viernes, 26 de enero de 2018

Caminata en enero



Una mañana salí temprano con la esperanza de encontrar transporte público rápidamente, pero los buses que pasaban lo hacían totalmente llenos y algunos ni siquiera paraban, entonces decidí irme a pie…

Camino a pesar de mi dolor de rodilla izquierda, pues dice el doctor que tengo el tendón cuadriceps calcificado, bueno,  ese fue el diagnóstico. Y aunque hice una corta y costosa terapia, la verdad que la siento igual. Pero eso no me impide caminar y degustar los exquisitos rincones de una ciudad que tiene sus encantos a pesar de lo que digamos de ella (me incluyo). Me gusta caminar, repito, me relaja, me ayuda a pensar, me distrae, me permite conocer lugares que de otra manera pasarían desapercibidos para mí y así también alimento mi curiosa inquietud de conocer nuevos sitios. En esta ciudad de Lima, tan caótica y bulliciosa, caminar es lo mejor, ya que el transporte público es por decirlo de manera amable, espeluznante y aterrador, más aún el tráfico.

Caminé por Pueblo Libre, buscando la sombra en las calles y las avenidas, era una calurosa mañana de enero, el día prometía un sol abrazador, sofocante. Mis pasos me llevaron por Magdalena y de allí,  al malecón que da al mar. Lo bueno de nuestra ciudad es que tenemos cerca el litoral y la vista desde allí,  relaja...aún más que la caminata…Caminaba sin escoger las calles, por donde el instinto me llevara...encontré, decía el malecón y pude percatarme que había un perro chusco, de raza indefinida, siguiéndome desde hacía un buen rato. El perro se detenía cuando yo me detenía; yo caminaba y él caminaba tras de mí...con la lengua afuera, cayendo hacia la derecha. “¿Qué te pasa?” pregunté desde lejos y el can se detuvo observando, movió la cabeza de lado, como si tratara de entender mis palabras…” ¿quieres, agua?” dije, ofreciéndole la botella con agua. Se sentó, moviendo la cabeza hacia el otro lado...y yo sonreí…”si quieres, te acercas..” dije, mirándole y colocando la botella  en la acera. Mientras tomaba algunas instantáneas del litoral limeño, espiaba al perro que me observaba con atención sin moverse.

Después de un buen rato, tomando fotos con el perro observándome, seguí mi camino, dejándole atrás. Llegue al lugar a donde me dirigía e hice las gestiones que necesitaba realizar. Al salir, decidí regresar por el mismo lugar. Mi sorpresa fue mayúscula cuando encontré otra vez al perro, pero esta vez no estaba solo, él me miró sin hacerme caso, me ignoró ciertamente; pues estaba más pendiente de lo que supongo era una amena conversación con una urraca (creo que así se les llama).  Ella, silbaba o piaba, no sé cómo decirlo, y él contestaba con un sonido que no llegaba a ser ladrido. Les observaba incrédulo, ella repetía sus sonidos y él asintiendo con la cabeza, ladraba despacio y movía la pata. ! El perro se estaba riendo!!! ...no lo podía creer.




Mientras sonreía, preparé el celular para tomarles fotos o grabarles. Cuando estaba listo, ambos me miraron y luego se miraron, se dijeron algo, (creo)...y se fueron. Ella emprendió el vuelo y él comenzó a caminar, sin inmutarse. “Caray”, dije por no poder tomar la foto...y guarde el celular, dispuesto a seguir mis pasos. En ese instante, la urraca regresó, posándose delante de él y algo dijo, por el ruido que escuche...y él ladró...contestándole (o eso creo). Rápidamente tomé el celular, otra vez, y cuando me disponía a tomarles  una foto, ellos se miraron otra vez, algo se dijeron y se separaron, al igual que la primera vez...y yo, más que sorprendido me quedé mirándolos...sin saber qué pensar.

Allí estaba yo, saliendo de mi consulta con el psiquiatra, preguntándome ¿estoy loco o es mi imaginación? ¿Estos dos están conversando, o soy yo el que está zafado...?

