domingo, 25 de febrero de 2024

EVIDENTE


 




Tengo el recuerdo de una tarde que no he vivido

la sensación de que algo he olvidado 

no descubro qué es


Extrañas respuestas a preguntas no hechas, trae el viento


Es evidente que un minuto muere una sola vez

que un beso no ofrecido 

será crucificado con el ansia de algún Romeo


 Odiseo se preguntará si hubiera sido feliz junto a Circe, la hechicera 


 

Es evidente que no he muerto después de tanto llanto

como evidente sigue siendo que no perdí el tiempo 

tratando de olvidar


Sin embargo el recuerdo me atrapa 

cada vez que pienso en el sueño que he vivido


Tengo una visión del mañana que repite un motivo

una hoja cae lentamente

danzando con la brisa 

mientras el tiempo se detiene en lo profundo de tus ojos


Te recuerdo siempre,

más en el día que nace

y este amor aguarda

a pesar del tiempo que no he vivido 


Serás feliz 




 








 

martes, 20 de febrero de 2024

LA PROTESTA


 

El hombre se quitó la gorra nike con ademanes y golpes en el aire, con la palma de la mano derecha golpeó el cristal que separa a los empleados de las personas que hacen una fila larga que me recuerda a las fotos en blanco y negro que he visto de los judíos en campos de concentración en la enciclopedias que mi padre me regaló cuando era niño.

 

A la izquierda, una fila  para entregar las recetas firmadas, con el DNI y un número telefónico y luego sentarse - si hay suerte - esperar oír su nombre para acercarse a otra ventanilla  y recoger la medicina, recoger es una palabra que no encaja, debería decir, que arroja con desdén el obeso individuo parado  detrás del cristal que lo separa de los condenados a arrastrar los pies por alguna enfermedad.


El obeso vestido de azul, grita - Seguridad - cuando el anciano del gorro nike vuelve a golpear el cristal reclamando un poco de respeto.


- Me hablas bien, soy una persona que ha pagado su seguro sesenta años (¿es posible?)  y tu miserable gordo no vendrás a insultar. Soy viejo y anciano pero igual te puedo romper los dientes, cobarde, eres valiente detrás del vidrio. Sal y enfréntate conmigo hijo de mala madre.


- Señor, no le he faltado el respeto, solo le he dicho que no hay la dichosa crema. Aún no ingresa a farmacia y no se la puedo entregar. No hay ¿Cómo se lo explico?


- ¿Decir que me eche “agüita” no es un insulto?. Miserable marrano. 


Diez personas detrás estaba yo escuchando atento a la discusión, la curiosidad ya se había apoderado de mi. Algunas personas increparon al anciano - ya señor, no haga problema -  decían - señor otros desean dejar sus recetas, apúrese - lo apuraban otros ansiosos de llegar a la ventanilla. 


- El problema es que nadie reclama y cuando alguien lo hace. Nosotros mismos lo callamos - levanté la voz en defensa del anciano del gorro nike que reclamaba su medicina - en lugar de apoyar, somos egoístas… - dije elevando la voz un poco más.


Una anciana me miró con desprecio, un señor en silla de ruedas levantó su pulgar en señal de apoyo, mientras el airado anciano seguía hablando con autoridad.


- “Agüita” dices payaso, que me eche “agüita”. Dos semanas y no hay la bendita crema. Ya me cansé de echarme chuño miserable… - increpaba al empleado del seguro con indignación el hombre mientras se agarraba una nalga.


El gordo vestido de azul se sonrió irónico con la expresión y el ademán del hombre que gritaba. Quien volvió a golpear el vidrio, mientras exclamaba con rabia.


- Me pica el culo, tengo hemorroides y el seguro no tiene mi crema, carajo - gritó el hombre - ¿entiendes marrano? Me pica el culo - repitió golpeando el vidrio una vez más, siendo sujetado por dos pequeños hombres vestidos de marrón y camisa amarilla, que le llegaban al hombro al anciano. 


- Me pica el culo, carajo - repitió otra vez, forcejeando con los gnomos de seguridad, zafando su brazo de uno de ellos y golpeando el cristal por enésima vez.


