Era el otoño
del año noventa, que en Lima se traduce en sol de día y frío húmedo por las
noches. Por ese entonces Liliana trabajaba de auxiliar de educación en el Liceo
Naval de San Borja. En realidad esa era la forma bonita de denominar al auxiliar de conducta en un colegio.
Liliana tenía a su cargo las cinco secciones del quinto de secundaria, además
de realizar esa labor, ella se daba maña para ayudar, sin que nadie se lo pidiera,
a la dirección general del colegio, pues era muy amiga del director.
Fue esa
cercanía y amistad la que permitió que Liliana hiciera que yo entrara a
trabajar en el liceo, también como
auxiliar de educación.
-
Oiga usted – me dijo el jefe
de recursos humanos - ¿Quién lo presenta? – estudiándome de pies a cabeza.
-
Bueno vera….- comencé a decir
– Me llamaron por teléfono y…
-
¡¡ Yo!!… - se escucho fuerte
y muy claro desde la puerta.
-
Señorita Agüero, disculpe –
dijo nervioso el encorbatado señor – es que no sabía…
-
Para eso venia, aquí tiene el
curriculum del joven y una nota del director – dijo entregándole los papeles,
sonriendo para mí y guiñándome un ojo con picardía.
-
No se diga más, procedo
entonces. – y agregó mirándome – el señor comienza el lunes ¿no?....
-
Si señor Rosales – dijo
Liliana cortando la frase, casi fastidiada de la actitud sumisa del individuo –
El lunes que inician las clases, será para las secciones de segundo de
secundaria. Ven vamos… - agregó resuelta saliendo de la oficina y siguiéndola
yo
Y así encontré
trabajo aquel año noventa, gracias a Liliana y su temperamento avasallador y
oportuno. Había bastado un solo comentario que le hice a ella hacia semanas en
una reunión de la parroquia a la que asistíamos. Yo había olvidado la petición
pero estaba claro que ella no.
En ese momento
me deshacía en agradecimientos, pero ella cortó mis palabras diciéndome con su
gran vozarrón…
-
¡¡ Mira hijito, haz las cosas
bien y no me dejes mal!! esto lo hago por mi amiga Jeannette y porque me das
pena… - y su rostro dibujaba una gran sonrisa.
-
Ya después me invitaras una
cerveza, ahora veamos tu uniforme y la movilidad que te corresponde.
Así era
Liliana Agüero Lara, como yo la recuerdo ahora en la distancia. Se disfrazaba
de mujer dura, de tosquedad, de palabras fuertes y frases directas. Para ella
no había medias historias, se hacía o no
se hacía. La primera en llegar a una reunión parroquial y la última en
irse…causante de que muchos corazones se abrieran a Dios y que muchos otros
perseveráramos. A veces solía decirle, que ella era un gran corazón con patas y
un sentimiento único por complacer al prójimo. Sufría de repentinos arranques
de bondad, hasta el punto de compartir lo que no tenía y de realizar increíbles
proezas en nombre de la amistad. Incomprendida e injustamente señalada por
algunos, pero siempre solicitada por su empuje, por su valentía, por su coraje,
por sus dones innatos que ella sabía contagiar en medio de fuertes gritos y una
humildad ejemplar. Nunca pedía algo que ella no fuera capaz de hacer. Sincera y
veraz hasta el punto de ser brusca; pero muy sagaz, ingeniosa e hilarante
cuando la situación lo requería…
Una mañana de
Julio en el liceo se nos indicó que todas las secciones formarían en el patio
principal para la actuación por el día del maestro. Y a la hora requerida sonó
el timbre anunciado la actuación. Rápidamente todos los alumnos salieron de las
aulas vigilados por sus auxiliares y se dirigieron al patio a formar para la ceremonia que se llevaría a cabo a
continuación. Allí estaban el director
general, el director administrativo y
toda la plana docente, los miembros de la asociación de padres, los
representantes de la marina de guerra, a la que pertenecía el liceo, autoridades invitadas del ministerio de
educación y un escritor del cual no recuerdo el nombre. Desde mi ubicación podía observar claramente
el estrado colocado en el centro del patio y la perfecta formación de todo el
alumnado del liceo, quienes en estricto orden
y atento silencio esperaban el inicio de la ceremonia. Se procedió a entonar el himno nacional y
posteriormente el director general se puso de pie, camino garboso hacia el
micrófono y tomo la palabra…
-
Estimados profesores y
colegas, padres de familia, representantes de la marina de guerra, autoridades
del ministerio de…. – saludaba intentando no omitir a nadie.