Finalmente,  luego de dos intentos más, para tomarles algunas fotos juntos, desistí. Pues ellos no dejaron de hacer lo mismo, es decir, mirarse, decirse algo y separarse. Desistí, repito, de tomar alguna instantánea que diera veracidad a mi relato. Y claro que lo hice, renegando y requintando a los animales por la broma. “ ! Par de pendejos, me agarran de tonto…!!” repetí varias veces, mientras ellos solo me miraban como si yo estuviera loco. Camine dejándoles atrás.

Así  llegué hasta el frontis del nosocomio de salud mental Victor Larco Herrera, consulté si podía ingresar a la farmacia del hospital, me dijeron que sí e ingresé. Luego de pedir referencias sobre cómo llegar a la farmacia, me dirigí hacia allí, intentando olvidar la escena del perro y la urraca. Había una larga cola, bajo el sol, y como todos me puse a la fila. Todo estaba tranquilo hasta cuando tocaron mi hombro. Giré para ver quién era y me encontré con un señor alto, blanco, con el cabello rapado, vestía una camisa blanca, un jeans raído, muy desteñido y zapatillas blancas, percudidas. No pude dejar de mirar el grano que sobresalía en su nariz, este atraía mi mirada como imán.

  • Disculpa, ¿no me reconoces? - me dijo, acercando su cara hacia mí.
  • No, no le he visto, nunca. Primera vez que entro aquí -contesté dubitativo por la sorpresa.
  • Yo creo que nos conocemos -dijo - hemos planeado muchas batallas juntos.
  • ¿Perdón? -pregunté, realmente sorprendido. - no te conozco - agregué
  • No me conoces, pero me miras la nariz -dijo muy serio.
  • Es que…- intenté explicar...
  • Soy Napoleón, y tú eres Murat, mi general de caballería - afirmó de pronto seriamente.

Mi memoria recordó quien era Murat y reponiendo mi ánimo, rápidamente le contesté, en tono de complicidad.

  • No solo tu general de caballería, también tu cuñado, Napoleón.
  • Verdad - afirmó ceremoniosamente, extendiendo su mano y estrechando la mía
  • Como esta mi hermana - dijo - ¿la haces feliz…?
  • Me dejó  - le dije secamente.
  • No importa - contestó – las mujeres son veleidosas, reúne los ejércitos, marchamos a Waterloo - me ordenó resuelto.
  • ¿Estás seguro? - le dije - la historia dice que allí perderemos

Me miró fijamente a los ojos, colocó sus manos sobre mis hombros y mientras una o dos personas cercanas presenciaban en silencio la escena. Quien decía ser Napoleón me dijo,

  • La historia la hacemos nosotros, no lo olvides…

Y se marchó raudamente…

Algunos se rieron, yo no. Me quedé pensando, la frase.  

Compré mis pastillas sin más contratiempos. No dejaba de pensar en lo curiosa de la escena. La casualidad de que me sucedan siempre cosas así, pequeñas historias inverosímiles




Caminaba buscando la salida, sintiendo que estaba de pronto en otra época, quien conoce el hospital Victor Larco Herrera, sabrá a qué me refiero, sus construcciones y pabellones son antiguos, de una época pasada. Para alguien con mi imaginación y sentimentalismo, este lugar es idóneo para recrear historias. Es más, pensé, podría quedarme una temporada por aquí, elucubrando historias y versos.

Estaba en ello cuando me aborda una agraciada mujer.

  • ¿Conoces los baños? - preguntó
  • La verdad señora, no conozco - le contesté.
  • Mejor así - dijo ella tomando mi mano fuertemente - te estaba esperando….
  • ¿Cómo? - respondí asustado
  • Te he visto venir muchas veces…- agregó.
  • Nooo, es primera vez que entro aquí - dije moviendo la cabeza, intentando soltar mi mano.
  • No te creo, has venido para fugarnos.
  • No señora, suélteme, por favor - dije casi implorando.

Y ella se echó a reír a carcajadas, mientras sujetaba mi mano.

  • No te asustes, no estoy loca - dijo con tierna sonrisa - colabora con una rifa para los pacientes. Soy una voluntaria.
  • Está bien, asústate tú, porque yo, si estoy loco…- dije sin pensarlo mucho, mientras abría mis ojos y tornaba mi voz ronca.
No sé, porque respondí de esa manera, quizás por el susto o cansado de que las experiencias de este peculiar día, me sobresaltaran solo a mí. 

