sábado, 4 de mayo de 2024

EL ROMPIMIENTO

 


Y así como irrumpió en su vida, un día ella se marchó. 

 

Se marchó cuando las expectativas que esperaba no se cumplieron, cuando él entendió que perseguir sus sueños significaba estudiar y hacer lo que le gustaba, aunque eso significara robarle horas al descanso y a ella. Fue entonces que ella lo dejó, sin entender que el esfuerzo de Antonio, era por los dos. 

 

Antonio se había matriculado en un curso de Coach y desarrollo personal de forma  virtual, además en un taller de Literatura con un conocido y renombrado escritor, los sábados por la tarde. El trabajaba de lunes a viernes y los sábados por la mañana. Aún así se daba tiempo para estudiar confiando que todo el sacrificio tendría sus frutos, mientras ella dormía o se quedaba en casa sin hacer nada, preocupada por el futuro inestable que sentía que vivía, a veces visitaba a sus amigas para quejarse de lo mal que lo pasaba sola. Se quejaba de que él no le prestaba atención, que la anulaba sin tomarla en cuenta, que no le daba su lugar, que estaba cansada de que no la escuchará, que sea un miserable con ella y no le comprara las cosas que como mujer necesitaba. El amor se fue por una ventana y los problemas entraron por la puerta grande.


Mientras ella hacía su duelo en silencio culpando a su pareja de todo, planificando cómo dejarlo y a donde ir o con quién, él dedicaba su tiempo a crecer profesionalmente, con la ilusión de mejorar su situación. Ella comenzó a salir sola los fines de semana donde sus amigas,  mientras él se quedaba en casa a estudiar. Se ignoraban, ya no conversaban, evitaban las miradas, los gestos amables, él comenzó a reunirse con sus amigos los viernes, ella se quedaba en casa, sola . El compraba un vino para compartir con su esposa, ella no estaba con ganas, decía. La invitaba al museo, y un gesto de desagrado desde la cama era la respuesta. Está deprimida pensaba él - ¿Cómo puedo ayudarla? Ella quiere otra vida y no puedo dársela  - entonces él se deprimía y guardaba silencio. Antonio se preguntaba muchas veces de qué forma, podía recuperar el amor que un día los unió, él seguía amándola, pero estaba decidido a continuar estudiando, sabía que eso los llevaría a ambos a una mejor situación, pero ella no entendía o no quería entender, lloraba cuando caminaba de regreso a casa, sabiendo que no era la felicidad que había soñado y comprendía que ella no era feliz a su lado. Él hablaba de nosotros en todo momento, ella lo hacía en primera persona, yo. Allí la profunda diferencia entre los dos.

 

Una noche de domingo, estaban los dos en la cama mirando televisión, él puso su mano en el talle de ella, la reacción sorprendió a Antonio, ella se alejó con una expresión de fastidio, él reclamó, ella guardó silencio. Él exigió una respuesta, ella gritó que le daba asco su presencia, que no lo soportaba, que no era feliz.


Como si le hubieran clavado un puñal en su corazón, él se tomó el pecho. Sintió que todo era injusto y no controló su reacción. La empujó diciendo - entonces vete - Ella cayó de rodillas sobre el piso, y comenzó a llorar, él se puso de pie y comenzó a caminar sobre la habitación. Luego le pidió perdón y trató de ayudarla. Pero ella había logrado lo que en el fondo siempre buscaba, ser la víctima y que él fuera el abusivo, el agresivo que la maltrataba. Ella se justificaba diciendo que no tenía derecho de tratarla así, él le daba la razón, sufría al sentir el fastidio de ella, su decepción. Él la abrazó diciéndole “te amo, pero ya no sé qué hacer para hacerte feliz”, ella guardo silencio. Antonio se preguntaba angustiado - ¿Para qué regresé de España? ¿Para esto?. - y en silencio lloraba cuando notaba el mal humor de ella y esa mirada fría.

 

Así pasaron varias semanas, viviendo una guerra silenciosa, un sábado él se alistaba para ir a trabajar. Ella le comunicó que se iría de la casa. Escuchar eso fue un golpe en su ánimo, entró en pánico, no sabía qué hacer.

