Estaba enamorado, o al menos eso creía, en su mundo no existía juicio alguno que lo alejara de ella. No existían razones o argumentos que pudieran calmar la pasión y la ternura que experimentaba cuando estaba cerca de ella. Se había alejado de sus amigos, de los más entrañables, casi no comía en casa, su familia le parecía extraña y lejana. Su día era dedicado exclusivamente a rendir tributo al amor que sentía por ella. Faltaba a la universidad para estar cerca de ella. Algunos le decían que era obsesión, otros que solo estaba atado “al calzón de ella…” o se burlaban entre ellos de las explicaciones que él intentaba esgrimir. Para él no había definiciones que valieran, ni fundamentos que le convencieran de lo contrario. Sus negros ojos misteriosos y su cuerpo sensual, lo tenían subyugado.
La recogía de su casa, del instituto, de donde ella se lo pidiera, la acompañaba a su casa y luego regresaba por ella para pasear por los parques y calles que le parecían senderos hermosos, llenos de flores y vegetación…la ciudad de piedra a su lado se convertía en un valle de cuento, y las bancas u esquinas en mudos testigos de su historia de amor. Su tiempo completo era dedicado a saciar su necesidad de acariciarla y besarla. Jamás se había enamorado de esa manera, con tanta fuerza y pasión que a veces llegaba a faltarle el aire cuando no la veía o ella no contestaba sus llamadas…
Y ella le correspondía en ese sentimiento… pero también le manipulaba cuando quería…
- Cariño… ¿te puedo pedir un favor?... – dijo sentada sobre la cama, desnuda y terriblemente hermosa.
- Si mamita…dime…
- Mañana en el instituto tengo que dar un examen…y necesito un modelo… ¿puedes ser tú?
- ¿modelo?...
- Si…de corte de cabello de hombre…Si me amas deberías ayudarme… - agregó mientras acercaba sus carnosos labios a los de él.
- ¿?...bueno… - dijo sumiso y temeroso…correspondiendo con pasión a la insinuación.
Al día siguiente, cuando se miró al espejo tardó en reconocerse, o adaptarse a lo que este reflejaba. Parecía un puerco espín, su cabello estaba cortado casi al ras. Había algunos claros visibles, su pelos estaban parados en algunos sitios y en otros simplemente no estaban. Debajo de la oreja derecha se notaba un gran parche blanco, con una notoria mancha roja, que le escocía con intensidad. Detrás, estaba ella con su bata blanca. En una mano, un peine negro y en la otra, una tijera…intimidante…
- Listo termine…te he hecho un corte de moda – dijo satisfecha mirando su obra. Más allá unas mujeres tapaban sus labios conteniendo la risa.
- ¡Señorita!... – dijo una mujer mayor, que parecía la profesora – ¿Qué ha hecho? Deme las tijeras, trataremos de arreglar este adefesio…no me refiero a usted joven...
- Ay Dios – alcanzó a decir el muchacho.
En la calle, él caminaba rojo de la vergüenza, sentía que atraía las miradas de todas las personas. La acompañó hasta su casa,…ojalá no te pongas un gorro, espero que no te avergüences...dijo ella seria, antes de despedirse con un largo beso. El camino por calles vacías hasta la suya, y soportó las bromas de sus amigos cuando llegó a su barrio. Entró con prisa a su casa, su madre horrorizada le preguntó que le había pasado. El dijo escuetamente…Nada… fue a su cuarto, y cerró con llave. Sus hermanas se reían a carcajadas y sus primos no dejaron de burlarse, su abuela solo movió la cabeza de un lado a otro murmurando palabras ininteligibles. Al rato un grito le anuncio que tenía una llamada al teléfono.
- ¿Si? ¿Quién habla?...
- Amorcito…soy yo… - dijo una melosa voz, exagerando y acentuando las palabras, en claro intento de parecer sexy.
- Hola, cariñito...- dijo él, sin ganas.
- Mañana tengo examen de manicure…me fallo mi hermano ¿puedes ser mi modelo?
- ¿?.... (una larga pausa)
- ¡Amorcito!... ¿estás allí?
- Eeeste sip…ya cariñito…te ayudo… - dijo pasando su mano por el maltrecho cabello.
- Te amo, que bueno eres conmigo…luego te compensaré, ya sabes cómo… ¿no?
- Si… - dijo sin entusiasmo el muchacho.
Y allí estaba sentado a las diez de la mañana de un miércoles, con las manos extendidas sobre una extraña mesa, mientras ella concentrada manipulaba una pinza con la que cortaba sus uñas y retiraba los pequeños pellejos de sus dedos…
- ¡Ay! … - dijo él mirando fijamente al espejo, evitando mirar a su enamorada.