Desde donde me
encontraba observé que en las aulas de la segunda planta, detrás de la ubicación del estrado, un alumno
de quinto de secundaria, de las
secciones de Liliana, se escondía en un
aula. La busqué con la mirada y la distinguí presta en dirección a las escaleras
-
…Alumnos todos… – continuaba
el director con su alocución …
-
¡¡¡OSOREZ!!! - Se escuchó de
pronto la voz de Liliana – ¡¡¡ OSOREZ!!!
– esta vez por encima de las palabras del director, quien sorprendido intentó
continuar…
-
Hoy celebramos el día del
maestro…- alcanzó a decir…
-
¡¡¡OSOREZ!!!...SAL
INMEDIATAMENTE Y BAJA A LA
FORMACION – se escuchó aún más fuerte, era la voz de Liliana
desde las escaleras.
-
Hoy que celebramos el día del
maestro… - volvió a comenzar el director
-
¡¡¡OSOREZ TE HE VISTO, BAJA YA…O
TENGO QUE IR A SACARTE!!! – se escuchó
la voz de Liliana, esta vez camino del aula donde se escondía el alumno quien
asustado bajaba por la otra escalera
Luego de un
prolongado silencio
-
Osorez por favor puedes bajar
a la formación – imploró el director, ante la sorpresa general y la
incredulidad de los invitados a la ceremonia.
Y pasados unos
largos segundos, en los que el silencio expectante era rey y solo se oyeron los
pasos veloces del alumno y la respiración fogosa de Liliana que le perseguía. El
director se animó a preguntar con voz nerviosa…
-
Señorita Liliana Agüero ¿ya
puedo continuar?
-
¡¡¡ SIIII…SEÑOR DIRECTOR!!! –
contestó Liliana acallando la voz del director en el micrófono.
Desatando la
risa general de todo el colegio.
Así recuerdo a
Liliana gritando ¡OSOREZ! Así recordaré a mi querida amiga, con su andar
apresurado, con sus gestos bruscos, con su risa a carcajadas, con sus
exabruptos y graciosas respuestas a voz en cuello. Así le recuerdo, cargando a quienes la desafiaban con las
cervezas, tratando de inútiles a quienes ponían “peros” a la obra de Dios.
Vistiéndose de monja por una causa, llegando de madrugada con las tarjetas de
un retiro o las cartas de los padres de familia para los chicos de un retiro.
Saliendo a cualquier hora si alguno de
nosotros le pedía un favor, amaneciéndose cuando estuve enfermo, cuidando del
amigo afligido o del que más le necesitaba…
Le recordaré
siempre con su guitarra y su ronca voz cantando un vals criollo, con las cucharas en
las manos acompañando una polka o sentada en el cajón tocando un festejo…
Pero más la
recordaré como la viva imagen de Dios en mi vida…como la palabra cierta, como el consejo sincero, como la madrina de
Mauricio, mi hijo, como la amiga incondicional y hermana de Jeannette, como el
resumen de la palabra amistad en su propia persona…como la amiga que siempre
deseo lo mejor para mí.
Lo que soy
ahora, tiene mucho que ver contigo también Liliana.
Hasta pronto
Lila…te quiero mucho...te veo luego.