domingo, 24 de febrero de 2019

Se llama Carlos....




Se llama Carlos, tiene 18 años y es de Tumbes. Un joven como muchos de este país con sueños y  esperanzas en su futuro, estudia en su tierra administración, pero dice que cuando concluya esa carrera, estudiará Medicina, yo creo que lo hará, parece testarudo y en este lugar del mundo hay que ser tenaz, terco y algo testarudo, para lograr lo que deseas.

A Carlos lo conocí por un amigo en las redes sociales, desde entonces pone “like” a mis notas, a mis comentarios, a mis torpezas poéticas, relatos y demás cosas que hago. A veces conversamos en el messenger, desde  que  un día, recuerdo,  me saludó.

-         Señor, me gusta mucho lo que escribe y su forma de pensar  soy amigo de Walter, y me gustaría ser su amigo. Bueno Walter para mí es como un padre, me aconseja, me guapea y todo… -  escribió.
-         Hola, claro que sí, te agradezco que me leas -  le escribí.
-         Sí, es un honor conocer a un escritor… - seguía escribiendo y “floreaba” como decimos nosotros a adular, mientras yo buscaba su muro para saber con quién conversaba.
-         Yo no tengo padre,  bueno sé que existe, pero no lo conozco. A Walter (un amigo en común) le digo que él es como un padre. Y…. – seguía observando su biografía y sus fotos, me pareció alguien normal, un joven hablador. Pero percibí necesidad de afecto.
-         Muy bien, entonces si  Walter es tu papá, yo intentaré ser como un tío. ¿ok?

Luego de conversar sobre lo que cada uno hacía y de conocernos  la conversación aquella noche concluyó, dejándome una curiosidad por el joven que había conocido.

Desde aquel día,  hace poco más de seis meses, mi amigo  Carlos me saluda como reloj a las 6 de la mañana, pregunta si desayuné, me pregunta que almorzaré,  que estoy haciendo, de rato en rato, me cuenta de sus estudios, de lo que come, de lo que le duele, de su día. Es sumamente hablador o conversador. Narra sus estudios, si lo van a desaprobar o no, consulta como debe hablarle a un chica, ávido de cariño y afecto, pienso. Se hace presente en todo momento, siempre a través del chat, ya sea por whatssapp o messenger.

El año pasado estuvo en Lima, cuando yo había viajado a la sierra y no pude conocerle. Lamenté no poder coincidir en Lima aquella vez, pero continuamos las conversaciones. A veces cuando en las madrugadas estaba escribiendo, Carlos saludaba y la verdad, me desconcentraba de mis historias. Solo le ignoraba o al despertar encontraba que había saludado, varias veces. Un día le manifesté que ello ya me incomodaba y que eso me parecía mucha falta de tacto. Lo increíble fue esa misma noche volvió a hacerlo. Como si no me escuchara.  Y siguió haciéndolo.

Hace unas semanas llegó a Lima.

Y le conocí personalmente.

Carlos es un joven como todos, me recuerda a mí de hablador, tiene una respuesta para todo, no guarda silencio. Su humor me recuerda a Woody Allen, derrotista y fatalista, dueño de un fino humor negro, pero cansino. Aquella mañana suspendí muchas cosas para poder dedicarle tiempo y espacio. Enseñarle algo de Lima, la que no sé conoce en libros, fotos, o paseos turísticos. Lo acompañé a comprar sus libros, le mostré Lima Cercado y le conté algunas historias que conozco.

Almorzamos en la cafetería de la biblioteca de la Nación. Percibí un joven atento, educado, frágil, observaba que su necesidad de afecto y atención le hacen caer en la sobredimensión de Las personas que conoce, idealizándolas o confiando demasiado. Además de llevarle a ser demasiado invasivo en la vida de quienes recién conoce.

En estas horas de madrugada, cuando pienso en este muchacho no dejo de pensar en mi hijo. No sé si logré ser un buen padre, no sé si lo que le enseñé le sirve, me pregunto a veces si mis errores le dejaron honda huella en su vida presente, no sé si me recuerda bien y logré que su opinión sobre mí mejore con los años, ahora que vive en Brasil y trabaja para salir adelante y hacer su propia vida le extraño mucho, le amo.



