viernes, 28 de abril de 2017

Cuando yo me vaya...



Cuando yo me vaya…
Será en silencio, sin despedidas
Ni abrazos…solo olvido…
Rodeado de soledades y campo verde
Abrazado de la inmensidad del tiempo
Sujeto de los sueños que mantengo

Cuando yo me vaya…
Será sobre un lecho de palabras…
Valientes y profanas
Aferrado de sentimientos albos
Sumiso, humilde…pero no derrotado
Solo en paz…

Cuando yo me vaya…
No te acerques…
No digas nada que no dijiste
No ofrezcas nada que no hiciste
Guarda silencio…y respeta mi silencio
La soledad que me envuelve…
La oscuridad que me cubre


Cuando yo me vaya…
No te molestaré…ni reclamaré
Todo estará en su lugar…
Mis cuentas  y pendientes saneadas
Las promesas estarán hechas
Las palabras dichas…convertidas en eco
Las despedidas serán lápidas
Los abrazos serán pensamientos vanos…

Cuando yo me  vaya…
Mi silencio pesará en la conciencia
Mis  vocablos serán olvidados en el tiempo
Y tu memoria nada retendrá de mí…
Si lo quieres

Cuando yo me vaya…
Nadie notará mi falta…
Para nadie seré un estorbo…
Y nadie dirá mi nombre
Pues hace mucho… yo soy…nadie

Por eso, cuando yo me vaya…

Será lejos y solo
Muy solo….
Olvidado…por muchos...
En el corazón de unos pocos...

Cuando yo me vaya
Me iré y punto...


Julio 2015




miércoles, 19 de abril de 2017

Palabras tristes ...dicen


Mis versos no nacen para complacer egos
son lágrimas que derramo....
son palomas que dejan el nido
son como niños que  van creciendo, 
son como jóvenes madurando..
son heridas que se están curando
son bálsamos de una pena grande
son ausencias y deseos...
son condenas y sentencias que merezco.

Mis versos son tristes, dicen...
porque hablan de esperanzas lejanas
de melancolías que acompañan instantes
de experiencias que dejaron huellas....
de pasos que no deben repetirse...

Mis versos...amigos...son palabras al viento
son gritos de un hombre inconforme
de un viejo que busca mantenerse niño
mis versos son marcos de un cuadro vivo
son huellas marcadas con fuego
son hitos en el camino que hago
y que al otro día desando
son mis errores y mis aciertos.

Mis versos a veces son tristes....
porque tristes son las preguntas que nacen
al contemplar lo que es injusto....y a quienes solo sonríen
al conocer el caos por el que camino....
al percibir la indiferencia de los que amo...
y conocer la realidad que algunos nos ofrecen.... 
al comprobar las mentiras que nos venden y compramos
al descubrir un fracaso...que no deja experiencias
o cuando entiendo que algunos no quieren cambios...
y que yo soy el diferente....


Mis versos, amigos... son gritos que callamos...
son silencios que guardamos...
son la impotencia que llevamos
son palabras que no pronunciamos
son canciones no escritas....
son lágrimas que contengo...indignado
son insolencias, sarcasmos....que hago
son caricias apasionadas 
son besos que entrego... que robo
son decepciones de las que aprendo...
son manos que estrecho....y puñales que recibo...

Mis versos.... no son míos...
me los trae la vida....me los encarga un ángel
me los susurra el viento...
me lo dice el lamento de una madre que espera un niño
los escribe el amigo perdido...sin esperanzas 
los inspira el enamorado solitario que llora su pena
la mujer que no encuentra respuestas
la hermana que me odia...allá lejos
la soledad en medio del bullicio
mi rebeldía....mi coraje ....mi empeño
la esperanza con la que duermo
y la actitud con la que despierto...

Mis versos... son para mi madre lejana....
para el cariño que aguarda...
para los que esperan un mañana...
mis versos no son tristes...
son versos , solo eso...
tú corazón decide....
palabras tristes o no...
son palabras que vuelan por ti
y para ti....


