Una mañana salí temprano con la esperanza de encontrar transporte
público rápidamente, pero los buses que pasaban lo hacían totalmente llenos y
algunos ni siquiera paraban, entonces decidí irme a pie…
Camino a pesar de mi dolor de rodilla izquierda, pues dice el doctor que
tengo el tendón cuadriceps calcificado, bueno, ese fue el diagnóstico. Y aunque hice una corta y costosa terapia, la verdad que la siento igual. Pero eso no
me impide caminar y degustar los exquisitos rincones de una ciudad que tiene
sus encantos a pesar de lo que digamos de ella (me incluyo). Me gusta caminar,
repito, me relaja, me ayuda a pensar, me distrae, me permite conocer lugares
que de otra manera pasarían desapercibidos para mí y así también alimento mi
curiosa inquietud de conocer nuevos sitios. En esta ciudad de Lima, tan caótica
y bulliciosa, caminar es lo mejor, ya que el transporte público es por decirlo
de manera amable, espeluznante y aterrador, más aún el tráfico.
Caminé por Pueblo Libre, buscando la sombra en las calles y las
avenidas, era una calurosa mañana de enero, el día prometía un sol abrazador,
sofocante. Mis pasos me llevaron por Magdalena y de allí, al malecón que
da al mar. Lo bueno de nuestra ciudad es que tenemos cerca el litoral y la
vista desde allí, relaja...aún más que la caminata…Caminaba sin escoger
las calles, por donde el instinto me llevara...encontré, decía el malecón y
pude percatarme que había un perro chusco, de raza indefinida, siguiéndome desde
hacía un buen rato. El perro se detenía cuando yo me detenía; yo caminaba y él
caminaba tras de mí...con la lengua afuera, cayendo hacia la derecha. “¿Qué te
pasa?” pregunté desde lejos y el can se detuvo observando, movió la cabeza de
lado, como si tratara de entender mis palabras…” ¿quieres, agua?” dije,
ofreciéndole la botella con agua. Se sentó, moviendo la cabeza hacia el otro
lado...y yo sonreí…”si quieres, te acercas..” dije, mirándole y colocando la
botella en la acera. Mientras tomaba algunas instantáneas del litoral
limeño, espiaba al perro que me observaba con atención sin moverse.
Después de un buen rato, tomando fotos con el perro observándome, seguí
mi camino, dejándole atrás. Llegue al lugar a donde me dirigía e hice las
gestiones que necesitaba realizar. Al salir, decidí regresar por el mismo
lugar. Mi sorpresa fue mayúscula cuando encontré otra vez al perro, pero esta
vez no estaba solo, él me miró sin hacerme caso, me ignoró ciertamente; pues
estaba más pendiente de lo que supongo era una amena conversación con una
urraca (creo que así se les llama). Ella, silbaba o piaba, no sé cómo
decirlo, y él contestaba con un sonido que no llegaba a ser ladrido. Les
observaba incrédulo, ella repetía sus sonidos y él asintiendo con la cabeza,
ladraba despacio y movía la pata. ! El perro se estaba riendo!!! ...no lo podía
creer.
Mientras sonreía, preparé el celular para tomarles
fotos o grabarles. Cuando estaba listo, ambos me miraron y luego se miraron, se
dijeron algo, (creo)...y se fueron. Ella emprendió el vuelo y él comenzó a
caminar, sin inmutarse. “Caray”, dije por no poder tomar la foto...y guarde el
celular, dispuesto a seguir mis pasos. En ese instante, la urraca regresó,
posándose delante de él y algo dijo, por el ruido que escuche...y él
ladró...contestándole (o eso creo). Rápidamente tomé el celular, otra vez, y cuando me
disponía a tomarles una foto, ellos se miraron otra vez, algo se dijeron y se
separaron, al igual que la primera vez...y yo, más que sorprendido me quedé mirándolos...sin saber qué pensar.