- A mi también me pica el culo - repitió una viejita sentada en una silla azul apoyada contra la pared.


- Me pica el culo - dijo el señor que levantó su pulgar.


- Me pica el culo - repetí alzando la voz, ahogando  la risa que pugnaba por salir.


- Me pica el culo - gritó una pareja frente a mí, controlando la risa.


- Me pica el culo - exclamó la señorita de jeans apretado que formaba su silueta, tuve que despejar los malos pensamientos cuando camino delante de mí.


- Me pica el culo, me pica el culo, me pica el culo… - repetimos al unísono las 20 o 30 personas en el segundo piso del policlínico Chincha. Mirándonos entre nosotros con una cara de complicidad y riéndonos con libertad por unos minutos.


La sorpresa paralizó a los gnomos de marrón que sujetaban al anciano del gorro nike, él se zafó de sus captores.  Y aplaudiendo gritaba con todos


- ¡Me pica el culo!


Y allí estaba yo, formando parte de una protesta espontánea en una entidad desorganizada, manejada por corruptos de turno,  feudo de incontables políticos ladrones. Aplaudía e invitaba a que otros se unieran a nuestros gritos. La joven de linda figura que me sonreía divertida, mudo su expresión cuando la miré a la cara, ella vio venir por detrás mío a dos fornidos hombres de marrón y camisa amarilla, estos no eran gnomos.


- Así que te pica el culo ¿no? ven con nosotros - dijeron sujetándome de los brazos  tan fuertemente que no pude moverme.

- No, a mi no me pica, es al señor -  señalé con el mentón al anciano de gorra nike.


Y no pude decir nada más cuando me bajaban casi en vilo por las escaleras, entre los aplausos de la gente solo pude observar que el anciano me quiso ayudar, pero también lo sujetaron entre varios gnomos..


A las diez de la noche sentado en una banca en la comisaría después de siete horas, escuché una voz.


- A ver, ese al que le pica el culo, se puede ir. ¡Ya! si no se queda hasta mañana. 

 

Me faltaron pies para salir, entre las risas de los policías.








lunes, 12 de febrero de 2024

EL POZO




Se ha secado el pozo

El musgo de la piedra se ha desprendido
muestra el peldaño 
que alguien debe subir
una costra seca oculta la herida
que va sanando

A veces las contradicciones traen verdades

Los lobos aúllan 
cuando retornan a casa

Se ha secado el pozo
ya nada hay de beber
termina el duelo

Como el lobo 
retorno:
crece la hierba
en el páramo





 



jueves, 8 de febrero de 2024

EN MIS MANOS

 


Cazador de  nubes he sido 
domador de promesas de madrugadas también
perdido en batallas vestí de Cid 
siendo tan solo un lazarillo
en una ciudad inmensa
que no conocí

Sujeté espinas para tener las rosas
con las mismas manos que escribía versos 
que nunca entendieron
que si nacieron, a nadie importó

Siendo pastor de sueños quebrados
en un puerto del que no partí
al pie del acantilado al final de la Av. Brasil
una tarde de amor me consumí

He mudado la piel, como reptil
soñé ser un Pendragon
llegando solo a peón de construcción,
se me escapó el dragón

Nadie apuñaló la espalda,
nadie avasalló la fe
nadie secó las lágrimas

No me hiciste daño

El dolor estuvo en mis manos 
por creer que mi amor 

Te haría feliz.








ELLA



Sentado en una  banca en el parque Kennedy de Miraflores aguardaba a que ella  llegara. Habían concertado la cita después de que ella lo ubicara en el nuevo trabajo. Pedro su asistente le había dicho que ella había llamado varias veces durante la mañana y otras por la tarde, preguntando por él. Le intrigaba por qué ahora lo buscaba si meses atrás ella lo había dejado, como lo había hecho otras tantas veces también, con fría actitud y con la indiferencia de quien poco o nada le importa alejarse. Agosto es un mes peculiar, en agosto es el cumpleaños de su único hijo y eso lo hace especial, en agosto el frío cede un poco en Lima, aunque sus mañanas grises persisten, en agosto siempre algo cambia en la vida de Antonio, piensa para si.