 

Antonio le pidió que no se fuera que haría un esfuerzo - no sabía cuál - pero ella se negó, él quiso abrazarla, ella lo rechazó,  comenzaron a gritarse, ella lo culpaba de todo, él le reclamaba por su poca comprensión, comenzaron a insultarse, ella se encerró en la habitación, él comenzó a empujar la puerta para romperla, ella gritaba. De pronto él pensó mientras golpeaba la puerta - quizás sea lo mejor - toda su frustración y rabia contenida afloraron, detrás de la puerta dijo muchas cosas que guardaba y que no sentía, solo dejó correr su ira, por lo que él creía una injusticia. Calló y salió para el trabajo.

 

Después del trabajo se fue a estudiar, en el taller de Literatura no dejaba de pensar en su matrimonio, aún guardaba la esperanza de encontrarla, pero no fue así, cuando llegó al departamento ella se había ido. Se había llevado todo lo que ella consideraba suyo.

 

Desde el noveno piso, la ciudad se ve grande en toda su extensión, el viento que refresca una tarde, en la noche enfría todo con indolencia. Antonio parado solo frente a la ventana se terminaba el pisco que guardaba para una ocasión especial, fumaba un cigarrillo tras otro, había comprado una segunda cajetilla de cigarros. Desde el noveno piso la ciudad parece de noche un animal cubierto con un manto de neón, distante, ajeno a su sentimiento. El dolor y la pena que sentía jamás lo había experimentado, todo se había quebrado, el mundo se había roto y el mundo de él, era ella, ¿A dónde iré?, ¿Qué haré?, preguntas que no tenían respuesta, el silencio roto por la discoteca  que funcionaba al frente del edificio, le traía los ritmos de salsa que tanto le gustaban a ella, haciendo que su recuerdo se clavara más profundamente en su corazón tan golpeado  - la vida sin ella, no tiene sentido - se dijo de pronto,

 

Sin pensarlo mucho se subió al marco de la ventana y saltó.

 

Casi al instante se arrepintió de hacerlo. 

 

Caía y no podía detenerse, el vacío, su vida en un instante.  Gritó y no escuchó su voz…


Alguien le tocó el hombro,

 

Señor - le dijo una voz agradable -disculpe tiene que abrocharse el cinturón, estamos descendiendo, pronto aterrizaremos en la ciudad de Madrid, parece que estaba soñando - agregó el hermoso rostro de la aeromoza que lo observaba con agradable expresión.

 

Si, estaba soñando, muchas gracias - respondió Antonio agradecido y confuso.


Aterrizaron, bajó del avión, recogió sus maletas, pasó por migraciones sin problemas, cuando salió se encontró con su madre y su amigo, el reconocido escritor, quienes lo abrazaron con mucho cariño. Antonio dejó escapar una lágrima cuando su madre lo abrazó.

 

¿Cuánto tiempo estarás en Madrid? ¿Después de cuántos años regresas? - le preguntó su amigo.

Regreso después de diez años hermano - contestó - estaré aquí unos días con mi viejita, luego viajaré al Encuentro Iberoamericano de Escritores …

 

Y caminaron los tres por el aeropuerto de Barajas hasta el estacionamiento, conversando muy animados.

 

La vida se escribe de maneras extrañas, pensó cuando miraba las calles de Madrid - nunca debí dejar está ciudad - se dijo a sí mismo.









viernes, 3 de mayo de 2024

LA NOCHE, EL GATO, EL VINO


 

- ¿Por qué no escribes? Hace días que no lo haces

- Porque no tengo nada que decir gato, no empieces

- Estás mirando la copa de vino callado hace rato, maúllo y no escuchas, la hoja está en blanco, ¿estás bien?

- Lo estoy

- Para ser tan hablador, no dices mucho con esas respuestas, aunque cierres los ojos no desapareceré, seguro piensas en ese alguien de siempre, que ni siquiera te piensa, poeta eres un…

- Cállate gato, tu eres mi imaginación, no existes, no molestes

- Soy más que eso, soy tu conciencia, tu hijo, tu padre, la luna, el sentimiento que..

- Cállate gato loco y saca las patas de mis libros, para ser imaginario, hueles mal

- ¿Ya estás borracho poeta?

- No, pero hueles mal, vamos a bañarte, ven aquí.

