Era Mayo del 2014 estaba
corriendo para llegar a la capacitación, suelo llegar temprano a donde voy, pero
el tráfico de esta ciudad es desesperante. Caminaba cuando escuché el teléfono.
-
¿Alo? - contesté
-
¿Chinito, hermano, te habla Carlos García
Pacheco, para ti el Pollo, qué estás
haciendo?
-
Hola Pollo, después de tanto tiempo, me voy a una capacitación para un trabajo
- Vi tu mensaje en el messenger contando que te
quedas en Lima y buscas un trabajo ¿Y cuánto
te pagarán allí, me puedes decir?
Se lo dije y se rió
-
Deja esa tontería, ven aquí te necesito conmigo.
Toma un taxi y ven a mi oficina , te dicto la dirección
-
Oye Carlos ¿es en serio?
-
Ven huevón – agregó riéndose y colgó
Así fue como me reencontré 33
años después de haber terminado el
colegio con mi amigo “El Pollo” Carlos Domingo García Pacheco y demás salsas y
ensaladas, como algunos le decíamos cuando estudiábamos juntos desde niños en el colegio Jorge Polar.
Carlos, solo fue para mí el
compañero de colegio, cuando muchachos pocos fueron los momentos que
compartimos juntos o conversamos. Yo paraba con los más altos y los más avezados del aula. Carlos era del
grupo de los tranquilos, de los estudiosos que no hacen ninguna travesura, o si las hacían eran
demasiado inocentes para nosotros los que nos creíamos los listos, en realidad era considerado de la
mancha de los “monses” como les decíamos
a ellos. Nunca fue llamado a la dirección, creo que jamás desaprobó, tampoco
participó de alguna maldad estudiantil. Le recuerdo siempre pulcro, con su gran
cabeza, peinado con raya al costado, su camisa con las marcas de la plancha y
su pantalón gris al tubo y muy bien cuidado.
Muchas veces ensimismado en mis
veleidades adolescentes le perdía de vista.
Éramos parte de una promoción escolar
que terminó en 1981 y solo bastaba eso para estimarnos y cuidarnos todos,
algunos nos perdimos el rastro, otros como yo seguí frecuentando a mi pequeño grupo
de amigos y hoy nos llamamos hermanos y no solo amigos.
Así son mis recuerdos
del buen amigo Pollo en el colegio, hasta que esa mañana de Mayo de 2014 escuché su voz a través de una llamada al celular.
- Desde hace tiempo leo lo que escribes, desde
hace tiempo creo darme cuenta que has domado
al Iván peleón y arrogante que eras, a través
de todo lo que cuentas y créeme me divierto con tus historias, entiendo tus
sentimientos y lo que vives. En lo que escribes se percibe que has caminado mucho. Pero
mantienes ese temperamento duro y guerrero, que necesito para este puesto. Cuídame
las espaldas y has un buen trabajo, ¿te parece bien lo que te ofrezco?
- Es tres veces más de lo que me ofrecían – dije
- No me falles y sé cómo el Iván que recuerdo del
colegio, valiente y decidido, honesto y siempre del lado del
justo.
No salía de mi asombro, sentado
en su oficina en una entidad del estado, Carlos García Pacheco, el Pollo me
estaba dando trabajo. Y me conocía más que yo mismo, parecía que hablaba de
otra persona y no de mí, confiaba más en mí, que los que siempre dijeron que confiaban
en mí. Me estrechó en un largo abrazo y con alegría me dijo “bienvenido hermano”.
Sentí tanto afecto y cariño de
su parte, que me sentí avergonzado de no haberle prestado la atención que él (me daba cuenta) me
había prestado a mí en el colegio.
-
Carlos gracias, (ya no era el Pollo) en serio,
muchas gracias.
- Chino, me dijo, en el colegio siempre te veia decidido, corajudo, insolente. Pero cuando he leído lo que escribes me he dado que eres muy sensible, además desde que vi que defendiste al perro del abusivo de MV en el patio del recreo, siempre supe que si algo me pasaba tú me defenderías ¿sí o no?,
-
Si – dije lacónicamente
-
Entonces no
hay nada más que decir, eres mi amigo de la infancia, ya tienes trabajo.