Noviembre 2,013






jueves, 13 de abril de 2017

Conversaciones..con mi niño


¿Qué se puede hacer? dijo
la diferencia…Respondí
con una sonrisa…
con un gesto…
con unas palabras…
con simple actitud…

Y eso… ¿cambia a las personas? preguntó
no creo…quizás…contesté
pero mejorarás tú…
crecerás en sentimientos…
te harás diferente, más fuerte…
e irás contra todos…contra la corriente
y dormirás mejor…
y tus hijos aprenderán…algún día

¡Pero la vida sigue igual!…insistió
no lo creo…afirmé
una ínfima acción cambia todo…
el curso de un río…
el vuelo de un ave…
el llanto de un niño…
el pasado de un hombre
el futuro de un pueblo…

 

¿Puedo hacer eso?...dudó
y mucho más…agregué
si tú lo deseas…
si no te conformas…
si persigues los sueños…
si abandonas las lágrimas
si dejas las penas…
si renuncias a la abulia…
si dices basta…si no callas…
si caminas sin pensar en la meta
si crees en ti…
si confías en  tu Dios…el que sea

y el niño me abrazo…

¡¡¡Acompáñame!!! me pidió…¡¡¡enséñame!!!
estoy contigo…siempre...me oí decir
aceptando el compromiso…

El ejemplo persuade…y no lo que digo, pensé...
mirándome al espejo...

Diciembre 2,012






martes, 4 de abril de 2017

Una “pija” (léase pituca) en Lima



Ella llegó al aeropuerto “Jorge Chávez” de  Lima en el vuelo 725 de Iberia, desde Barajas, Madrid,  un húmedo viernes de julio.  Aquella mañana fría y gris, las calles estaban mojadas por la persistente garúa que caía desde el día anterior. Candy, diminutivo de Cándida, es de Madrid, pero vive en Benidorm a orillas del mediterráneo. Ella es profesora y vive cómodamente de su trabajo y de la herencia de su padre. Ella llegaba al Perú con una mezcla de sentimientos de amor y dudas, temores ante lo que podría encontrar en una tierra que no conocía y dudas por que iba a conocer a Otto, “el empresario” norteño que había conquistado su corazón.  Había conocido a Otto “el empresario” por internet,  por esas páginas de contactos comerciales, él le contó que tenía  negocios y empresas. También le dijo que la haría feliz y ella le creyó.  Por eso estaba allí, esperándole dentro del aeropuerto, asediada por innumerables taxistas y personajes de dudosa apariencia que le ofrecían sus servicios de transporte.

-         ¿De donde eres? -le dijo con confianza un hombre corpulento, de tez morena.
-         De España ¿por qué? - contestó ella desconfiada.
-         ¿Haz venido sola? – agregó ignorando la pregunta el moreno.
-         Espero a mi novio, que está al llegar – contestó ella con voz firme, mirando desafiante a los ojos del impertinente sujeto.
-         Parece que se olvidó de ti, si no viene,  conozco un hotel en donde te puedes quedar, te hago el taxi y te cobro barato…y si quieres te hago compañía – le dijo intentando parecer pícaro, pero solo le salio un gesto vulgar.
-         No gracias señor – le dijo ella, dándole la espalda, cortando la excesiva confianza del desconocido.

A lo lejos vio llegar a Otto “el empresario”, quien  le pareció más pequeño que en las fotos, se saludaron brevemente, casi con nerviosismo. Otto le preguntó porque hablaba con ese hombre, y sin escuchar la explicación de ella tomó las maletas, y salieron del terminal en dirección a la avenida.  Candy se preguntaba donde estaría el auto de él, pero éste caminó hasta una parada, sacó la mano y con un gesto detuvo lo que luego ella conocería como una “combi”.   Otto subió las maletas haciéndose espacio entre las personas somnolientas, casi empujándolas. Candy a invitación de Otto “el empresario”, subió con mucho temor y doblando el cuerpo trató de ingresar al vehículo,  golpeándose la frente con la puerta, mientras un hombre mal vestido le decía casi gritando y rodeándole con su brazo la cintura  “Apúrate   gringuita”. Otto reclamó airadamente al cobrador, que era más grande que él,  y éste le respondió encarándole “Toma taxi, entonces chato si no quieres que tu barbie se ensucie”… Otto midió de arriba abajo al insolente durante un segundo, decidió finalmente guardar silencio y subió apresurado cuando la “combi” arrancaba.