- Suéltame, no te hubiera hablado, suéltame, deja mi cola, miserable, no es mi culpa que no sueltes, pero suéltame a mi.

- Por decir eso, te bañaras.

- Pero son las tres de la madrugada…Ay poeta estás loco, noooo el aguaaaaaaa, no















 

jueves, 2 de mayo de 2024

SILENCIOS


Hay palabras que viven dentro

pensamientos que esperan

hay historias que no recuerdas

adormiladas

heridas,

amores que callas

nombres que debes enterrar

amaneceres que deberías postergar

hay silencios


Hay lágrimas

que humedecen las risas

melodías que rozan la piel

palabras que rompen el cristal


Hay silencios 

que hablan 

silencios 

que gritan

silencios 

que enseñan

silencios 

convertidos en certeza

silencios 

que condenan, llenos de recuerdos

nostálgicos


Hay silencios que son respuesta a todo,


Que liberan







 

martes, 9 de abril de 2024

DESPUÉS DE TODO



Tendrías que sembrar un girasol

cerca de donde nace el viento

aprender a volar 

creer más y guardar silencio

El grito no conquista la razón

Deberías mostrar las palmas
de cara al sol,
ser persistente como el olivo, 
es lo ideal

Las urracas marcharan lejos

y como el can 

volverás al húmero de siempre

bajo la misma sombra 

con la brisa que arrastra hojas 

que llevan un poema sin terminar

y esa historia que no quieres empezar 


Después de todo 
estás calles extrañan tus pasos,
a fuerza de vagar 
regresas al inicio que no dejaste

Deberías, digo yo
solo caminar,
y colocar un punto final

Allí está la maestría, en soltar











domingo, 24 de marzo de 2024

LA SORPRESA



Hoy me levanté temprano, tenía cita con una mujer que me llamó ayer - te espero en esta dirección - dijo a través del hilo telefónico antes de cortar.

Se hacía tarde, pues había tráfico. Llegué a la dirección que me había dado en la cuadra trece de la avenida Arenales, me pareció extraño darme cuenta que estaba a la espalda del hospital Rebagliati, el taxi me dejó en la esquina - no puedo ir en contra señor- dijo, así que bajé y camine una cuadra larga. Sonó el celular, contesté sin mirar - te estamos esperando Iván - dijo una voz suave. Le expliqué que estaba llegando al número indicado - entra, te estoy esperando - entusiasmado por la insistencia en conocerme entré a un complejo del seguro social o eso lo parecía.

Llegué a una gran puerta, me identifique y me hicieron pasar. Era un centro médico, no había dudas. Escuché mi nombre y apellido. Pasé a un consultorio y una hermosa mujer vestida de negro con una bata blanca me saludó.

- Toma asiento Iván - dijo

Me senté sorprendido por la familiaridad con la que me trataba.

- Haz escrito un libro ¿No? - preguntó con una sonrisa que me robó el corazón y paralizó mis piernas.
- Si - contesté halagado y sorprendido por su afirmación.
- Bueno te diré que si no comienzas a cuidarte no escribirás más - dijo mudando sus amabilidad por un rostro severo - tienes el colesterol alto, los triglicéridos volando y ...

No entendí nada más de lo que decía. Estaba sorprendido, anonadado por la forma como me enteraba de mi condición médica. Cuando desperté hoy me sentía bien, con vigor, contento de abrir mis ojos a un nuevo día, pletórico y entusiasmado por la cita que tendría con la voz femenina del celular.

Ahora estoy de regreso a casa, de pronto pareciera que el peso del mundo está sobre mi espalda. Mis pasos son rengos, y sudo copiosamente.

No me gustan los hospitales.

Caminaré por el malecón.




DÉJAME


Amar la rosa, aún con espinas
el viento, aunque haga frío
la noche por oscura que sea
aceptar el adiós que libera

Guardar la palabra muda que mutila pensamientos

Amar el silencio, que expresa

Es de orates,

Déjame caminar descalzo
que pronto emprendo el vuelo



lunes, 11 de marzo de 2024

MI BARRIO (2): EL CHAT Y ANTENOR




Sucede que Antenor, el personaje de mi barrio, el primer puesto de ingreso a la UNI, el genial  profesor de matemáticas, que hizo aprobar a muchos de los hijos de quienes vivimos por aquí, el poeta y escritor, faceta que yo conocí y compartí alguna vez de amanecida, el mismo personaje al que alguien de sobrenombre Machahuay, dio por muerto en su cuarto y al que encontraron, dijo, “con el mismo saco de siempre, con un polvo blanco en la nariz” y resultó que no estaba muerto, pero tampoco estaba de parranda, el amigo Antenor, esta mal...