Quizás porque en el fondo  algo de locura llevo, o quizás porque la dificultad de adaptarme a la realidad que me toca vivir, también tiene algo de locura. Quizás también, porque para crear historias y fantasear sobre alguna dimensión en la que encajo totalmente, algún tipo  de locura debe de llevar mi alma. Creo que respondí así porque que es mejor ser loco...que intentar estar cuerdo o porque sé que sí llegué hasta aquí, pasando por mucho, alguna locura adquirí en algún momento. 

La verdad, me decía, no lo sé y aún me lo sigo preguntando.

Solo sé, que la mujer de blusa café, pantalón denim verde olivo, y zapatillas negras, soltó mi mano y huyó del lugar sin mirar hacia atrás. La vi alejarse despavorida mientras me quedaba parado, sonriendo en silencio y viendo su torneada figura alejándose.

Cuando crucé la reja de salida del hospital lo hice pensando:

“No estoy loco, solo estaba distraído. No estoy loco, solo estuve  deprimido por mucho tiempo. No estoy ,ni estaba loco, solo estuve perdido, desaliñado. No estoy, ni estaba loco, me estaba preparando….para otro tipo de locura…

La de ver lo que otros no pueden ver, la de entender lo que otros no pueden entender, la de sentir lo que otros jamás podrán sentir, la de soñar lo que otros dejaron de soñar...mi locura, es la locura de creer en mí, cuando todos dejaron de creerme....he allí la locura que llevo ahora...Ellos, se quedan aquí, yo salgo...para continuar con mi vida y escribir otra historia”

Y así, mientras caminaba esta mañana de enero comprendía algunas cosas, una repentina epifanía se apoderaba de mí ser. Mi historia la hago yo...

 Finalmente llegué a mi cuarto, que por ahora, llamaré hogar. 

Cosas de locos, digo yo.







Solo digo la verdad...


Te amo
desde la primera vez que miré a tus ojos…y allí comenzó la vida...
desde que vi tu sonrisa... y allí inició una historia...
desde el primer roce de tus manos…
que no quise soltar jamás
desde el primer  aroma de tu cabello al viento…
que siempre me supo a flores…
Te amo…sin razón alguna…
o motivo aparente
amo la luna...porque sé que la miras
amo el atardecer...porque sé que lo contemplas…
amo las flores...porque te gustan...
si lees estos versos...sabrás que tú los inspiras…
te amo...así de simple
aunque estés allí...y yo acá…
cuando cae la noche y regreso a mi cuarto
y tu sombra espera  agazapada en un rincón de mi sabana…te recuerdo
y en las noches oscuras... te sigo amando...

Luna llena de enero 2018. /

Te amo, y me pregunto que amo…
y yo mismo no sé descifrar...la adivinanza…
te amo, en este silencio…
cuando escribo un verso…
cuando alguna historia me invento
cuando el viento refresca esta fiebre de amarte…
Te amo…y  doy vueltas...al parque…
te amo y me consumo en pensamientos…
te amo y me siento vivo…
te amo y me escabullo avergonzado…
no debería decirlo…
pero lo digo...te amo…

Aunque no es suficiente…
en estos tiempos...el amor no es de humanos…
en estos días...el amor ya no llena las manos
ni alimenta razones…es obsoleto...gastado…
mi amor cayó en desuso de tanto ofrecerlo…
este amor que nada material tiene …
este amor de un mendigo...de un peregrino...
que ya no cree en el destino...
te sigue esperando

Te amo...y será esta mi condena, pero...igual te amo…
aunque suene a palabra inútil…
a palabra vieja...aunque no lo creas…
Es la verdad que llevo conmigo...aquí en mi pecho…

Te amo...

Solo digo la verdad...
nada más…



jueves, 11 de enero de 2018

La niña...



El hombre asía con ambas manos la pala, cavaba y cavaba, por su frente resbalaban las gotas de sudor, sus venas marcadas en la sien, parecían a punto de explotar, la rabia le impulsaba a continuar a pesar del dolor en sus manos, tenía las palmas enrojecidas y llagadas pero continuaba a pesar del dolor.

