miércoles, 1 de julio de 2020

Dr. Carlos Garcia, (Pollo para tus amigos)





Era Mayo del 2014 estaba corriendo para llegar a la capacitación, suelo llegar temprano a donde voy, pero el tráfico de esta ciudad es desesperante. Caminaba cuando escuché el teléfono.

-          ¿Alo? - contesté
-          ¿Chinito, hermano, te habla Carlos García Pacheco,  para ti el Pollo, qué estás haciendo?
-          Hola Pollo, después de tanto tiempo,  me voy a una capacitación para un trabajo
-     Vi tu mensaje en el messenger contando que te quedas en Lima  y buscas un trabajo ¿Y cuánto te pagarán allí, me puedes decir?

Se lo dije y se rió

-          Deja esa tontería, ven aquí te necesito conmigo. Toma un taxi y ven a mi oficina , te dicto la dirección
-          Oye Carlos ¿es en serio?
-          Ven huevón – agregó riéndose y colgó

Así fue como me reencontré 33 años después de haber  terminado el colegio con mi amigo “El Pollo” Carlos Domingo García Pacheco y demás salsas y ensaladas, como algunos le decíamos cuando estudiábamos juntos desde niños en el colegio Jorge Polar.

Carlos, solo fue para mí el compañero de colegio, cuando muchachos pocos fueron los momentos que compartimos juntos o conversamos. Yo paraba con los más altos  y los más avezados del aula. Carlos era del grupo de los tranquilos, de los estudiosos que no hacen  ninguna travesura, o si las hacían eran demasiado inocentes para nosotros los que nos creíamos los  listos, en realidad era considerado de la mancha de los  “monses” como les decíamos a ellos. Nunca fue llamado a la dirección, creo que jamás desaprobó, tampoco participó de alguna maldad estudiantil. Le recuerdo siempre pulcro, con su gran cabeza, peinado con raya al costado, su camisa con las marcas de la plancha y su pantalón gris al tubo y muy bien cuidado.

Muchas veces ensimismado en mis veleidades adolescentes le perdía de vista.

Éramos parte de una promoción escolar que terminó en 1981 y solo bastaba eso para estimarnos y cuidarnos todos, algunos nos perdimos el rastro, otros como yo seguí frecuentando a mi pequeño grupo de amigos y hoy nos llamamos hermanos y no solo amigos.

Así son mis recuerdos del buen amigo Pollo en el colegio, hasta que esa  mañana de Mayo de 2014 escuché su voz a través de una llamada al celular.

-         Desde hace tiempo leo lo que escribes, desde hace tiempo creo darme  cuenta que has domado al Iván peleón y arrogante que eras,  a través de todo lo que cuentas y créeme me divierto con tus historias, entiendo tus sentimientos y lo que vives. En lo que escribes se  percibe que has caminado mucho. Pero mantienes ese temperamento duro y guerrero, que necesito para este puesto. Cuídame las espaldas y has un buen trabajo, ¿te parece bien lo que te ofrezco?
-         Es tres veces más de lo que me ofrecían – dije
-      No me falles y sé cómo el Iván que recuerdo del colegio,  valiente  y decidido, honesto y siempre del lado del justo.

No salía de mi asombro, sentado en su oficina en una entidad del estado, Carlos García Pacheco, el Pollo me estaba dando trabajo. Y me conocía más que yo mismo, parecía que hablaba de otra persona y no de mí, confiaba más en mí, que los que siempre dijeron que confiaban en mí. Me estrechó en un largo abrazo y con alegría me dijo “bienvenido hermano”. Sentí  tanto afecto  y cariño de  su parte, que me sentí avergonzado de no haberle  prestado la atención que él (me daba cuenta) me había prestado a mí en el colegio.

-          Carlos gracias, (ya no era el Pollo) en serio, muchas gracias.
-        Chino, me dijo, en el colegio siempre te veia decidido, corajudo, insolente. Pero cuando he leído lo que escribes me he dado que eres muy sensible, además desde que vi que defendiste  al perro del abusivo de MV en el patio del recreo, siempre supe que si algo me pasaba tú me defenderías ¿sí o no?,
-          Si – dije lacónicamente
-          Entonces  no hay nada más que decir, eres mi amigo de la infancia, ya tienes trabajo.
-     ¿Me puedes decir que le pasó a tu pelo? - le pregunté irónico
-     La vida hermano - respondió riéndose y empujándome fuera de la oficina.