Necesita ayuda, se está muriendo en una cama de hospital, dicen.

 

Lo encontraron luego de indagar, los que realmente sintieron su pérdida, en el Hospital Santa Rosa a unas siete cuadras del barrio en un estado crítico de salud, con diagnóstico de diabetes, cirrosis y con insuficiencia renal. La mayoría no se sorprende de ello pues Antenor se autodestruía día a día con alcohol y droga, para beneplácito de los sangrones que lo rodeaban y de los que le vendían la cerveza y le conseguían la coca. 

 

- Antenor está grave, hay que hacer una “chancha” - replica el chat “Gente Linda de Pueblo libre” en la madrugada del lunes, después que se calmaron las celebraciones dominicales con la noticia de que estaba vivo a la cuatro de la madrugada del lunes de hace doce días.

- Que se encargue “el empresario exitoso” ese que va comprar el pan todos los días en su auto - responde alguien a las ocho de la mañana.

- Pero por qué tenemos que ayudar nosotros, primero está su familia - alega el taxista que habla de viajes y ciudades.

- Que se encargue “el empresario exitoso” - opinan otros ignorando al taxista.

- Firmado barrio, él será - dice el gran Toni Montana, el orgulloso administrador del chat por votación, título (el único que logró en la vida) y que exhibe cada vez que puede.

 

Y así comenzaron a dejar sus aportes en la cuenta del encargado, que es uno de los pocos que son consecuentes entre lo que dice y hace. 

 

- Todos tienen que poner - dicen algunos y el silencio de todos confirma la sentencia.


Pasadas unos días casi todos han colaborado, salvo notorias excepciones.

 

- El Plin no funciona, no puedo transferir - afirma uno - la aplicación se ha caído.

- Oe hace varios días dijiste eso - le responden - mejor di que no quieres colaborar con Antenor.

- La verdad he gastado en una batería para mi auto - explica el mismo que se excusa con el plin y que resulta ser el taxista que habla de viajes y ciudades, para parecer interesante.

- Además los bancos están cerrados - dice con emoticones de risa. 

- Claro pes negro, si es sábado - le responden

- La verdad para qué depositar, si se muere qué harán con el dinero, estoy rezando para que pase a mejor vida - comenta con desparpajo.

- Eso que dices, es de muy mal gusto - le contestan con emoticón de molestia.

- Tengo que ahorrar para mi alquiler - ensaya una justificación.

- Si tu vives en casa de tu viejo - le contestan con emoticón rojo de cólera -  y no pagas nada.

- Es joda, estoy bromeando - escribe cuando nota que el silencio en el chat, indica molestia de parte de la mayoría.

- El negro no perdona que Antenor lo obligara a poner unas cervezas, después que lo acusara de camarón y sangrón - escribe uno que pocas veces lo hace.

 

Todos callan indignados por las palabras del tacaño del barrio que trata de ser gracioso y cómico. Siempre lo intenta y nunca lo logra.

 

- Hay que ajustar a todos, los del extranjero que tienen más dinero deben poner más - dice el orgulloso administrador del chat - y poner la lista de quienes aportaron.

 

Me opongo a ello, la colaboración debe ser voluntaria y  anónima, eso es lo que expreso en el chat. El bien se hace en silencio, sin listas, sin cantidades, ni reconocimientos. Todos callan, nadie dice nada, el chat guarda silencio. Me responden que soy el único que se opone a eso, después de explicar mi posición guardo silencio, entiendo que es mejor, aunque no me quedo tranquilo.


