo que sucede a mi alrededor, confiado de que el día a traído de todo.
Experiencias que se sumaran a mis historias, conclusiones que me harán reflexionar mejor con los días, pensamientos que serán asimilados como premisas por mi intelecto....camino animado de que el día no me ganó, que impuse mi actitud y buen espíritu , de que aquello de la mala suerte no es conmigo.
- Ciertamente, como siempre digo todo es actitud…. - digo en voz alta...
Y de pronto, mi pie derecho encuentra otro hueco en la vereda de una calle de San Miguel, y mi pie que se dobla otra vez hacia el lado derecho soportando otra vez mi peso. Y esta vez que pierdo la conciencia por el dolor que siento y la vista que se nubla y no recuerdo más. Acabando así mi día especial.
Ahora sentado con el pie vendado, mientras escribo estas líneas, leo algunos versos y encuentro algunos de quien influencia los míos, pienso entonces que nunca es tan cierto en mi vida aquello que el maestro escribió “..hay golpes en la vida, tan fuertes, yo no sé…" y sonrío recodando a Vallejo...solo sonrío...
Octubre 2015, San Miguel - Perú