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“La distancia no impide que
te sienta como un hermano, que te quiera y añore con cariño nuestras largas
caminatas. Guardo de nuestra amistad los mejores recuerdos, las mejores
enseñanzas y tu palabra más clara. Para nosotros amigo no existe el ayer solo el futuro. Te
quiero mucho y te llevo en mi corazón…firmado Yuriko”
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Pd. Gracias por el regalo que enviarás.
A través de su ventana, a lo lejos se veía la Tokio Tower iluminada
en la medianoche, Kazuo terminó de leer
la misiva, en la hoja celeste que tanto le gustaba, (hasta ese detalle recordó,
se dijo Kazuo). Se acercó a su esposa que esperaba un niño, la abrazo con
ternura y lloró largamente…
Yuriko tiene 35 años vive en Bielsa, un precioso
pueblo escondido entre los pirineos aragoneses, en España. Tiene un hijo de 7
años de nombre Claudio y un devoto esposo que la engríe y mima desde que se conocieron.
Ella nació en Perú pero por cosas del destino y los trabajos de David,
terminaron en ese pueblo de hermosos amaneceres y románticos crepúsculos. Se conocieron en el Cuzco, caminando las
ruinas de Macchu Picchu, se miraron y sonrieron y no se separaron más. Ella no se arrepiente de su vida, repetiría,
dice, cada segundo y cada minuto de lo vivido. Se enamoraría con la misma
intensidad y con el mismo hombre que conoció y emprendería la misma aventura
que la llevó por diferentes lugares del mundo. Quienes la conocieron y quienes
la conocen no la olvidan jamás, es de esas personalidades que arrastran con el
ejemplo y con las palabras cariñosas y suaves que nunca ofenden…
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“Desde la distancia te envío un gran abrazo y te agradezco por ser
mi amigo, por lo que me diste como persona, por las risas y por las peleas y
por ser, ese alguien en mis días tristes, en los que yo misma no me entendía,
por ser mi amigo todos estos años, te quiero mucho y te llevo en mi corazón…firmado
Yuriko”
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Pd. Gracias por el regalo que enviarás.
Así decía en su párrafo final el correo que
Sebastian leía entre lágrimas, sus compañeros de trabajo en Lima le miraban extrañados.
Su jefe le interrogó y el no supo que decir, solo lloró…
Yuriko tiene
cáncer y eso no le impide planificar el futuro. Ella desde su cama con
la ayuda de su ordenador portátil, de un bolígrafo, de una gran cantidad de
hojas de muchos colores y de muchas postales se esta despidiendo de cada una de
las personas que conoció en su vida.
Cuando le informaron de su enfermedad ella no se
derrumbó ni se dejó llevar por el llanto. Le preguntó a su doctora cuanto
tiempo le quedaba y salió tranquila, sabía lo que quería y como tenía que hacer
las cosas. Llegó a casa, preparó la cena y espero a David, le contó lo que
pasaba y luego de un largo abrazo y tiernas caricias le explicó lo que había
planeado. David le ofreció su apoyo y todo su amor, la entereza de ella le
hacía fuerte. Juntos abrazaron al
pequeño Claudio y se durmieron junto a él en el sofá…
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“Por ello Cristina, te agradezco todo el cariño que me brindaste
cuando estudiábamos juntas, tu gran espíritu y desinterés porque logre alcanzar mis metas fueron de
gran ayuda, eres una persona hermosa y mejor amiga. Te agradezco por aceptar
ser la madrina de Claudio y por la ayuda que me brindarás. Te quiero mucho y te
llevo en mi corazón…Yuriko”
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Pd. Gracias por el regalo que enviarás
En Quebec
Cristina no pudo terminar de leer, el llanto le impidió poder seguir con la
lectura de la posdata, dejó caer la postal y sé apoyo en la cocina. Su esposo
que regresaba de despejar la entrada de nieve corrió hacia ella…
En Bielsa, Yuriko
sonríe satisfecha, después de diez meses ha logrado luego de tediosas y largas
charlas telefónicas, que sus amigos acepten su petición y se comprometan a
enviar a casa un regalo, este llegaría
todos los trece de mayo de cada año desde alguna parte del mundo. Fue difícil convencerles
de que acepten el dinero que ella les
enviaba. Pero nadie se negó a ayudarla, por ello estaba contenta. Claudio
recibiría todos los años un regalo desde un país diferente, tal como ella lo
había escogido y planeado. David
adjuntaría las cartas y los videos que habían grabado para cada
cumpleaños del pequeño Claudio.