Trabajamos juntos y pude ver que Carlos se había convertido en una persona superlativa, que irradiaba confianza, que motivaba con los ejemplos, un hombre  tranquilo, sereno, sumamente  preocupado por su familia, un gerente administrativo de una entidad del estado, capaz de quitarse el saco y la corbata para empujar módulos, mientras otros gerentes hacían brindis y posaban para la foto ( si aquel día me decía vamos a la guerra, hubiera ido). Un hombre capaz de quedarse hasta tarde haciendo informes o firmando autorizaciones, para que sus subalternos puedan cobrar sus sueldos, un profesional que siempre tenía tiempo para escuchar al prójimo, capaz de cubrirte las espaldas mientras tus actos fueran honestos, un ser humano con corazón, sentimientos, culto y preparado, solidario y por sobre todo, amigo .

Los vientos cambiaron y el trabajo terminó, pero la amistad se fue profundizando.

Cuando podíamos almorzábamos juntos y nos poníamos al día de nuestras vidas. Él decía admirarme y yo le respondía “Doctor Pollo, soy yo quien debe admirarle”. Se declaró mi más asiduo lector y cuando dejaba de postear algo, llamaba para saber cómo estaba. "Eres mi amigo el escritor, el que persigue sueños. Me alegra ver las ganas que tienes de hacer lo que te gusta". Yo le escuchaba 

“Cuando lo termines tráeme tu libro y todos los que tengas que los compro”. Dijiste una mañana y me animaste a que hiciera mi poemario, me animaste a arriesgarme, me devolviste la confianza que había perdido en mi camino, me llamaste hermano y me tendiste la mano, consiguiéndome trabajo, porque apostabas tus manos al fuego por mí. Siempre viste el potencial en mí, que yo no veía  en mi vida y yo, te recordaba lo bueno que te rodeaba, pienso en esta tarde.

Nos hicimos más amigos en estos 6 años cuando estamos maduros, que cuando estábamos en el colegio. Cuando falleció mi hermana en Marzo último, Carlos  llamó y lloró a través del teléfono conmigo. “Siento tu dolor hermano, y te acompaño” dijo quebrándose su voz.  

Así de empático era mi amigo.

Digo era, porque Carlos Domingo García Pacheco ha muerto de una manera apacible, le han encontrado ayer sentado en un sillón de su casa, supongo que leyendo o preparando alguno de sus trabajos.

La muerte le sorprende  de una manera súbita y eso no lo comprendo una vez más.

Y no puedo acompañarle, es injusto. Grito al silencio.

Maldito Covi19,  por estas fechas personas que quiero se han marchado y yo, no he podido despedirlas, encerrado en esta habitación.

Empecé a escribir estas líneas en la madrugada que no conciliaba el sueño y las termino esta tarde con la impotencia de no poder estar contigo amigo. Con ese vacío, que deja tu ausencia.

Nuestro encuentro en el Queirolo ya no podrá ser, nuestro café se enfriará. Nuestras conversaciones de literatura, de las tristezas, de las alegrias, sobre el amor, tus hijos, mi hijo, nuestras disertaciones sobre los logros de la vida, el chifa que compartíamos, la risa y la burla cuando repasábamos los apodos de nuestros compañeros ya no podrán ser y quedará pendiente reírnos de la Rata Morante,  del Perro Bacigalupo, del Pajarraco Coll,del  Gato Elias, de la Oveja Dulanto,del Torito Cardenas, del Gusano Shutt, del caballo Barreda, de la china Montañez, de la Madre, del Chino, del Cholo, y toda la pléyade de compañeros que estoy seguro, te recordarán y extrañarán.

Hablo con su hija y me dice "mi papá siempre hablaba de usted, le quería mucho y le admiraba"  y las lágrimas asoman. "Yo tambien, hija" contesto.

Doctor Pollo, nos veremos más adelante.

Voy a extrañar ese saludo nuestro,

       - Habla Chinito
       - Doctor Pollo, que gusto.

Descansa en paz