 

Que ella lo busque es anormal, Antonio sabe que no debe acceder a verla, pero él siempre cedió cuando ella lo llamaba, ella es su debilidad, podría decirse que frente a ella no había defensa que se resistiera a esa manera tan particular de mirar. 

 

Superar la pena que le ocasionó el abandono de ella hace meses, fue muy duro para él, pero ahora ya no importaba, era ella quien lo buscaba y Antonio se sentía fuerte, o eso creía, pensaba sin mucha seguridad. Que ella se presentará en la oficina fue una total sorpresa. No podía atenderla, se lo hizo saber, ella insistió con ansiedad y quedaron para el viernes - no falles -  dijo ella cuando se marchaba. El hombre se quedó con un océano de emociones, no durmió aquella noche.


Caía la tarde en Miraflores, comenzaba a lloviznar, en Lima solo garúa persistentemente, Antonio se paró de la banca cuando la vio venir y caminó hacia ella, 

 

- Hola ¿Cómo estás? - saludo él. 

- Estoy bien - dijo ella sonriente, inusualmente cariñosa - ¿Necesitaba verte, debo reconocer que te extraño y que cuando te veo me siento bien, me puedes invitar a algún lado donde podamos conversar? - agregó con  coquetería y evidente nerviosismo.

- Claro  - contestó Antonio disimulando su turbación y sorpresa - me sorprende que llamaras pensé que ya no querías conversar conmigo, ni que nos veamos..

- Cuéntame ¿Cómo está tu hijo, cómo  estás tú, tu esposa?. No debería llamarte y molestarte, pero la verdad quería verte -  dijo ella con zalamería, mirándolo a los ojos. Turbando al hombre.

- Dijiste que querías hablar conmigo - insistió él.

- Si, pero quiero pasarla bien contigo, conversemos, quiero reírme, olvidarme de todo y luego te cuento. Dependiendo de cómo te conduzcas - contestó ella desarmando las defensas del hombre.

- Vamos, cerca de aquí hay un lugar muy agradable  - dijo él, imaginando que esa noche por fin lograría lo que soñaba desde hace tiempo.

 

Caminaron por el parque Kennedy, la ligera garúa ha cesado, caminaban distraídos mirando a los gatos, deteniéndose para encender un cigarrillo, conversando como dos buenos amigos. Ella se acerca de pronto y apoya su cabeza en el hombro de Antonio, toma su mano entre las suyas. Él corresponde a ese gesto y la mira enamorado. Sabe en su interior que no se resistirá a nada que ella le pida esa noche.


Llegaron a un local, entraron y tomaron asiento en una mesa cerca de la ventana, pidieron té de cacao, por recomendación de la azafata de la “Casa del Cacao” en la calle Berlín de Miraflores, a él le gustó, a ella no. - quiero café - dijo con algo de capricho. 

Y él la complació, a esas alturas difícilmente se negaba a lo que ella quería. 

Conversaron por largo rato, de ella, de todo lo que le gustaba salir a bailar; de sus días vacíos, como decía ella, conversaron del trabajo de él, de la nueva empresa en la que estaba, de su familia, de lo mal que se sentía en su matrimonio. Ella habló de su divorcio, de su hijo, de sus proyectos. Recordaron antiguos amigos con complicidad, los coqueteos juveniles, las fiestas a las que fueron juntos, Antonio había bajado la guardia, todo reparo, se sentía fuerte, ilusionado al lado de esa mujer que significaba todo lo que esperaba de la vida. Miraba su rostro y quería besarla. Ella sonreía coqueta cuando sus miradas se encontraban. Todo alrededor había dejado de tener importancia, sólo tenía ojos para ella.