- No te quejes que solo he jalado un “pellejito…” - dijo ella con evidente fastidio.
- Si pero debes jalarlo hacia adelante y no hacia atrás – contestó él mientras miraba el hilo de sangre que se deslizaba por su dedo indicé.
- ¡Qué cobarde eres…! no me ayudas mucho… - dijo mientras aplicaba alcohol en la herida.
- Perdona amor – contestó avergonzado, mientras sus ojos se tornaban acuosos, por el ardor intenso.
A su alrededor las mismas mujeres que se rieron el día anterior, reprimían sus carcajadas y murmuraban entre ellas compadeciendo al joven,…quien al cabo de dos horas se retiró con su enamorada, con sendos parches en dos de sus dedos. Visiblemente adolorido.
El domingo siguiente, le llamaron sus amigos desde la calle para que saliera a jugar fulbito…
- No puedo… - contestó desde la ventana - …me he caído bañándome…y tengo una lesión – mintió.
Y miró sus pies, mientras sus amigos se marchaban. Allí estaban sus dedos con parches, con las uñas cortadas al límite que le dificultaban caminar, mucho menos jugar. Pedicure, dijo ella, no te va a doler, dijo…y la recordó inclinada sobre sus pies, experimentando con él (o practicando).
- Necesito un modelo para una permanente y pintado de cabello… ¿puedes?... - dijo ella entusiasmada otro día, mientras él besaba apasionadamente su cuello.
Pero esta vez, él se negó…y se pelearon…o ella se molestó y no contestó sus llamadas por días, sumiéndole en una depresión que le hacía sufrir mucho. Su madre le miraba preocupada, sin decirle nada, sus hermanas solo se burlaban de él y sus primos ya ni caso le hacían, era un caso perdido, decían. Encerrado en su habitación a oscuras, por días esperaba que ella le perdonara y le llamara. Su abuela le miraba y movía la cabeza de lado a lado, decepcionada, el ciclo en la universidad ya estaba perdido.
- …Estoy estudiando corte y confección…le dijo camino al hostal, cuando se vieron después de casi quince días.
En la fiesta le miraban extrañados, algunos disimulaban una sonrisa y otros le preguntaban directamente sobre su camisa extrañamente desproporcionada, de mangas ajustadas y con un cuello exageradamente pequeño y colocado hacia atrás, que le incomodaba mucho cuando se encontraba de pie. Otros notaban y señalaban, entre risas, que el pantalón blanco le ajustaba mucho y ceñía mucho por debajo de la cadera. A duras penas podía contener su fastidio y deseo de irse… ¿Disfrazado de qué has venido?, le dijo su amigo Marco, el más íntimo. De nada…weón...contesto él, lacónico, apartándose y mezclándose entre los amigos en busca de ella. Quien orgullosa narraba como le había costado confeccionar las prendas para su amado y devoto enamorado a un divertido auditorio que no dejaba de observarle, conteniendo con dificultad las risas y las burlas.
Y así pasaron los meses…ella siguió unos cursos de comida internacional, y él tuvo una fuerte disentería. Ella estudió luego primeros auxilios, y aprendió a colocar inyecciones...y él tuvo dificultad para sentarse por días. Lo más difícil fue acompañarla a sus clases de defensa personal y tiro…estuvo enyesado del brazo por semanas… y luego a la academia de baile moderno (nunca se acostumbraría a las mallas).
- Eres tan bueno conmigo…, - dijo ella, agitada a su lado. Mientras él miraba extasiado sus cuerpos desnudos que se reflejaban en el espejo del techo. Preguntándose como decirle aquello que quería decirle hacía mucho tiempo. Aún le gustaba, la deseaba, pero ya no la soportaba.
- Deberíamos casarnos…- y él abrió los ojos desmesuradamente…y tomó valor.
- Tengo algo que decirte… - comenzó a decir, cuando ella le interrumpió.
- No te preocupes por nada, mis tíos en Estados Unidos ya enviaron mi vestido de novia…y también el terno que usarás ¿Cuánto calzas amorcito?... – preguntó curiosa.
El joven no contestó, la miraba furioso, mientras se vestía. Ya no le importaba encontrarla irresistiblemente bella y voluptuosa, apasionada y sexualmente desconcertante, dispuesta a todo. Solo quería salir de allí. El era "un macho peruano que se respeta".
- He dicho algo malo… - preguntó desde el lecho, mientras cubría algo de su desnudez.
- ¿Por qué te vas? Dime algo…
Alcanzó a escuchar él cuando cerró la puerta con fuerza, sin despedirse…
Caminó dos cuadras y comenzó a extrañarla….
Nadie sabe si regresó, si se casaron o tuvieron hijos….esa es otra historia.