  

Candy asistía callada y aterrada a toda la escena, preguntándose  si era parte de una película surrealista, miraba de reojo a Otto, quien visiblemente incómodo no sabía que decir o hacer.  Candy estaba sentada en un asiento pequeño y sucio con las maletas sobre sus piernas,  su rodilla  rozaba con un señor sentado frente a ella, que le miraba fijamente. Otto  a su derecha le hablaba, pero ella no entendía nada, el sonido de la radio anunciaba una canción  del “Grupo Cinco” el volumen era tan alto, que aturdía a Candy. El hombre, que era el cobrador,  se colgaba de la puerta e iba anunciando las paradas y empujando a las personas al subir.  El chofer apuraba al cobrador en cada parada y conducía pendiente de que otra unidad del mismo color no le adelantara. El tráfico a esa hora era un caos, los gritos y la música le mareaban y le asustaba todo lo que veía y escuchaba.  Frente a ella se sentó una mujer que cargaba un pequeño niño dormido, la mujer que también se dormía no se daba cuenta que el hijo se resbalaba de sus piernas, quien sujeto solo de un brazo colgaba peligrosamente. Candy le despertó, preocupada por el brazo del niño y la mujer la miró de mala manera, con odio. Gesto que le asustó, al rato la misma mujer le pidió algo de dinero,  para tomar desayuno, dijo. Candy miró a Otto  y esté le dio una moneda de veinte céntimos. Se lo ofreció y la mujer ofendida, se la arrojó en la cara diciendo “gringa de mierda…creída”  antes de bajarse de la combi. Lo que asustó mucho a Candy  quien no entendía que había pasado.

Bajaron en un lugar conocido como San Martín de Porres, populoso distrito limeño, muy cerca de un mercadillo ambulante y Candy se volvió a golpear la frente con la puerta de la “combi” al tiempo que el cobrador le decía “pie derecho mamita, pie derecho y rapidito…”  Otto “el empresario” esta vez solo miró en silencio. Bajaron en una avenida de doble vía, con un fuerte olor a basura y humo, a mezcla de aceite y café, a verduras, frutas y tierra. En las esquinas había personas ofreciendo su mercadería, más allá rodeados de más personas otros preparaban de forma artesanal jugos de naranja. Algunos  a gritos anunciaban sus productos y ofertas de desayuno. A Candy le llamaba la atención el color desteñido y sucio de las paredes de las casas, todas estaban ennegrecidas por el smog y la tierra, también llamó su  atención que cada una sea diferente de la otra y la cantidad asombrosa de cables que entraban y salían de las casas,  Resaltaban además las rejas que todas las puertas y ventanas tenían, además del bullicio y el rumor sordo y penetrante que golpeaban sus oídos. El tráfico, la gente de la calle, los gritos, el sentirse observada, los empujones torpes de las personas, los malos olores que la adormecían,  la llevaron a preguntar casi desfalleciendo...

-         Otto, ¿en donde estamos?, ¿tú vives por aquí?  - preguntó con ansiedad
-         Esto amor, es la Av. Perú. Por acá viven mis hijos – le contestó él mirándola con ternura, mientras tiraba de las maletas – te los presento, tomamos desayuno con ellos y su madre...
-         ¿Y en donde me quedaré? –  interrogó asustada, preguntándose si recordaba que él tuviera hijos.
-         Conmigo…en la casa que comparto con un amigo. Eso es en la Victoria, más al centro de la ciudad  - anunció Otto ante la mirada aprensiva y anhelante de Candy.



Luego de desayunar, salieron en dirección de la casa de Otto, en una Custer, “combi grande” según parecer de Candy, ella sintió la mirada fija de las personas, que la observaban como extraña. Al vehiculo subieron a cantar unos niños y a vender caramelos, luego un ex recluso subió a pedir dinero mostrando un sin número de cicatrices y finalmente un cómico o payaso  ambulante, quien reconociendo que no era peruana le preguntó.