Allí estaba yo, saliendo de mi consulta con el psiquiatra, preguntándome
¿estoy loco o es mi imaginación? ¿Estos dos están conversando, o soy yo el que
está zafado...?
Finalmente, luego de dos intentos más, para tomarles algunas fotos
juntos, desistí. Pues ellos no dejaron de hacer lo mismo, es decir, mirarse,
decirse algo y separarse. Desistí, repito, de tomar alguna instantánea que
diera veracidad a mi relato. Y claro que lo hice, renegando y requintando a los
animales por la broma. “ ! Par de pendejos, me agarran de tonto…!!” repetí
varias veces, mientras ellos solo me miraban como si yo estuviera loco. Camine
dejándoles atrás.
Así llegué hasta el frontis del nosocomio de salud mental Victor
Larco Herrera, consulté si podía ingresar a la farmacia del hospital, me
dijeron que sí e ingresé. Luego de pedir referencias sobre cómo llegar a la
farmacia, me dirigí hacia allí, intentando olvidar la escena del perro y la
urraca. Había una larga cola, bajo el sol, y como todos me puse a la fila. Todo
estaba tranquilo hasta cuando tocaron mi hombro. Giré para ver quién era y me
encontré con un señor alto, blanco, con el cabello rapado, vestía una camisa
blanca, un jeans raído, muy desteñido y zapatillas blancas, percudidas. No pude
dejar de mirar el grano que sobresalía en su nariz, este atraía mi mirada como
imán.
- Disculpa,
¿no me reconoces? - me dijo, acercando su cara hacia mí.
- No,
no le he visto, nunca. Primera vez que entro aquí -contesté dubitativo por
la sorpresa.
- Yo creo
que nos conocemos -dijo - hemos planeado muchas batallas juntos.
- ¿Perdón?
-pregunté, realmente sorprendido. - no te conozco - agregué
- No
me conoces, pero me miras la nariz -dijo muy serio.
- Es
que…- intenté explicar...
- Soy
Napoleón, y tú eres Murat, mi general de caballería - afirmó de pronto
seriamente.
Mi memoria recordó quien era Murat y reponiendo mi ánimo, rápidamente le
contesté, en tono de complicidad.
- No
solo tu general de caballería, también tu cuñado, Napoleón.
- Verdad
- afirmó ceremoniosamente, extendiendo su mano y estrechando la mía
- Como
esta mi hermana - dijo - ¿la haces feliz…?
- Me
dejó - le dije secamente.
- No
importa - contestó – las mujeres son veleidosas, reúne los ejércitos,
marchamos a Waterloo - me ordenó resuelto.
- ¿Estás
seguro? - le dije - la historia dice que allí perderemos
Me miró fijamente a los ojos, colocó sus manos sobre mis hombros y
mientras una o dos personas cercanas presenciaban en silencio la escena. Quien
decía ser Napoleón me dijo,
- La
historia la hacemos nosotros, no lo olvides…
Y se marchó raudamente…
Algunos se rieron, yo no. Me quedé pensando, la frase.
Compré mis pastillas sin más contratiempos. No dejaba de pensar en lo curiosa de la escena. La casualidad de que me sucedan siempre cosas así, pequeñas historias inverosímiles.
Compré mis pastillas sin más contratiempos. No dejaba de pensar en lo curiosa de la escena. La casualidad de que me sucedan siempre cosas así, pequeñas historias inverosímiles.
Caminaba buscando la salida, sintiendo que estaba de pronto en otra
época, quien conoce el hospital Victor Larco Herrera, sabrá a qué me refiero,
sus construcciones y pabellones son antiguos, de una época pasada. Para alguien
con mi imaginación y sentimentalismo, este lugar es idóneo para recrear
historias. Es más, pensé, podría quedarme una temporada por aquí, elucubrando
historias y versos.
Estaba en ello cuando me aborda una agraciada mujer.