Recuerdo entonces una frase que le atribuyen a Martin Luther King que dice así: "No me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos." y eso es lo que sucede aparentemente en mi barrio, la gente buena calla por salud mental, dicen algunos, para qué “discutir con quien no entiende razones” o para qué ”exponerse a la violencia o  la prepotencia de los alaracosos”, que suben el volumen de sus parlantes y perturban el descanso dominical o el sueño reparador de las personas que trabajan. Esos que revientan cohetes a la hora que les viene en gana o gritan de esquina a esquina, esos son los dueños de la verdad e imponen su parecer en situaciones donde el sentido común indica prudencia  y buenos modos. Discrepar o dar un parecer discordante de la opinión de ellos, significa recibir como respuesta una pregunta irónica: - ¿Eres justiciero? - y una afirmación que pinta de cuerpo entero a quién la dice: - Ponte capa - a esas alturas dudo entre ofenderme o reírme de la insolencia estólida de quien intenta burlarse de mí. 

 

Mi padre repetía muchas veces “la ignorancia siempre es atrevida” pero nunca dijo que esa ignorancia sería prepotente, violenta y que a veces hay que hacer acopio de mucha inteligencia emocional para entender la psicología de los personajes básicos que abundan por estas calles.


Mientras Antenor, se está muriendo en una cama de UCI, conectado a un respirador artificial, en el chat siguen discutiendo sobre el partido que perdió Alianza Lima el fin de semana con Cristal, con las burlas e insultos de los hinchas, de la U, quién aportó y quién no, quién es mejor y quién no lo es, con el silencio cómplice de los que prefieren no decir nada por que es más sano y tienen una vida real lejos de “los códigos absurdos de barrio” que algunos quieren imponer.

 

Al fin y al cabo, mientras escribo estás líneas, bajo el ruido estridente de un parlante que propaga a Maluma y su último éxito, soportando la contaminación sonora a la que me somete mi casero,  me pregunto si debo sumarme a esa legión de personas que solo se preocupan por su tranquilidad personal y la de su familia sin importarles lo que a su alrededor suceda.

 

- Apágate -  me dicen en el chat - no digas nada más, aquí se hace lo que dice el administrador, yo no meto a las ex de los amigos a mi casa - y cree que con eso me ofende.

 

Dejo el celular, apago la luz de mi habitación, cierro las ventanas, me acuesto sobre mi oído que funciona para no escuchar el reggaeton  de madrugada, con una sola idea.


Mejor me mudo y dejo el barrio que me vio crecer, dejaré que ellos ganen o que eso crean.


Quizás Antenor deje este mundo y yo deba preocuparme por mi paz.








 

miércoles, 6 de marzo de 2024

ELLA x 2

 


Antonio llegó a casa totalmente transformado, ilusionado con los días que vendrían, había renovado su fe en Dios, se había entregado a él, ya no se sentía abandonado y lejos del padre eterno, había escuchado su mensaje, sabía que no sería fácil pero ahora tenía a quien aferrarse, a su fe en Dios. 

 

- Estoy muy alejado de Dios  - le había confesado al joven sacerdote colombiano.

- La distancia entre Dios y tu, es la distancia que hay entre tus rodillas y la tierra - contestó el “padrecito”.

- Soy muy arrogante, parcerito - contestó compungido el pecador

- Dios es humilde, te recibirá - contestó el parcero investido del espíritu santo.


Antonio se derrumbó con el peso de las culpas que cargaba sobre su espalda y la conciencia del pecado atormentando sus pensamientos. Se arrodilló en el pequeño templo de la casa de retiro en Chaclacayo, junto a otros seglares arrepentidos. Abrió sus brazos en cruz y exclamó.

 

- Padre perdóname - y saltaron las lágrimas como si un dique se quebrara dentro.


Cuando abrió los ojos se sorprendió de encontrar a su pequeño hijo de siete años que lo miraba desde el umbral de la puerta con cara inocente y expectante.

 

- ¿En qué piensas papito?, ¿Te vas a quedar con nosotros? ¿Ayer hice un gol en la canchita? - preguntaba ansioso el pequeño Cristiano.

- Claro que me quedaré, solo fui de paseo para encontrarme con Dios y traerlo de vuelta a casa pequeño Cristiano - le contestó ofreciéndole los brazos.


El niño dibujando una gran sonrisa se acercó a su padre quien lo cargó y le abrazó con ternura.

 

- Hice un gol  jugando con mis amigos, pero te diré papito una cosa, no me gusta el fútbol, prefiero jugar a las espadas. En televisión vi una película de piratas. Mi padrino dice que estudie Kendo, ¿Sabes qué es eso?. - le habló el niño contento de la respuesta que recibió y que disipó sus miedos.