Frente a él, estaba una niña, su hija, de año y medio. Le miraba, sin comprender  lo que el hombre hacía.  En una mano, su muñeca... en la otra, un chupete que su padre le había dado para que se calme y dejara de llorar.

Caía la tarde en Sicuani, era casi de noche,  las penumbras dificultaban la labor del hombre, que no se detenía, él quería terminar cuanto antes lo que estaba decidido a hacer. De rato en rato observaba  a la pequeña, quien le miraba atenta con el chupete en la boca, que sacaba cada tanto.

-          ¿Estás bien, cariño? – preguntó el hombre.
-          Shi – contestó la niña.
-          ¿Quieres agua? – preguntó el padre.
-          Leche – contestó ella, en su media lengua.
-    Espérate, termino aquí y te atiendo. Mamá tuvo que irse – respondió él, controlando las lágrimas que brotaban.

Y la niña asintió con la cabeza, sin dejar de mirar el saco de papas que estaba detrás del hombre.

Al cabo de unos minutos, el hombre considero que la altura de su excavación era lo bastante profunda, levantó las manos, se sujetó del borde y salió a la superficie. Se acercó a la niña, que jugueteaba con su muñeca sentada al borde del huerto. El padre tomó a su hija en brazos y juntos entraron a la casa. Le sirvió  leche y él tomó un jarrón de agua, tenía la ropa mojada por el sudor e impregnada de tierra. Llevó a la niña a su cuarto, mientras el sollozaba sin poder controlarse. La niña en sus brazos, le miraba sin comprender, con sus pequeños dedos, secaba las lágrimas de su padre. La dejó sobre la cama y el salió cerrando la puerta tras de sí. La niña se acercó a la ventana que daba hacia el huerto y desde allí siguió mirando a su padre en su labor.

El hombre, tomó el saco de las papas,  con dificultad lo arrastró hacia el hueco de la fosa, y lo arrojó mientras su sollozo aumentaba, con las mangas secaba lágrimas y mocos. Pasados unos minutos se controló y comenzó a echar tierra al pozo, hasta cubrirlo. Antes de concluir, dejó caer unas semillas sin saber bien de qué eran.

La niña observó a su padre, desde la ventana apoyada en sus brazos y así quedó dormida. Cuando él subió a verla, se preguntó que estaría pensando ella, que preguntaría luego. Se dijo así mismo, “es muy niña…no comprende”. Y con esas reflexiones se tiró en la cama, sucio y cansado, se durmió al instante.

Se levantó como siempre muy temprano, antes de que amaneciera, se preparó el desayuno y el biberón de la niña, quien se lo tomó aún dormida. Luego la despertó, la cambió sin asearla y salió con ella en dirección a la casa de su madre. Llegó, tocó la puerta; la viejita preguntó asustada por la hora en que tocaban a su puerta.

-          ¿Quién es, todavía es temprano? – se escuchó una voz detrás de la puerta.
-          Soy yo, madrecita – contestó el hombre.

La viejita, al escuchar la voz de su hijo, abrió la puerta presurosa, haciendo ruido mientras quitaba los seguros  y los goznes de la vieja puerta.

-          ¿Qué ha pasado hijo? – preguntó la mujer mientras tomaba a la niña dormida en sus brazos.
-          Nada mamá, la Casilda no  ha regresado. Se ha llevado sus trapos y cosas. Lo que ha dejado lo enterré en el huerto. Se acabó madrecita – contestó el hombre compungido y triste.
-          Ya hijo, quizás sea lo mejor. ¿Qué clase de madre deja a su hija? – dijo con fastidio -  Pasa a tomar desayuno.
-          No mamá, me voy a trabajar, así no pienso en la Casilda. Cuídame a Marita, ella no entiende nada. – dijo el hombre mientras giraba sobre sus pasos y se marchaba.


Pasaron los días, y la vida transcurrió sin sobresaltos. El hombre llevaba a Marita a casa de su madre en las mañanas y la recogía por las noches. Cuando estaba en casa, se quedaba con ella y la atendía lo mejor que podía hacerlo. Una mañana de domingo, tocaron a su puerta, abrió y era su suegro, con su cuñada, la cadete de la policía nacional.

