Y así como irrumpió en su vida, un día ella se marchó.
Se marchó cuando las expectativas que esperaba no se cumplieron, cuando él entendió que perseguir sus sueños significaba estudiar y hacer lo que le gustaba, aunque eso significara robarle horas al descanso y a ella. Fue entonces que ella lo dejó, sin entender que el esfuerzo de Antonio, era por los dos.
Antonio se había matriculado en un curso de Coach y desarrollo personal de forma virtual, además en un taller de Literatura con un conocido y renombrado escritor, los sábados por la tarde. El trabajaba de lunes a viernes y los sábados por la mañana. Aún así se daba tiempo para estudiar confiando que todo el sacrificio tendría sus frutos, mientras ella dormía o se quedaba en casa sin hacer nada, preocupada por el futuro inestable que sentía que vivía, a veces visitaba a sus amigas para quejarse de lo mal que lo pasaba sola. Se quejaba de que él no le prestaba atención, que la anulaba sin tomarla en cuenta, que no le daba su lugar, que estaba cansada de que no la escuchará, que sea un miserable con ella y no le comprara las cosas que como mujer necesitaba. El amor se fue por una ventana y los problemas entraron por la puerta grande.
Mientras ella hacía su duelo en silencio culpando a su pareja de todo, planificando cómo dejarlo y a donde ir o con quién, él dedicaba su tiempo a crecer profesionalmente, con la ilusión de mejorar su situación. Ella comenzó a salir sola los fines de semana donde sus amigas, mientras él se quedaba en casa a estudiar. Se ignoraban, ya no conversaban, evitaban las miradas, los gestos amables, él comenzó a reunirse con sus amigos los viernes, ella se quedaba en casa, sola . El compraba un vino para compartir con su esposa, ella no estaba con ganas, decía. La invitaba al museo, y un gesto de desagrado desde la cama era la respuesta. Está deprimida pensaba él - ¿Cómo puedo ayudarla? Ella quiere otra vida y no puedo dársela - entonces él se deprimía y guardaba silencio. Antonio se preguntaba muchas veces de qué forma, podía recuperar el amor que un día los unió, él seguía amándola, pero estaba decidido a continuar estudiando, sabía que eso los llevaría a ambos a una mejor situación, pero ella no entendía o no quería entender, lloraba cuando caminaba de regreso a casa, sabiendo que no era la felicidad que había soñado y comprendía que ella no era feliz a su lado. Él hablaba de nosotros en todo momento, ella lo hacía en primera persona, yo. Allí la profunda diferencia entre los dos.
Una noche de domingo, estaban los dos en la cama mirando televisión, él puso su mano en el talle de ella, la reacción sorprendió a Antonio, ella se alejó con una expresión de fastidio, él reclamó, ella guardó silencio. Él exigió una respuesta, ella gritó que le daba asco su presencia, que no lo soportaba, que no era feliz.
Como si le hubieran clavado un puñal en su corazón, él se tomó el pecho. Sintió que todo era injusto y no controló su reacción. La empujó diciendo - entonces vete - Ella cayó de rodillas sobre el piso, y comenzó a llorar, él se puso de pie y comenzó a caminar sobre la habitación. Luego le pidió perdón y trató de ayudarla. Pero ella había logrado lo que en el fondo siempre buscaba, ser la víctima y que él fuera el abusivo, el agresivo que la maltrataba. Ella se justificaba diciendo que no tenía derecho de tratarla así, él le daba la razón, sufría al sentir el fastidio de ella, su decepción. Él la abrazó diciéndole “te amo, pero ya no sé qué hacer para hacerte feliz”, ella guardo silencio. Antonio se preguntaba angustiado - ¿Para qué regresé de España? ¿Para esto?. - y en silencio lloraba cuando notaba el mal humor de ella y esa mirada fría.
Así pasaron varias semanas, viviendo una guerra silenciosa, un sábado él se alistaba para ir a trabajar. Ella le comunicó que se iría de la casa. Escuchar eso fue un golpe en su ánimo, entró en pánico, no sabía qué hacer.
Antonio le pidió que no se fuera que haría un esfuerzo - no sabía cuál - pero ella se negó, él quiso abrazarla, ella lo rechazó, comenzaron a gritarse, ella lo culpaba de todo, él le reclamaba por su poca comprensión, comenzaron a insultarse, ella se encerró en la habitación, él comenzó a empujar la puerta para romperla, ella gritaba. De pronto él pensó mientras golpeaba la puerta - quizás sea lo mejor - toda su frustración y rabia contenida afloraron, detrás de la puerta dijo muchas cosas que guardaba y que no sentía, solo dejó correr su ira, por lo que él creía una injusticia. Calló y salió para el trabajo.
Después del trabajo se fue a estudiar, en el taller de Literatura no dejaba de pensar en su matrimonio, aún guardaba la esperanza de encontrarla, pero no fue así, cuando llegó al departamento ella se había ido. Se había llevado todo lo que ella consideraba suyo.
Desde el noveno piso, la ciudad se ve grande en toda su extensión, el viento que refresca una tarde, en la noche enfría todo con indolencia. Antonio parado solo frente a la ventana se terminaba el pisco que guardaba para una ocasión especial, fumaba un cigarrillo tras otro, había comprado una segunda cajetilla de cigarros. Desde el noveno piso la ciudad parece de noche un animal cubierto con un manto de neón, distante, ajeno a su sentimiento. El dolor y la pena que sentía jamás lo había experimentado, todo se había quebrado, el mundo se había roto y el mundo de él, era ella, ¿A dónde iré?, ¿Qué haré?, preguntas que no tenían respuesta, el silencio roto por la discoteca que funcionaba al frente del edificio, le traía los ritmos de salsa que tanto le gustaban a ella, haciendo que su recuerdo se clavara más profundamente en su corazón tan golpeado - la vida sin ella, no tiene sentido - se dijo de pronto,
Sin pensarlo mucho se subió al marco de la ventana y saltó.
Casi al instante se arrepintió de hacerlo.
Caía y no podía detenerse, el vacío, su vida en un instante. Gritó y no escuchó su voz…
Alguien le tocó el hombro,
- Señor - le dijo una voz agradable -disculpe tiene que abrocharse el cinturón, estamos descendiendo, pronto aterrizaremos en la ciudad de Madrid, parece que estaba soñando - agregó el hermoso rostro de la aeromoza que lo observaba con agradable expresión.
- Si, estaba soñando, muchas gracias - respondió Antonio agradecido y confuso.
Aterrizaron, bajó del avión, recogió sus maletas, pasó por migraciones sin problemas, cuando salió se encontró con su madre y su amigo, el reconocido escritor, quienes lo abrazaron con mucho cariño. Antonio dejó escapar una lágrima cuando su madre lo abrazó.
- ¿Cuánto tiempo estarás en Madrid? ¿Después de cuántos años regresas? - le preguntó su amigo.
- Regreso después de diez años hermano - contestó - estaré aquí unos días con mi viejita, luego viajaré al Encuentro Iberoamericano de Escritores …
Y caminaron los tres por el aeropuerto de Barajas hasta el estacionamiento, conversando muy animados.
La vida se escribe de maneras extrañas, pensó cuando miraba las calles de Madrid - nunca debí dejar está ciudad - se dijo a sí mismo.