- Buena idea, mañana vamos y averiguamos en el club nikkei ¿ok? Ahora ve a dormir, que mañana hay colegio.

- Mi mamá dice que rezaremos juntos antes de ir a dormir, - contestó su hijo.


Fueron al comedor, allí estaba la esposa con el padre de Antonio conversando, todos sonrieron, se tomaron de las manos y oraron juntos. Cristiano miraba a su padre feliz, parecía que el hombre grande, cariñoso, protector, su amigo fiel, había vuelto a casa. Todos se fueron a dormir, Antonio a la habitación que ocupaba desde que se habían separado de la madre de Cristiano.

 

- Toma tu tiempo, pero haz las cosas bien hijo - le había dicho su padre con una mano en el hombro y Antonio solo asintió con la cabeza en silencio.

 

Habían pasado cuatro meses o algo más desde que ella lo había dejado otra vez justo cuando estaba a punto de abandonar su hogar y el amor por su hijo e ir detrás de ella, a quien consideraba el amor de su vida por eso su corazón se había quebrado en mil pedazos cuando lo dejó sin ninguna explicación. 

 

El motivo, después lo supo por otras personas, su ex esposo la estaba buscando y acosando para regresar y ella no decidía si era mejor regresar con el padre de su hijo o  aceptar al hombre que le juraba amor y le ofrecía la expectativa de una mejor vida, mayor tranquilidad y la posibilidad de tener la estabilidad económica que tanto deseaba. Sus amigos más cercanos le aconsejaban - olvídate de ella, esa mujer solo calcula con quién estará mejor, no le interesas, solo le importa lo que le puedes ofrecer - pero él sufría sin aceptar los consejos de quienes veían lo evidente de lo que sucedía.

 

Fueron semanas atroces, de insomnio, de dolorosa melancolía, de caída vertical a una profunda depresión, el apego a una relación tóxica, insana y clandestina le había estallado en la cara, no lo dejaba razonar, en su trabajo no era el mismo, ese sentimiento lo consumía poco a poco.  Ella era, eso creía Antonio, la persona que lograría sacarlo del tedio, de la rutina, de la vida plana que tenía, sin emociones y sin amor. A veces entendía que sus amigos tenían razón, y en esos momentos de lucidez se daba cuenta que era manipulado, pero todo lo olvidaba cuando ella lo llamaba para brindarle un poco de la atención que en su hogar él ya no encontraba. 

 

Muchas veces se apartaba y colocaba distancia, cuando ella lo ignoraba o encontraba otros motivos y otras personas para la diversión que él no podía ofrecer. Entonces guardaba silencio o reclamaba y ella solía responder con indiferencia y palabras duras - sigues casado - le respondía, pero siempre por algún motivo ella volvía a buscarlo, se aparecía en su trabajo, o lo esperaba en la esquina, o llegó a tocar la puerta de la casa donde vivía y él otra vez caía en el torbellino de sus emociones y sin defensas ante lo que el iluso inmaduro en que se convertía, llamaba amor. Volvía cuando ella quería, o cuando buscaba que fuera el adicto  que recibía un poco de cariño y sexo que le brindaba.

 

Pero esta vez se alejó, dejó de buscarla, quería volver al padre, retomar sus creencias y la relación con Dios, ser el padre que su hijo admiraba y seguía. Recuperar eso de ser un buen ejemplo para su niño. Por eso había aceptado ir a ese retiro. 


Habían transcurrido dos semanas desde que llegó del retiro, iba a misa todas las mañanas a las seis y media, comulgaba y luego lloraba con pena cuando caminaba a su casa, le pedía a Dios que lo ayudará a olvidar y lo sanará de esa pasión adictiva. Tomaba desayuno con el pequeño Cristiano, lo llevaba al colegio y se iba a la oficina donde trabajaba. Un día, casi a las doce del mediodía cuando bajaba del tercer piso en el edificio del Poder Judicial, su celular sonó, Antonio contestó presumiendo que era de la oficina que lo llamaban.

 

- Hola - dijo una voz femenina.


Él guardo silencio al reconocer la voz de ella, habían pasado varios meses sin escuchar esa voz que lo seducía.