-          ¿Mi hija? – preguntó el anciano, sin saludar. La cuñada le miró fijamente a los ojos.

El hombre dudó unos segundos y luego respondió cortante.

-          Pregúntale al Hugo, su amante. Se fue con él. ¿No sabes acaso…si se veían en tu casa?
-          Yo no sabía  - respondió el viejo avergonzado.
-          Yo tampoco – dijo la cuñada.
-          No les creo, porque él les llevaba a comer a todos juntos. Y a ti, te ayudo a entrar a la policía – dijo con cólera.

Dicho eso, ambos bajaron la mirada, avergonzados, confirmando las palabras.

-          ¡Fuera de mi casa! – gritó el hombre, ante la confirmación de lo que ya sospechaba.
-          ¿mi nieta? – preguntó el viejo
-          ¡Fuera de mi casa! – fue la respuesta del hombre, mientras cerraba la puerta con fuerza.

Le aconsejaron al hombre que denunciara la huida de Casilda en la comisaria, hizo eso y luego se dedicó a trabajar y cuidar a su hija.

La niña, había cambiado, ya no reía, ni jugaba tanto, estaba más callada. Con su abuela comía todo lo que le ofrecía la vieja, pero con el padre no quería comer. Llamaba a su madre, constantemente. “Mamá, Mamá” repetía por la casa. Cuando salía al huerto, y caminaba sobre las rosas que brotaban, “Mamá, Mamá” decía sin parar, constantemente.  Apenas entraba a su casa con el hombre. Eso hacía llorar a este, quien la cargaba y la callaba con besos.

La cuñada y el viejo, fueron a otras veces a la casa del hombre, a preguntar por Casilda y recibieron el mismo trato. Sin embargo una tarde le rogaron al hombre que les permitiera asistir al cumpleaños de Marita. Tantos fueron los ruegos y las disculpas, que terminó accediendo.

Llegó el domingo, día del cumpleaños de Marita, a la casa llegaron, por la tarde, la madre y los cinco hermanos del hombre, con sus esposas e hijos; una antigua amiga de Casilda, quien le advirtió del engaño de ella. El anciano padre de Casilda y la cuñada, la cadete de la policía nacional.

La cuñada, estuvo toda la tarde sentada en un rincón observando a la niña, le llamaba la atención que está se dirigiera a las rosas y las mirara diciendo “Mamá”. Se paraba en mitad del huerto y repetía “Mamá” señalando a las rosas. Todos la miraban con pena y chismeaban de Casilda, señalando lo mala madre que era por dejar a su hija sin su presencia.

Alguien arrancó una rosa, intensamente roja y se la alcanzó a la niña, quien la miró y dijo “Mamá”…algunos escondieron la cara con pena para disimular alguna lágrima, otros maldijeron a la madre.

Solo la hermana, continuo mirando a la niña y observando las reacciones de su padre. Quien estaba callado y pálido. Mirando a su hija en el huerto y rogando que todos se fueran.

Transcurridos dos días del cumpleaños de la niña, por la esquina de la calle en donde esta vivía con el hombre, entró una comitiva de seis personas. El comisario,  dos policías, un fiscal, la cuñada, cadete de policía y un peón con una pala. Tocaron a la puerta, nadie salió y nadie contestó a los llamados. Los vecinos se aglomeraron alrededor curiosos, algunos preguntaban que querían allí, otros les decían que el hombre estaba trabajando, algunos otros, los pocos, increpaban a la cuñada su presencia. Transcurridos algunos minutos, el fiscal ordenó a un policía el ingreso a la fuerza. Los dos uniformados aplicaron sus hombros y rompieron la puerta, ingresaron y tras de ellos entraron los vecinos y curiosos. Alguien avisó a la madre del hombre lo que sucedía y la vieja llegó con Marita, la niña, en brazos.

Una vez en el huerto, la cuñada exigió al fiscal que la vieja dejara a la niña sola. El fiscal accedió y solicito a la mujer, “déjela señora nada va a pasar”. La niña bajo de los brazos de su abuela y se dirigió a las rosas y dijo…”Mamá”.