Antonio recordaba  esos días de agosto en Lima que marcaron su vida  sentado en un café de la Gran Vía, en Madrid, mirando a la gente pasar enfundada en sus abrigos a través del cristal de la  amplia ventana  -  la vida se escribe demasiado torcido, nunca pensé regresar y sentarme aquí - se decía una vez más, mientras apuraba el café con porras que tantas veces había extrañado. Madrid en invierno tiene un encanto nostálgico, el sol no abriga, solo ilumina la ciudad, le da un tono de alegría, Se imagina las calles madrileñas de los años 30 tan bien descritas en la novela de su amigo J. Pedro, creía que podría cruzarse con alguno de los personajes de “Jugarás bien tu partida” si se adentra por las calles y camina hacia el parque el Retiro y sonríe. Su pensamientos lo llevan a Lima  nuevamente, está tan ensimismado en sus pensamientos que no escucha que le hablan.

 

- Señor, disculpe, desea algo más - le dice la azafata sacando de su arrobamiento al hombre que sujeta un libro.

- Oh perdón, estaba pensando, además soy sordo del oído derecho ¿sabes?, por eso no te escuché - contesta Antonio nervioso, como si lo hubieran pillado en una travesura.

- No hay problema señor - dice la bella azafata - me preguntaba si desea que le traiga algo más, otro café quizás. 

- Claro, otro café americano por favor, espero a un amigo - contesta con una sonrisa mientras su mirada se pierde en un punto a través del ventanal que da a la calle madrileña. 

 

Antonio regresa a su recuerdo.

 

Caminaron por Miraflores tomados de la mano, por la avenida Larco, se besaron con ternura en una esquina,  como si en ese beso se juramentaran estar juntos toda la vida, o eso pensaba él. Ella pasó su mano por el rostro de él suavemente, acercó sus labios y mordió los de Antonio, él no se quejó, sonrió y la abrazó fuertemente. Estaba feliz.


Llegaron a un parque a la espalda de la iglesia Virgen de Fátima, donde se casó un amigo de ambos. Recordaron la fecha y se rieron juntos de las anécdotas de aquel día. 

Se sentaron en una banca, él con su mano sobre el hombro de ella. Besaba su cuello y olía su pelo.

  

- ¿Quiero decirte algo pero no sé cómo lo vas a tomar? - dijo ella mirando al hombre enamorado - en estos meses en los que no te he visto muchas cosas han pasado y la verdad me di cuenta que pensaba en ti y…quisiera saber si... - agregó antes de ser interrumpida por la impetuosidad del cariño de Antonio. 

- Tranquila querida, no he dejado de pensar en ti ningún día, -  dijo sin dudar Antonio, como si el dique de sus pensamientos se rompiera de pronto dejando brotar los sentimientos que guardaba -  te amo querida.


Ella lo miró de frente y sin responder a la declaración de amor de Antonio, le dijo,

 

- Quisiera saber si me puedes prestar 500 soles para hacer una pollada bailable en mi casa. Tengo que juntar dinero para un proyecto que tengo - dijo ella con un tono de voz distinto al que hasta entonces tenía…


Él sonrió con pena, pensó que ella hablaría de sentimientos…  

 

- Poeta, que gusto estrechar su mano después de tantos años lejos de Madrid -  le dijo su amigo abrazándolo fuertemente.

- Es un gusto querido J. Pedro, veo que tu libro se vende bien y está en alguna de las librerías de la gran vía aquí en Madrid -  respondió Antonio con afecto.

- ¿En qué pensabas Antonio? Estabas absortó mirando la calle, con la mirada como de quién tiene su pensamiento muy lejos - dijo J. Pedro el amigo.

- Pensaba amigo que a veces decir no, podría haber significado un destino distinto, un camino diferente, entonces me hubiera librado de tantos problemas - contestó Antonio

- ¿Hablamos de una cimbreante cintura? estimado poeta - dijo entre risas

- De nadie que valga la pena, creí que era alguien especial y al final comprendí, que nunca me amó - contestó sonriendo con ironía el aludido - De especial nada tenía, solo era alguien común con muchos problemas. Pero eso no importa, el presente es otro. Cuéntame  amigo ¿Cómo va tu segunda novela?

- Bien - contestó J. Pedro. - sigo escribiendo... 


Los dos amigos pidieron unas cañas y unas tapas para celebrar el reencuentro en la hermosa ciudad de Madrid