Un día después de conocernos, Carlos me escribió estas palabras “Usted es un gran hombre, me gustaría que mi padre fuera como usted”.  Guarde silencio por largo rato y solo atiné a contestarle “Gracias”.

Durante el día estuve realizando mis labores y me detuve a pensar en una frase que leí por allí.

“Integridad es lo correcto que haces, a pesar de que nadie te ve”

Y reflexioné así  a partir de ese instante.

Es fácil ser notorio, estar expuesto, dar opiniones en contra o a favor de alguna situación,  es fácil ser bueno e íntegro a través de las palabras y vender una imagen mientras todos te ven y observan. Pero en tu vida personal cuando las cámaras se apagan o el Facebook deja de etiquetarte, o dejas de ser viral por unos momentos. Las acciones, que son intrínsecas a la persona, son las que hablan más que las palabras que emites.

El que Carlos, me dijera, “quisiera que mi padre sea como usted”, significó un compromiso, una responsabilidad, una obligación. Me hizo pensar que mis palabras habían tocado su corazón, y que mi responsabilidad giraba en la calidad de ejemplos que pudiera darle. El ejemplo arrastra, me dijeron cuando mi hijo era pequeño. Y es una gran verdad. Espero ser y haber sido un buen ejemplo para mi hijo Mauricio.

Hace poco conversaba, con un músico amigo mío, hijo de una profesora a quien admiro mucho, y filosofábamos sobre lo importante que es opinar coherentemente en las redes sociales. La responsabilidad de las opiniones en estos medio sociales. Las mentiras se toman como verdaderas, y las verdades son mentiras. El falso es ofendido, el ofendido es el agresor, el agresor termina ofendido y la verdad termina maniatada. Pero solo es una red social. Pareciera que la vida se resume a cómo eres dentro del internet. Este amigo músico, me decía,  “hay mucha gente que me sigue Iván, lo que yo digo lo toman como cierto. Mi palabra en las redes puede destruir honras, al justo hacerlo malo, e inocente al malo”. Él tomaba conciencia de la responsabilidad que implica ser considerado “agente de opinión”.

En tiempos que  los medios de comunicación “ya no solo informan, ellos se encargan de dirigir conciencias” ( Noam Chomsky). Es importante los buenos ejemplos, la palabra cierta, el ejemplo digno y grato.

A Carlos, mi joven amigo, no podría pedirle que me siga en una mentira, o que diga lo que no es cierto. No podría pedirle que mienta por mí. El  cree lo que yo digo, a mi amigo el músico, le creen lo que dice. Hay personas que tienen una imagen y le siguen por sus palabras.

Cada uno tiene conciencia, valores e integridad. Como lo use, habla de mucho de él.

No soy maestro de nada, por el contrario soy aprendiz en muchas cosas, digo siempre, y gracias a Carlos y sus inocentes 18 años provincianos, pude hacerme cargo de la responsabilidad que guardo. Este país necesita de ejemplos buenos,  de trabajos en silencio. Asi creemos algunos, que el trabajo en silencio es la mejor respuesta a todo lo que acontece por estos días en nuestro país, el silencio y los buenos ejemplos.

Saludos Carlos Nunura, no puedo ser tu padre, pero puedo ser tu amigo, he intentar ser un ejemplo positivo para ti. Como lo es Walter Oyarce, para ti y muchos jóvenes; como los es Carlos Salas, mi amigo músico,  para sus seguidores; como lo es Karina Medina para su hijo y alumnos; como lo es Jeannette Risso para sus alumnas y alumnos cantantes; como Eduardo Mejía, para sus hijos, como Gino de Leo y su Fe de Erratas, lleno de verdad; como Carlos  Cavero para su hija y seguidores, con su particular visión de la vida; como Miriam Lopez y su silencioso trabajo; como mis amigos de Nokanchu Kanchu. Como muchas personas integras y anónimas.

Saludos Carlos Nunura, mi joven amigo, gracias porque me haces que me esfuerze en ser mejor.