-         ¡Rubia!... ¿de donde eres?
-         De España- contestó ella con una sonrisa
-         ¡Coño!...Hoy me pagas con euros, guapa – dijo el payaso - ¿este es tu novio? –dijo señalando al pequeño Otto, quien le miraba molesto. 
-         Oe primo ¿Cómo vas a traer a la española en “micro”? Y por aquí. Tas mal “choche”,  seguro que eres un tacaño y misio. – causando la risa de los pasajeros.

Al bajar de la Custer, cuando Candy y Otto “el empresario”, caminaban despreocupados, solo pendientes de las maletas, un muchacho se acercó de manera sigilosa por detrás de Candy y mientras otro empujaba al novio, esté arrancó de un certero ademán la cadena de oro que colgaba del cuello  de ella, quien se quedó petrificada por la sorpresa y el miedo, sin poder creer lo sucedido.  

Aquella noche Candy, se alojó en la habitación que Otto, “el empresario”, rentaba en una casa por las inmediaciones de las avenidas Parinacochas e Isabel la Católica, en el populoso barrio de La Victoria.   Cerca de un estadio de futbol, de paredes ennegrecidas por el hollín y pintas  de azul y blanco. No podía dormir, no tanto por el cambio de hora, si no por lo asustada que estaba por los sonidos de carreras y pasos en la calle, por los gritos e insultos que escuchaba o por alguno que otro balazo que quebraba el tenue silencio de la noche.  Echada del lado de Otto, quien roncaba indiferente, se preguntó si ese era un sueño o una pesadilla.  Repasaba los sucesos y ello le asustaba más. Candy aún se preguntaba de donde salió el hombre con el revólver en la mano, quien fue tras el muchacho que corría cuando entraban al restaurante a comer, susto que les obligo a refugiarse entre los autos aparcados y los gritos de quienes pasaban por allí. Asombrada estaba aún del gordo y grasiento policía que les pidió sus documentos  y después de forma descarada una ayuda para el almuerzo. Y luego, camino al cuarto de Otto “el empresario”, los gritos, las piedras, los palos, la gran turba de jóvenes semidesnudos con pintas en las caras que caminaban apoderándose de la avenida, ahuyentado a las personas y obligando a un cierra puertas apresurado. Los policías, los gritos, las arengas, las peleas, las balas, el humo que la hizo llorar. La buena señora que les refugio en su tienda, cuando todo empezó. “Ay hija es el clásico, ya va a pasar, no te asustes”, le dijo mientras Candy lloraba en los brazos de Otto “el empresario” que nervioso solo atinaba a decir “! Negros de mierda ¡”. Mientras movía la cabeza de lado a lado avergonzado. Esa noche, ni siquiera  la presencia de Otto “el empresario” le tranquilizaba, el cuarto era pequeño e incómodo y la ventana tenía rejas,  como si de una cárcel se tratara. “¿En donde estoy Dios mío?”  Se preguntaba en silencio cuando le sorprendió el amanecer gris de Lima.




Aquel sábado Candy, tenía terror de abandonar el cuarto de Otto “el empresario” quien tenía que trabajar. El le pidió a ella que le acompañara para que no se quede sola, “Si no lo hago hoy…me despiden”  dijo ante la insólita mirada de su novia, quien le preguntó “¿Tu no eres el dueño?”, recibiendo por respuesta solo silencio.

Al dirigirse hacia la parada de los micros y buses, cuando estaban caminando. Desde una ventana arrojan una bolsa con basura, que al estrellarse en la acera, explosiona  cual granada frente a ellos, esparciendo la basura y ensuciando a todos alrededor.  Candy horrorizada y sucia se voltea, y entre llantos,  y gritos le dice a Otto “Quiero irme…ya no aguanto, quiero irme”  Otto " el ex empresario" aturdido y estupefacto solo le intenta decir entre abrazos rechazados e intentos de fuga…

“No  amorcito, tranquilízate mañana te llevaré a que conozcas Miraflores, Barranco y San Isidro, vas a ver que te gustará…”

Candy, la “pija” de Benidorm, lloraba y le miraba sin comprender que quería decir...




" Crónicas lejos de la tierra..."
                  2012