Luego de cavar por largo rato, debajo de las rosas, el peón, dijo con miedo…

-          Aquí hay una mujer…Dios mío…

La niña desde el borde, señaló con su mano…. “Mamá”…

La abuela se desmayó.







 



lunes, 8 de enero de 2018

Donde...


En donde están las risas cómplices
las audaces palabras a la vida
los retos desafiantes
el puño levantado con rebeldía
en donde están las miradas tiernas
las manos en el arado. ..
los años en los que decir, te amo,  era suficiente…

En donde estan los momentos locos de madrugada
las horas dulcemente pérdidas en una noche de risas y humo
donde se encuentran las esperanzas
los sueños compartidos…
las etéreas palabras, los versos inocentes
las prosas escritas en la tenue penumbra

Siguen aquí... están muy dentro…
solo dejalas salir…
vuelve a tu centro...recupera el equilibrio
es un nuevo día...deja las preguntas…
y emprende el camino…
la aventura continua...el pasado no vuelve…
el futuro está cerca, detrás de una sonrisa…
agazapada en una mirada...sincera
olvida...es mejor…
continua...sonríe
amate...ama...dejales
la vida espera de ti una palabra...

No has cambiado...
solo...te hiciste viejo...
y las canas te lo recuerdan...



miércoles, 3 de enero de 2018

Querida Marcia...



Marcia, es grácil, camina como si estuviera levitando, sin hacer ruido, es menuda y delgada…pero en realidad es de una fortaleza a prueba de toda situación…le dicen la “jefa máxima”, en broma,  a pesar de  ser  la última  hermana mujer, es la que lleva el hogar…todo le consultan, todo lo resuelve, todo lo hace ella….y todo lo hace con gran amor y dedicación… Ella, como todas las mujeres de la familia, dice las cosas de manera franca, sin filtros. “Deja de tontear y acompáñame a comprar”; “no me cuentes historias que ya conozco”; “no quiero que gastes”; “yo soy así, cuando empiezo a hacer mis cosas me concentro hasta terminar, después me relajo”; “deja de mover  la pierna”; "no me tomes foto"….Con ella, sabes lo que puede estar sucediendo, te lo dirá tarde o  temprano. Una peculiar cualidad en una mujer, que suelen callar y guardar lo que piensan y sienten…(eso creo).

Como toda persona, debe tener sus defectos, pero estos quedan minimizados cuando observo, su día a día. Se levanta temprano, prepara el desayuno, limpia la casa, va al mercado, toma desayuno con todos, se ríe a carcajadas cuando algo le causa gracia, y se pone seria si algo no está correcto…cocina, se retira a descansar y por la tarde recibe al novio, que devoto la mira…y salen de la mano a compartir lo que guardan para ellos. Al retornar, generalmente comparte con la familia, ríe, conversa, aconseja…y se recuesta sobre su cama a recordar, soñar y descansar.

Si Mamá Olga, era el tronco de  la familia en Trujillo, Marcia es la tía, la madrina, la amiga, la novia…que tiene tiempo para todos. Cuando le pregunto a alguno de mis primos, que significa Marcia, ellos me dicen, amor, solidaridad, cariño, entrega, abnegación, orden, limpieza, genio…etc.  No la definen con otras palabras…coinciden y resaltan sobre todo, el amor con que cuida a todos  los que tenemos la suerte de conocerle y de tratarla…Siendo menor que yo, ella es mi tía, prima de mi madre. Y en juego, se lo recuerdo constantemente y no le hace mucha gracia. “Ya cállate, viejo achacoso”, me dice, mientras yo sonrío.

Cada vez que me despierto tengo  la sensación que al bajar  encontraré a Mamá Olga en la cocina, con su amplia sonrisa…preguntándome si deseo café o leche. Pero no es así,  ella ya no está.  Pero está Marcia, quien en silencio, me recibe, supongo que siente la ausencia como yo….ella sin proponérselo, ha asumido el rol de hacer que el hogar continúe a pesar de la pérdida irreparable…