- ¿Conoces
los baños? - preguntó
- La
verdad señora, no conozco - le contesté.
- Mejor
así - dijo ella tomando mi mano fuertemente - te estaba esperando….
- ¿Cómo?
- respondí asustado
- Te
he visto venir muchas veces…- agregó.
- Nooo,
es primera vez que entro aquí - dije moviendo la cabeza, intentando soltar
mi mano.
- No
te creo, has venido para fugarnos.
- No
señora, suélteme, por favor - dije casi implorando.
Y ella se echó a reír a carcajadas, mientras sujetaba mi mano.
- No
te asustes, no estoy loca - dijo con tierna sonrisa - colabora con una
rifa para los pacientes. Soy una voluntaria.
- Está bien, asústate tú, porque yo, si estoy loco…- dije sin pensarlo mucho, mientras abría mis ojos y tornaba mi voz ronca.
No sé, porque respondí de esa manera, quizás por el susto o cansado de
que las experiencias de este peculiar día, me sobresaltaran solo a mí.
Quizás porque en el fondo algo de locura llevo, o quizás porque la dificultad de adaptarme a la realidad que me toca vivir, también tiene algo de locura. Quizás también, porque para crear historias y fantasear sobre alguna dimensión en la que encajo totalmente, algún tipo de locura debe de llevar mi alma. Creo que respondí así porque que es mejor ser loco...que intentar estar cuerdo o porque sé que sí llegué hasta aquí, pasando por mucho, alguna locura adquirí en algún momento.
La verdad, me decía, no lo sé y aún me lo sigo preguntando.
Quizás porque en el fondo algo de locura llevo, o quizás porque la dificultad de adaptarme a la realidad que me toca vivir, también tiene algo de locura. Quizás también, porque para crear historias y fantasear sobre alguna dimensión en la que encajo totalmente, algún tipo de locura debe de llevar mi alma. Creo que respondí así porque que es mejor ser loco...que intentar estar cuerdo o porque sé que sí llegué hasta aquí, pasando por mucho, alguna locura adquirí en algún momento.
La verdad, me decía, no lo sé y aún me lo sigo preguntando.
Solo sé, que la mujer de blusa café, pantalón denim verde olivo, y
zapatillas negras, soltó mi mano y huyó del lugar sin mirar hacia atrás. La vi
alejarse despavorida mientras me quedaba parado, sonriendo en silencio y viendo
su torneada figura alejándose.
Cuando crucé la reja de salida del hospital lo hice pensando:
“No estoy loco, solo estaba distraído. No estoy loco, solo estuve deprimido por mucho tiempo. No estoy ,ni estaba loco, solo estuve perdido, desaliñado. No estoy, ni estaba
loco, me estaba preparando….para otro tipo de locura…
La de ver lo que otros no pueden ver, la de entender lo que otros no pueden entender, la de sentir lo que otros jamás podrán sentir, la de soñar lo que otros dejaron de soñar...mi locura, es la locura de creer en mí, cuando todos dejaron de creerme....he allí la locura que llevo ahora...Ellos, se quedan aquí, yo salgo...para continuar con mi vida y escribir otra historia”
La de ver lo que otros no pueden ver, la de entender lo que otros no pueden entender, la de sentir lo que otros jamás podrán sentir, la de soñar lo que otros dejaron de soñar...mi locura, es la locura de creer en mí, cuando todos dejaron de creerme....he allí la locura que llevo ahora...Ellos, se quedan aquí, yo salgo...para continuar con mi vida y escribir otra historia”
Y así, mientras caminaba esta mañana de enero comprendía algunas cosas,
una repentina epifanía se apoderaba de mí ser. Mi historia la hago yo...
Finalmente llegué a mi cuarto, que por ahora, llamaré hogar.
Cosas de locos, digo yo.
Finalmente llegué a mi cuarto, que por ahora, llamaré hogar.
Cosas de locos, digo yo.