 

- Hola ¿Qué deseas? Estoy trabajando, me sorprende que llames

- Es que te extraño - dijo con sensualidad la voz - ¿Podemos vernos, mi hijo está con su padre?

- No creo que sea bueno, perdona, espero lo entiendas. Tu te fuiste sin avisar, sin decir nada. 

- Por favor ven a mi casa - insistió ella - te necesito

 

Antonio colgó, caminó por las calles pensando, luchando con su corazón, con esas emociones que lo aturdían hasta el extremo de no dejarlo razonar con coherencia. Había prometido ser un buen padre, estar con su hijo e intentar arreglar las cosas con la madre de Cristiano. La promesa a Cristo, sus conversaciones con el sacerdote, sus intenciones de ser un ejemplo para su familia y ser un hombre íntegro. Todo eso lo cuestionaba, por un lado su amor y la pasión que lo subyugaba, y por el otro lado una vida recta y consecuente, que a él le aburría o le parecía plana. 

 

Con estas reflexiones llegó hasta la av., Alfonso Ugarte,  subió a un bus casi sin ver a donde lo llevaba, se dedicó a mirar por la ventana las calles y después de un rato comprendió que el bus lo llevaba a la casa de ella. Se había equivocado al subir sin mirar bien.

 

La mente siempre encuentra una manera de justificar las acciones tontas en las que caemos - Dios decidió por mí entonces - se dijo engañándose una vez más. Sellando en ese momento su vida, haciendo que la victoria y el poder no fuera de Cristo, si no de ella sobre él. Llegó a la puerta de la casa de la mujer, tocó, ella le abrió, lo miró, sonrió, besó sus labios y él entró cerrando la puerta detrás, cambiando así el destino de su vida y también la del pequeño Cristiano, que no estudió Kendo y tuvo que ver como se divorciaban sus padres.


En Brasil, en Curitiba, en el 2022 en marzo, 24 años después, Antonio estaba sentado en un concurrido bar con un joven de cabello largo sedoso, atlético, seguro de sí mismo, con ese carácter curtido por la experiencia de quien ha corrido por momentos turbios, y ha  caído en soledades inmensas logrando salir adelante. Ese joven sonreía con él alegre y confiado, sujetando en la mano una inmenso vaso de cerveza.

 

- Después de todo papá estamos aquí, tú y yo - decía Cristiano a su padre - y mañana nos iremos a las cataratas de Iguazú…

- Así es hijo, estoy orgulloso de ti, del valor que tienes y de que seas mi hijo - contestó el aludido mientras sorbía un poco de cerveza.

- Papá, a pesar de que mi mundo se rompe cuando te fuiste con ella, la que creías era el amor de tu vida, pude hacerme fuerte, crecer, aceptar que te habías ido y madurar para comprender que eras mi padre a pesar de que me abandonaste.

- No te abandoné hijo, perdóname - ensayó una disculpa Antonio.

- Lo hiciste viejo, así fue - dijo Cristiano con cariño, posando su mano sobre la de su padre - y sabes lo irónico de toda la historia, que luego ella te abandonó y no luchó contigo como lo hace una esposa. Su cariño, si lo hubo, le duró lo que duró la posibilidad de que tengas éxito. Cuando estuviste mal se fue detrás de quien le dio seguridad y estabilidad económica y como buena narcisista te echó la culpa de todo a ti, porque no cumpliste sus sueños.


Antonio avergonzado asentía, sabía que las palabras de su joven hijo encerraban mucha verdad y sabiduría, Cristiano siguió  hablando con afecto a su padre.

 

- Pero quiero brindar por ti, porque aunque nos abandonaste a mi madre y a mí, siempre me buscaste, siempre me perseguiste, me obligaste a escucharte y siempre estuviste para mí. Ese amor que me tienes te salvará. Si algún día tengo hijos yo quisiera ser la mitad de padre de lo que tú has sido conmigo.

- Gracias hijo, yo… -  dijo Antonio, al borde de las lágrimas.

- Recupera tu dignidad papá, nada más. Salud - lo cortó Cristiano su hijo.

- Salud - respondió Antonio derramando una lágrima, lleno de orgullo en su pecho.


Dios, escribe sobre renglones torcidos, dijo para sí la bella camarera venezolana que los escuchaba pensando en su hijo.