Pero aquí es difícil que la tristeza se asiente muchos días, la melancolía es una palabra extraña, y la nostalgia es una sensación muy guardada por todos, se miran y sonríen, saben que Mamá Olga acaba de pasar por sus pensamientos…y los hace cómplices…me gusta estar aquí, el ambiente es positivo, el cariño familiar se percibe a cada instante. Me divierte sobre manera escucharles conversar y recordar días pasados…casi siempre en la cocina….Adaptarse a la nueva realidad, tiene sus curiosas situaciones…

·        Tía Marcia…- Dice con temor Carla
·        Dime hija…. – Pregunta Marcia
·  La sopa, no está como la de Mamá Olga, creo que le falta algo, digo, es una crítica constructiva…- agrega casi callando las últimas palabras…

Todos en la mesa se quedan atónitos, algunos con el cubierto a mitad del trayecto, otros abren los ojos, casi desorbitados…el silencio en la cocina era tan tenso que se podía escuchar una mosca volar…Marcia de espaldas a todos, gira sobre sus pasos lentamente…mira a la mesa, encuentra la mirada de Carla…segundos expectantes…y suelta una sonora carcajada…mientras contesta…

·    Pues se me van acostumbrando, que es mi sazón, y al que no le guste, se va al chifa de la Av. Mansiche, por su menú….y tú también Iván…- agregó
·      Si tía Marcia  – contestamos todos, controlando las sonrisas, cómplices y risueños.

Marcia, como toda mujer del norte y como heredera de la tradición familiar cocina como los dioses, nada que reclamarle…por ello sorprendió la osadía de la “crítica constructiva”…

·       Y cuando termines Carla, lavas los platos y arreglas tu cuarto….-agregó haciéndose la seria mientras la risa es general en la cocina.



Una noche al llegar Calín, su hermano, de trabajar,  Marcia le dice…

·        Calín, solo hay tallarines con huevo frito, ¿Quieres?
·        ¿Qué?... responde él…con cara de sorpresa, los mostachos se tuercen, con el gesto
·        Qué si quieres tallarines con huevo…- pregunta Marcia, despacio para que entienda
·      Mamá no me daba de comer así…- responde simulando un mohín de llanto y suplica…- no puede ser, así no me acostumbró mi Mamá – exagerando la súplica…moviendo los brazos...  
·        Pues te aguantas – responde Marcia, riendo a carcajadas…
·        Ya hermana – responde  Calín …riéndose

Y todos en la mesa destornillándose de risa por la ocurrencia, celebran la broma del tío…

Marcia, tiene un gran corazón, es sumamente solidaría con todos, no me pregunta que hago, cuanto días estaré, ni que me pasa, solo me recibe y quiere…y atiende…en algún abrazo o conversación hemos encontrado que nuestra amistad se mantiene a través del tiempo y los ojos acuosos han delatado la emoción del momento, el entendimiento de que comprende  los sentimientos ajenos que tenemos, la nostalgia y el cariño por nuestros hijos lejanos nos hace cómplices, pienso. Le miro y mi cariño se acrecienta.

No me sorprende saber, que ella siempre  sea la referente para todos los sobrinos y sobrinas que no viven aquí, o de amigas que la tratan con gran afecto, con confianza que ella ha sabido ganarse, pues ella es total entrega y discreción. Ella se convirtió en madre, madrina, tía, de varios de los muchachos que ahora están listos para salir a la vida. Ahora lleva el hogar, y se preocupa por todos como lo hacía Mamá Olga. Que si se enferman, que si hay una emergencia, la tía Marcia, está allí para dar serenidad y apoyo.


Pero tiene sus propios planes, eso es seguro, la observo y la admiro, y le quiero…

Marcia, es la viva imagen de la enseñanza de Mamá Olga y el tío Lucho, sus padres, comprometida con la vida, fuerte, inteligente, independiente, ejemplar…Ella tiene sus planes, no los comenta, ni los expresa, pero sus ojos vivaces dicen mucho más, de lo que siente, estoy seguro…

Podría seguir contando, más experiencias vividas aquí con ella y sus hermanos, experiencias que renuevan mi alma, pero ya estoy advertido…”Cuidado con lo que hables, que Iván, todo  lo convierte en historia…” así que mejor guardo silencio. Tan solo agregaré, resumiendo en estas palabras, el sentimiento por toda mi familia de aquí….

“Querida Marcia…gracias por todo el afecto…”