- ¿Me puedes decir que le pasó a tu pelo? - le pregunté irónico
- La vida hermano - respondió riéndose y empujándome fuera de la oficina.
Trabajamos juntos y pude ver que
Carlos se había convertido en una persona superlativa, que irradiaba confianza, que motivaba con los ejemplos, un hombre tranquilo, sereno, sumamente preocupado por su familia, un gerente administrativo de una entidad del estado, capaz de
quitarse el saco y la corbata para empujar módulos, mientras otros gerentes hacían
brindis y posaban para la foto ( si aquel día me decía vamos a la guerra, hubiera ido). Un hombre capaz de quedarse hasta tarde
haciendo informes o firmando autorizaciones, para que sus subalternos puedan
cobrar sus sueldos, un profesional que siempre tenía tiempo para escuchar al prójimo, capaz de cubrirte las espaldas mientras tus actos fueran honestos, un ser humano con corazón, sentimientos, culto y preparado, solidario y por sobre todo,
amigo .
Los vientos cambiaron y el
trabajo terminó, pero la amistad se fue profundizando.
Cuando podíamos almorzábamos juntos
y nos poníamos al día de nuestras vidas. Él decía admirarme y yo le respondía “Doctor
Pollo, soy yo quien debe admirarle”. Se declaró mi más asiduo lector y cuando
dejaba de postear algo, llamaba para saber cómo estaba. "Eres mi amigo el escritor, el que persigue sueños. Me alegra ver las ganas que tienes de hacer lo que te gusta". Yo le escuchaba
“Cuando lo termines tráeme tu
libro y todos los que tengas que los compro”. Dijiste una mañana y me animaste
a que hiciera mi poemario, me animaste a arriesgarme, me devolviste la
confianza que había perdido en mi camino, me llamaste hermano y me tendiste la
mano, consiguiéndome trabajo, porque apostabas tus manos al fuego por mí.
Siempre viste el potencial en mí, que yo no veía en mi vida y yo, te recordaba lo bueno que te
rodeaba, pienso en esta tarde.
Nos hicimos más amigos en
estos 6 años cuando estamos maduros, que cuando estábamos en el colegio. Cuando
falleció mi hermana en Marzo último, Carlos llamó y lloró a través del teléfono conmigo. “Siento
tu dolor hermano, y te acompaño” dijo quebrándose su voz.
Así de empático era mi amigo.
Digo era, porque Carlos
Domingo García Pacheco ha muerto de una manera apacible, le han encontrado ayer sentado
en un sillón de su casa, supongo que leyendo o preparando alguno de sus
trabajos.
La muerte le sorprende de una manera súbita y eso no lo comprendo una
vez más.
Y no puedo acompañarle, es
injusto. Grito al silencio.
Maldito Covi19, por estas fechas personas que quiero se han
marchado y yo, no he podido despedirlas, encerrado en esta habitación.
Empecé a escribir estas líneas
en la madrugada que no conciliaba el sueño y las termino esta tarde con la impotencia
de no poder estar contigo amigo. Con ese vacío, que deja tu ausencia.
Nuestro encuentro en el
Queirolo ya no podrá ser, nuestro café se enfriará. Nuestras conversaciones de
literatura, de las tristezas, de las alegrias, sobre el amor, tus hijos, mi hijo, nuestras disertaciones sobre los logros de la
vida, el chifa que compartíamos, la risa y la burla cuando repasábamos los
apodos de nuestros compañeros ya no podrán ser y quedará pendiente reírnos de la Rata Morante, del Perro Bacigalupo, del Pajarraco Coll,del Gato Elias, de la Oveja Dulanto,del Torito Cardenas,
del Gusano Shutt, del caballo Barreda, de la china Montañez, de la Madre, del
Chino, del Cholo, y toda la pléyade de compañeros que estoy seguro, te recordarán y extrañarán.
Hablo con su hija y me dice "mi papá siempre hablaba de usted, le quería mucho y le admiraba" y las lágrimas asoman. "Yo tambien, hija" contesto.
Doctor Pollo, nos veremos más
adelante.
Voy a extrañar ese saludo nuestro,
- Habla Chinito
- Doctor Pollo, que gusto.Descansa en paz