La
quimioterapia había hecho que su pelo se caiga, el dolor, los vómitos y el
malestar no habían impedido que ella pudiera ayudar a Claudio con los deberes
de la escuela o que sembrará junto a su
hijo y su esposo un pino que esperaba creciera tanto y echara tantas raíces que
le hicieran inmenso.
Aquellos
meses junto a Claudio habían significado un bálsamo dulce al dolor que sentía
cada vez con más intensidad. Las caminatas que hicieron juntos tomados de la mano por el bosque a las
orillas del río, eran su mejor alimento, el viento el olor de las flores, el
susurrar de los árboles y las canciones de
amor que David le cantaba hacía que se olvide de la realidad que les
alcanzaría. Llegó un día en que Yuriko no pudo levantarse más, aunque lo
intentó con valentía, era más el cansancio que los pasos que lograba dar.
Claudio preguntaba y en sus ojitos se notaba el temor y la tristeza por ver a
su madre así. Ella le calmaba con suaves caricias cuando él se recostaba a su
lado en la cama y se quedaba dormido hasta que David regresaba del trabajo y le
llevaba en brazos a su habitación.
Con David
grabaron interminables horas de video, por cada cumpleaños de Claudio hasta que
cumpliera la mayoría de edad. Palabras
para cada navidad, para cada celebración que los tres tenían juntos o para
ocasión que a ella se le ocurría.
Y así desde
su cama Yuriko se despedía de cada amigo, de cada familiar, de cada compañero
de trabajo que había conocido y sus palabras eran de aliento, de motivación y
cariño, sus cartas y mails eran una invitación a valorar la vida y todo lo que
ella ahora podía entender y comprender…
Once años
después una joven pareja caminaba tomada de la mano por el cementerio, se detuvieron delante de
una lapida, a la que no le faltaban flores.
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Cariño ¿te fue difícil vivir sin ella? – preguntó la joven con
timidez.
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No – contestó Claudio, mientras dejaba un ramo de rosas en la fría
lápida donde descansaba Yuriko.
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Porque ella nunca se fue, siempre me acompaño, me contaba cuentos
para dormir, me daba consejos…En todos mis cumpleaños siempre me llegó un
regalo de acuerdo a la edad que cumplía, con una carta de ella y un video.
Cuando terminé la escuela ella me enseñó a hacer el nudo de la corbata y
también llegó a casa la orquídea que debía de entregarte la noche de la
graduación, era de color rosa como a ella le gustaba…Me enseño a cocinar…
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Cuando estaba triste o la extrañaba demasiado, buscaba los libros
que ella me dejó o que de un momento a otro llegaban a casa con alguna
dedicatoria de ella…una conversación o un saludo, siempre llegaban con alguna sorpresa…
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Ha estado conmigo…ella me ha enseñado a querer la vida, me ha
contado de Perú, de sus costumbres de
sus amigos, de mis abuelos…quiero conocer ese país ahora que soy mayor de edad….
¿sabes Ainoha? soy lo que ella y mi padre han echo de mí…nunca se fue.-
Diciendo eso el joven Claudio apoyo su mano sobre la inscripción y sonriendo
agregó….
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Te amo mamá Yuriko.
Y juntos aquellos jóvenes se perdieron
tomados de la mano por el bosque, cuando la bruma se despejaba.